Pánico y resignación en Argentina por la agitación económica tras las primarias

0
296
Foto: Noticias Argentinas vía Agence France-Presse — Getty Images

En los últimos días, mientras Argentina padecía una caída libre económica que no había vivido en años por la posibilidad de que el presidente Mauricio Macri pierda contundentemente en las elecciones de octubre, prácticamente no ha sido visto a la persona detrás de la estrategia llevaría a esa posible derrota.

La campaña para la votación de octubre dirigida en parte por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha sido especialmente discreta. También resulta ser una campaña por la vicepresidencia. A la cabeza de la fórmula está Alberto Fernández, político de izquierda moderada con experiencia para alcanzar acuerdos.

Antes de mayo, cuando se anunció que Fernández de Kirchner y él competirán juntos por el poder ejecutivo, la mayoría de los votantes sabían poco de los planes de Fernández para el país. Ahora, con Argentina encaminada hacia una posible depresión tras meses de contracción económica, de alta inflación y de una salida en estampida de los inversionistas, Alberto Fernández se apresta a ser el próximo líder en la Casa Rosada.

La pregunta en boca de muchas personas durante los siguientes meses es qué pasará en caso de una victoria para Fernández: si será un regreso a las políticas kirchneristas de corte populista de la expresidenta o algo distinto.

La salida en masa de tenedores de bonos argentinos posterior a las internas PASO del 11 de agosto, en las que Fernández superó por mucho la preferencia electoral por Macri, sugiere que los inversionistas ven en la candidatura de Fernández una maniobra de Kirchner para regresar al poder.

Kirchner, que tuvo dos mandatos presidenciales y actualmente es senadora, sigue siendo alguien con mucha fuerza en el país; tiene el mejor índice de aprobación de cualquier político opositor. Sin embargo, también es una persona que despierta opiniones encontradas: está acusada en once casos de corrupción y los economistas le atribuyen a sus políticas económicas intervencionistas el atolladero que Macri heredó en 2015 y del que no pudo sacar al país.

“Fernández de Kirchner es corrupta y una gestora económica errática, pero tiene una maestría cuando se trata de política”, dijo Benjamín Gedan, director del proyecto sobre Argentina del Centro Internacional Woodrow Wilson. “Ella reconoció que era demasiado divisiva como para volver a obtener la presidencia y tuvo la sagacidad de elegir como compañero de fórmula a alguien externo a su círculo cercano ideológico”.

De hecho, al sumar Alberto Fernández casi el 48 por ciento de los votos a su favor en las PASO -elecciones internas que usualmente sirven para reducir la cantidad de candidatos, aunque fungen más como indicador de las preferencias hacia octubre-, su candidatura logró un respaldo que sobrepasa las críticas de corrupción y amiguismo que hacen de Kirchner una rival relativamente fácil de atacar en campaña. Macri quedó en segundo lugar con un distante 32 por ciento de las preferencias electorales.

Es probable que los votantes entonces vean a Fernández como una versión más moderada de Kirchner. Puede que las medidas populistas de la expresidenta hayan impedido el crecimiento empresarial y que hayan resultado en un déficit público considerable, pero los servicios públicos básicos se mantuvieron costeables.

Macri, elegido en 2015 después de mandatos consecutivos de Fernández de Kirchner y de su predecesor y fallecido esposo Néstor Kirchner, impuso políticas de austeridad que dejaron a muchos argentinos en la pobreza sin que con ello hubiera mayor prosperidad en general.

Sin embargo, varios expertos indican que un posible gobierno de Fernández podría ser algo más que el regreso del estilo kirchnerista de gobernar.

Fernández, de 60 años, tuvo roles destacados en las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, de 66 años; y aunque ha sido muy crítico del mandato de Macri, también llegó a ser un duro crítico de la expresidenta. En el pasado ya ha tomado distancia de ella; tal vez, de ganar, también esté dispuesto a distanciarse de las políticas kirchneristas pasadas.

“Era un socio de Néstor y de Cristina, no era un empleado,” dijo Luis Tonelli, profesor de Política Comparada de la Universidad de Buenos Aires. “Eran un equipo donde era un socio menor, pero no era alguien que simplemente seguía órdenes”.

Fernández conoció a Néstor Kirchner cuando este último era gobernador de la provincia de Santa Cruz, en el sur argentino.

Cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia en 2003, eligió a Fernández como su jefe de gabinete. El reto para ese gobierno era considerable: Argentina se seguía recuperando de un colapso económico y había caído en un impago de unos 100.000 millones de dólares en deuda.

