Hubiera sido más cómodo para un Gobierno que ya no es de transición -como el que tenemos en Bolivia- enfrentar una emergencia sanitaria desde fuera del centro del poder político. A la presidenta Añez le toca enfrentar una crisis de salud que se convertirá en una crisis económica después de la medida que su Gobierno se vio obligada a tomar, la cuarentena, para evitar la contaminación que va a convertirse en un brote de crisis resultante de la paralización. Por ahora sus medidas coercitivas se destiñen en la medida que aporta poco margen de acción para contener el descontento de los sectores de más bajos ingresos. Las medidas que sistemáticamente ha hecho conocer a la población en mensajes articulados de efecto sentimentalista, topan en la realidad con la perturbación de los más necesitados. Hubiera sido mejor para ella, para su Gobierno, enfrentar el virus del siglo sin necesidad de tocar las teclas de una campaña electoral en puertas que empaña cualquier esfuerzo por mostrarse libre de compromisos electorales, siendo ella la principal protagonista. Sus equipos trabajan en función de la emergencia nacional o lo hacen empeñados en lograr réditos de campaña.
Un Gobierno tras las sombras de lograr resultados electorales no puede obrar plenamente consciente de su responsabilidad histórica. Parafraseando a Sánchez de Lozada, actúa con las “manos atadas”. Se encontraba desmontando una pesada carga de estructuras que dejó el anterior Gobierno y tropieza con corrientes adversas que alientan factores cíclicos con los que no contaba. No podrá aplicar mano dura generando empatías con los sectores que desde octubre han visto disminuir sus ingresos, la desesperación juega en su contra en varios frentes. Muchos observadores de la crisis política boliviana han apuntado que las contradicciones no se han superado en vista de la forma como terminó el proceso electoral de octubre pasado, sin un claro vencedor y con un número desproporcionado de aspirantes a la presidencia en el proceso que se avecina. Lo que parece evidente es que los que saben leer la carga que todo esto arrastra es que el terremoto coronavirus puede resultar en un terremoto electoral adverso para el Gobierno de transición si no reafirma su condición expresa para enfrentar el estruendo que anuncian los terremotos que se avecinan.