Perú actuó rápido, pero igual sufre uno de los brotes más grandes de América Latina
Mayumi Matto se aventura a salir del confinamiento obligado por el coronavirus solo dos veces por semana, partiendo de la casa que comparte con 15 familiares.
A las 7:00 am Matto, de 28 años, se une a la fila en la entrada del mercado en Puente Piedra, un barrio duro en las afueras de la capital peruana. Es una escena que se ha vuelto familiar en todo el mundo: solo se les permite ingresar a aquellos que usan cubrebocas. Los guardias de seguridad hacen cumplir la política de “sale uno, entra uno”. Los clientes que esperan mantienen la distancia entre ellos.
Pero una vez dentro del mercado, todo cambia.
“Esto está lleno”, dice Matto. “Es imposible moverse sin chocar con las personas. Todos tienen prisa por entrar y salir lo más rápido que puedan, sin ser infectados. Los guardias de seguridad intentan pedir a las personas que mantengan su distancia, pero es inútil”.
La experiencia de Matto es habitual en Perú, donde gran parte de los 31 millones de ciudadanos compran la mayoría de sus alimentos en mercados callejeros informales que siguen estando gravemente abarrotados y donde el concepto del espacio personal está entre los más limitados del mundo. Esas dificultades ayudan a explicar por qué el número de casos de coronavirus reportados en el país andino se ha disparado, a pesar de una temprana y decisiva respuesta contra la pandemia.
Los casos confirmados en Perú pasaron de 7,519 el 12 de abril a 16,325 el 21 de abril. En América Latina, solo Brasil, que tiene una población siete veces más numerosa, tiene más casos. Un brote que inició en Lima se ha propagado por todo el país, llegando incluso a comunidades indígenas en la Amazonía.
“El gobierno ha hecho muchas cosas bien”, dice Ciro Maguiña, epidemiólogo y vicedecano del Colegio Médico de Perú. “Pero su enfoque se ha centrado demasiado en los hospitales -¿hay suficientes camas y respiradores?- en vez de en las comunidades. Tiene que haber mucho más trabajo en las comunidades para prevenir el contagio”.
El aumento de casos confirmados es en parte atribuible al incremento de la aplicación de pruebas de diagnóstico. Con la llegada de nuevos kits, el gobierno del presidente Martín Vizcarra pasó esta semana de diagnosticar alrededor de mil personas al día, a 10,000.
Sin embargo, las personas que representan los nuevos casos se habrían contagiado durante una de las cuarentenas más estrictas de América Latina, la cual ya va por su quinta semana. Los vehículos privados están prácticamente prohibidos en las calles, las personas pueden salir de sus casas durante el día solo para comprar alimentos o por razones médicas, y todas las noches hay un toque de queda desde las seis de la tarde hasta la cuatro de la mañana.
Sin embargo, hay algunas situaciones que las cuarentenas no pueden prevenir. Muchos peruanos pobres viven en lugares insalubres y hacinados. Solo en Lima, cerca de un millón de personas carecen de agua potable. Las prácticas culturales tampoco ayudan. A los peruanos les gusta el contacto: un estudio de 2017 reveló que solo Argentina tiene una concepción del espacio personal más limitada. Los peruanos, normalmente, se detienen varios centímetros más cerca de los extraños que los estadounidenses.
Además, algunos peruanos han estado desacatando la cuarentena. Hasta el momento, poco más de 60,000 personas han sido arrestadas por violar las reglas. Entre ellas, varios policías que fueron descubiertos tomando cerveza en reuniones privadas prohibidas. En uno de los casos más notorios, un policía en el departamento de Cuzco fingió tener síntomas de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, para obtener permiso remunerado por enfermedad, y posteriormente fue encontrado ebrio en una plaza.
Sin embargo, también han sido detenidas algunas madres solteras, principalmente por violar una controversial medida de género en la que hombres y mujeres debían alternar sus días de salida. La medida, diseñada para motivar a las familias a designar a un solo comprador, fue rápidamente eliminada.
La creciente tendencia de casos en Perú podría ser un presagio de las cosas que están por venir en otros países en vías de desarrollo con deficientes condiciones sanitarias, instituciones públicas débiles y escasa confianza en las autoridades.
El manejo de la pandemia por parte de Vizcarra ha sido ampliamente elogiado en el país. Ofrece alocuciones televisivas diarias similares en estilo a las del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. Su índice de aprobación ha alcanzado casi 90%, de acuerdo a una encuesta realizada por Ipsos a través de WhatsApp.
A pesar del incremento drástico de casos confirmados, Vizcarra insiste que la tendencia está empezando a disminuir.
El gobierno ha puesto en marcha un paquete de ayuda de 26 mil millones de dólares, equivalente a 12% del Producto Interno Bruto, que incluye pagos directos a la población. Sin embargo, muchas personas se están quedando fuera de ellos. Entre ellas, Matto. Antes de la epidemia, ella ganaba alrededor de 45 soles al día -cerca de 13 dólares- cobrando los pasajes en una “combi”, uno de los minibuses destartalados que fungen como transporte público en el país. En la actualidad, Matto, su esposo y su hijo de nueve años están viviendo de los ahorros.
La tensión ha comenzado a surgir. Esta semana, una caravana de cientos de familias desesperadas abandonó Lima a pie para caminar hacia el este, a través de la espeluznante carretera central, para regresar a sus casas en los Andes. Se encontraron con las fuerzas de seguridad. Tras una confrontación inicial, las autoridades persuadieron a los viajeros de dejarse aplicar las pruebas de diagnóstico del coronavirus, y a que les dejaran organizar el transporte. 42 migrantes dieron positivo y están en cuarentena.
Perú también alberga cerca de un millón de refugiados venezolanos, por lo general en empleos informales mal remunerados que han desaparecido durante el último mes.
“Hay mucha hambre”, dice Garrinzon González, quien dirige la Unión Venezolana en Perú, un grupo autogestionado que brinda ayuda a los inmigrantes. “Puedo escuchar la desesperación en sus voces cuando me llaman. Hay personas que están sobreviviendo tomando agua hervida con azúcar. Es terrible”.