Argentina necesita ayuda y Donald Trump es la respuesta

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A diferencia de Nicaragua, Cuba y Venezuela, países atrapados en dictaduras y crisis, en la actualidad los únicos gobiernos democráticos de centro-izquierda en Latinoamérica son los de México y Argentina. Los dos deben lidiar con el hostigamiento de una gestión distraída y errática en Washington. El presidente entrante de Argentina, Alberto Fernández, al ser el chico nuevo en la cuadra, tiene el desafío más grande en este momento.

Fernández heredó un desastre económico de proporciones monumentales, tanto en el frente nacional como en el internacional. Debe enfrentar al mismo tiempo una inflación, una recesión, una devaluación constante del peso y una inmensa deuda extranjera, sin dejar de considerar las expectativas de sus ciudadanos, lógicamente excesivas. El problema más apremiante es la deuda de 57.000 millones de dólares que el país contrajo con el Fondo Monetario Internacional, institución que tal vez actuó de manera irresponsable al otorgar el préstamo al predecesor de Fernández, Mauricio Macri, quien lo administró en gran medida de manera irresponsable. Y Fernández solo podrá superar este reto si el gobierno de Donald Trump está de su lado. Debido a la precaria situación en varios países de la región, esto no será sencillo.

De acuerdo con información de Washington y Buenos Aires, el gobierno de Trump le ha advertido al de Fernández que se cuide de apoyar causas de la izquierda latinoamericana. La semana pasada, Bloomberg informó que “un alto funcionario del gobierno de Trump” le advirtió a Fernández que después de darle asilo a Evo Morales, el expresidente boliviano, Argentina debía negarse a darle una plataforma para sus actividades políticas enfocadas a regresar al poder. Si no lo hace, podría perder el apoyo de Estados Unidos para renegociar la deuda de 57.000 millones de dólares con el FMI. Aparentemente, Washington también instó a Fernández a no acercarse demasiado al dictador venezolano Nicolás Maduro ni al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien asistió a la toma de posesión del nuevo presidente.

Es difícil saber si esta actitud refleja la postura del presidente de Estados Unidos o solo la de su responsable del Consejo de Seguridad Nacional a cargo de Latinoamérica, Mauricio Claver-Carone, un cubanoestadounidense de línea dura. Claver-Carone iba a representar a Estados Unidos en la toma de posesión de Fernández, pero se rehusó a asistir tras enterarse de que un funcionario de alto nivel de Venezuela también iba a estar presente. El desafío para Fernández, y en un menor grado para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es que, aunque Trump no maneje por completo la política para la región por lo mucho que Irán y el juicio político en su contra lo absorben, los funcionarios de menor rango pueden complicar los asuntos de países como Argentina y México.

Los principales puntos en disputa son la situación en Bolivia, la de Venezuela y, como siempre, Cuba. Fernández ayudó a Morales a obtener asilo en México tras su renuncia. Morales tuvo una bienvenida de héroe en ese país e hizo un sinnúmero de declaraciones sobre el conflicto en Bolivia. De acuerdo con el gobierno interino de Bolivia, Morales ordenó manifestaciones y cierres de autopistas bolivianas, además de crear una escasez de combustible y alimentos. El día posterior a la visita decembrina a Ciudad de México del fiscal general estadounidense, William Barr -tal vez una coincidencia, tal vez no-, Morales partió hacia La Habana y, días más tarde, llegó a Argentina, donde ha obtenido un asilo permanente. Desde Buenos Aires, sigue involucrado en actividades políticas e incluso ha inaugurado obras públicas por teléfono y ha sostenido reuniones con los delegados de su partido y los posibles candidatos para las próximas elecciones.

Argentina necesita un rescate de sus deudas abrumadoras. Trump no puede asegurar un rescate con facilidad, pero puede bloquearlo. Fernández, a diferencia del típico peronista, parece ser un político razonable, bien informado y honesto. Su compañera de fórmula, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y una amplia coalición de izquierda, La Cámpora, dirigida en parte por el hijo de ella, prefieren la confrontación con Estados Unidos, pero quizás el presidente no.

Fernández haría bien en dejar atrás a Bolivia. Las fuerzas militares ayudaron a sacar a Morales de la presidencia, pero no asumieron el poder. La represión y las violaciones a los derechos humanos iniciales del nuevo gobierno han disminuido, se han programado elecciones presidenciales para principios de mayo y el partido de Morales, Movimiento al Socialismo, ha recibido la autorización para presentar un candidato. Al expresidente boliviano se le debe permitir quedarse en Argentina, pero sin usar ese país como un escenario para preparar su regreso al poder.

El nuevo presidente argentino parece estarse moviendo parcialmente hacia la prudencia y la moderación. Después del intento descarado que realizó Maduro el 5 de enero para impedir la reelección del líder de la oposición Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, el gobierno de Argentina emitió un mensaje muy importante en el que condenó la acción de Maduro. “Impedir por la fuerza el funcionamiento de la Asamblea Legislativa es condenarse al aislamiento internacional”, escribió en Twitter el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá. “Rechazamos esta acción e instamos al ejecutivo venezolano a aceptar que el camino es exactamente el opuesto. La Asamblea debe elegir su presidente con total legitimidad”.

A diferencia de México, Argentina no ha abandonado el Grupo de Lima, creado en 2017 para buscar una solución democrática a la pesadilla venezolana sin Maduro. Sin embargo, ambos países se rehusaron a reconocer a Guaidó como el presidente reelecto de la Asamblea Nacional, lo que los situó del lado de Cuba y Nicaragua. Fernández está teniendo problemas con las cartas con las que le tocó jugar y con una situación internacional que de manera constante genera crisis y desafíos.

Someterse a los dictados de Washington no es un asunto menor en Latinoamérica. Entre los simpatizantes y colegas peronistas de Fernández, puede verse como una herejía o una traición. Algunas concesiones hacia Estados Unidos -por ejemplo, que López Obrador haga el trabajo sucio de Trump en el tema de migración en las fronteras sur y norte de México- son a todas luces excesivas. No obstante, hasta López Obrador ha optado por no cruzar los supuestos límites establecidos por Trump: ningún doctor cubano en el país y nada de petróleo mexicano subsidiado para Cuba. Para Argentina, simplemente no vale la pena defender una causa perdida en Bolivia en la que pocos principios están involucrados ni ayudar a Cuba y Venezuela a que perpetúen la miseria de su pueblo a costa del apoyo estadounidense en donde en verdad se requiere.

 

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Jorge G. Castañeda, secretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, es profesor en la Universidad de Nueva York y columnista de opinión del Times.