Alberto Fernández tomó la posta en redactar un plan de recuperación económica con la construcción de alianzas y para aprovechar el auge en los precios de ciertas materias primas que apuntalaron a las economías de Argentina y de países vecinos.

Cuando Fernández de Kirchner entró a la presidencia en remplazo de Néstor, en diciembre de 2007, Fernández se quedó como jefe de gabinete, pero solo por unos meses. Dejó el gobierno y se volvió uno de los críticos más feroces de la entonces presidenta, con apariciones regulares en noticieros televisivos.

Los políticos se conciliaron después de las elecciones legislativas de 2017, cuando Macri y su partido obtuvieron un amplio respaldo. Eso llevó a Fernández de Kirchner a declarar que estaría dispuesta a no postularse para el principal cargo político si eso lograba unificar de nuevo a la base peronista.

Quien logró la reconciliación entre ambos fue Juan Cabandié, joven diputado.

“Fue una idea mía”, aseguró Cabandié, que mencionó que Alberto Fernández es “muy inteligente” y que podía ser útil tener a alguien crítico dentro del principal liderazgo de las fuerzas peronistas.

Ya que se dio la reunión entre la expresidenta y el exjefe de gabinete, los dos se mantuvieron en contacto “hasta que volvieron a confiarse otra vez”, dijo Eduardo Valdés, quien fue embajador argentino ante el Vaticano durante parte del mandato de Fernández de Kirchner.

Ella luego le atribuyó a Fernández el haberla convencido de escribir un libro de memorias, que se volvió éxito en ventas y ayudó en su camino de regreso a la boleta.

Sin embargo, Cabandié dijo que hasta él se sorprendió cuando Fernández de Kirchner anunció que iba a postularse como vicepresidenta y que Fernández sería el candidato presidencial.

Quienes conocen a Alberto Fernández desde hace décadas afirman que es una figura muy adecuada para el cargo. Jorge Argüello, quien fue embajador argentino ante Estados Unidos de 2011 a 2013, recordó que, en las épocas en que él y Fernández eran estudiantes activistas en la década de los ochenta, a Fernández le encargaban entablar alianzas con otros grupos estudiantiles diversos.

Allegados de Fernández -a quien le gusta el rock y cuyo perro, famoso en Instagram, se llama Dylan en honor a Bob Dylan- también cuestionan la idea de que él pudiera ser un mero hombre de paja dirigido por Kirchner.

“Alberto es una figura con peso político propio”, no un “títere”, dijo Jorge Taiana, que fue canciller cuando Fernández era jefe de gabinete. “Está claro que Cristina ha decidido dar un paso al costado”.

Fernández se mantuvo alejado de los reflectores en los días siguientes a las PASO, pero el miércoles dio una breve conferencia de prensa. Declaró, en un intento de calmar a los mercados, que no va a renegar la deuda pública si es electo.

También dijo que espera que Macri, de 60 años, concluya toda su gestión; una aseveración en referencia a la turbulenta historia argentina de presidentes que han sido forzados a dejar el puesto antes de terminar su mandato en momentos de mucho tumulto económico.

Macri, que lucía decaído el lunes y aseguró en un discurso que el derrumbe económico de ese día “es solo una muestra de lo que puede pasar” si ganan Fernández y Fernández de Kirchner, cambió de tenor para el miércoles.

Después de disculparse por el exabrupto en su conferencia del lunes, el presidente develó un paquete de medidas populistas y a corto plazo que ayudarán a aliviar la situación de los votantes de clase media. Sus propuestas parecen haber sido redactadas con tal premura que hacia el jueves apenas empezaban a dilucidarse detalles para uno de los temas clave, el congelamiento por noventa días de los precios del nafta (gasolina) y otros combustibles.

Aún así, su cambio de discurso aparentemente logró el cometido: el jueves los mercados tuvieron el primer repunte registrado en la semana; el peso se fortaleció frente al dólar y la bolsa tuvo un alza.

Conforme avanza la contienda electoral, muchos argentinos se están preparando para más reveses económicos.

Alejandro Pintos, de 32 años, tiene una tienda de herramientas en Almagro, barrio bonaerense de clase media, dijo que sus proveedores le dejaron de hacer entregas por unos días y que ahora están pidiendo precios mucho mayores.

“Todos de repente somos 30 por ciento más pobres esta semana”, dijo Pintos. “Si [a los argentinos] se les rompe algo en la casa, ¿van a poder pagar para arreglarlo?”.

Aunque otras personas se están tomando la situación con filosofía.

“Esto es Argentina”, explicó Alejandro Álvarez, de 52 años y quien trabaja como guardia de seguridad. “Mirá alrededor, ¿vos ves que la gente está en panico? Estamos acostumbrados”.