Una elección amarga. Acusaciones de fraude. Y, ahora, una reconsideración

0
260

Un minucioso examen de los datos de la elección boliviana sugiere que el análisis inicial de la OEA que planteó dudas sobre fraude electoral -y ayudó a derrocar a un presidente- fue defectuoso.

Fue la elección más disputada en décadas: Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, se postulaba para un cuarto mandato, enfrentando una oposición que lo veía como un líder autoritario y reacio a renunciar al poder.

Al comenzar el conteo preliminar de votos, el 20 de octubre de 2019, las tensiones aumentaron. Cuando el recuento se detuvo -de repente y sin explicaciones- y luego se reinició al día siguiente, mostró que Morales tenía los votos suficientes para ganar las elecciones a duras penas.

Entre sospechas de fraude estallaron protestas en todo el país y la comunidad internacional recurrió a la Organización de Estados Americanos, que había sido invitada a observar las elecciones, para que las evaluara.

La declaración de la organización, que señalaba “un cambio inexplicable” que “modifica drásticamente el destino de la elección”, levantó sospechas acerca de la votación y provocó una serie de eventos que cambió la historia de la nación sudamericana. La oposición aprovechó el reclamo para intensificar las protestas, reunir apoyo internacional y, semanas después, sacó a Morales del poder con apoyo militar.

Ahora, un estudio de investigadores independientes, que utiliza datos obtenidos por The New York Times de las autoridades electorales de Bolivia, descubrió que el análisis de la Organización de Estados Americanos era deficiente.

Los investigadores descubrieron que la conclusión de que los votos a favor de Morales aumentaron inexplicablemente una vez que el conteo se reanudó estuvo basada en datos incorrectos y técnicas estadísticas inapropiadas.

“Examinamos detenidamente la evidencia estadística de la OEA y hallamos problemas con sus métodos”, dijo Francisco Rodríguez, un economista que enseña estudios latinoamericanos en la Universidad de Tulane. “Una vez que corregimos esos problemas, los resultados de la OEA desaparecen, sin dejar evidencia estadística de fraude”.

Rodríguez realizó el estudio con Dorothy Kronick, experta en política latinoamericana en la Universidad de Pennsylvania, y Nicolás Idrobo, estudiante de doctorado en la misma universidad y coautor de un libro de texto sobre métodos estadísticos avanzados. Su estudio es un documento de trabajo que aún no ha sido sometido a una revisión de pares.

Ciertamente, los autores dicen que su análisis se enfoca solo en el análisis estadístico de la OEA sobre los resultados de la votación, y no prueba que la elección haya sido libre y justa. De hecho, se documentaron muchos problemas con la votación.

En un intento por sofocar las protestas que se produjeron al anunciar su victoria, Morales llamó a la OEA a conducir una auditoría electoral “vinculante”.

El informe resultante de 100 páginas, publicado en diciembre, contiene la evidencia de errores, irregularidades y “una serie de operaciones maliciosas” destinadas a alterar los resultados. Estos incluyen servidores ocultos de datos, comprobantes de votación manipulados y firmas falsificadas, que según la organización imposibilitaron validar los resultados de las elecciones.

La OEA encontró evidencia de modificación de por lo menos 38.000 votos. Morales proclamó su victoria por un margen de 35.000.

“Hubo fraude, simplemente no sabemos dónde y cuándo”, dijo Calla Hullum, una experta en Bolivia de la Universidad de Miami que presenció la elección y analizó los hallazgos de la OEA.

“El problema con el informe de la OEA es que lo hicieron muy rápido”, dijo Hullum. Eso configuró la narrativa de las elecciones antes de que los datos pudieran analizarse adecuadamente, dijo.

Esa afirmación inicial de la OEA es lo que los investigadores independientes específicamente cuestionan en su estudio.

La caída de Morales allanó el camino a un gobierno provisional de extrema derecha, liderado por Jeanine Áñez Chávez, que aún no ha cumplido el mandato de supervisar nuevas elecciones. El nuevo gobierno ha perseguido a los partidarios del expresidente, silenciando a la disidencia y trabajado para consolidar su control del poder.

Siete meses después de la caída de Morales, Bolivia no tiene un gobierno electo ni una fecha oficial de elecciones.

La OEA dijo que respalda su análisis estadístico, porque había detectado con éxito los primeros indicios de fraude.

“Es un punto discutible”, dijo el jefe de observadores electorales, Gerardo de Icaza, en respuesta a las dudas planteadas por el nuevo estudio. “Las estadísticas no prueban ni refutan el fraude. Las evidencias sólidas como declaraciones falsas y estructuras informáticas escondidas lo hacen. Y eso es lo que encontramos”.

La acusación inicial de la organización se produjo justo después de las elecciones más disputadas de Bolivia desde el regreso a la democracia en la década de 1980. Para postularse a un cuarto mandato, Morales socavó leyes, llenó el consejo electoral de personas que le eran leales e ignoró los resultados de un referéndum que le prohibió buscar la reelección.

Al afirmar que no se podía confiar en la elección de octubre, algunos líderes de la oposición dijeron que paralizarían al país si Morales declaraba la victoria.

Por su parte, los partidarios en gran parte indígenas de Morales, por temor al regreso de los políticos conservadores que habían sido la regla en el país antes de que Morales asumiera el poder en 2006, juraron defender sus ganancias políticas a toda cosa.

El Departamento de Estado de Estados Unidos reaccionó rápidamente a la declaración de la OEA, acusando a los funcionarios electorales de intentar “perturbar la democracia de Bolivia”. Carlos Mesa, el principal candidato de la oposición, y Luis Fernando Camacho, uno de los principales líderes de las protestas, citaron la afirmación de la organización al justificar sus llamados a la acción callejera.

“La OEA, como veedor, ratificó las dudas que teníamos todos los bolivianos y esa preocupación de que nos habían violentado el voto”, dijo Camacho en un video el 22 de octubre.

Las manifestaciones se intensificaron en las semanas siguientes, Morales comenzó a perder el apoyo de las fuerzas de seguridad. El goteo de las deserciones del gobierno se convirtió en una inundación.

Morales, visiblemente demacrado, apareció en televisión nacional para ofrecer nuevas elecciones, pero para entonces era demasiado tarde. Ese mismo día, los militares le pidieron a Morales que se retirase. Huyó al exilio poco después.

“La OEA terminó de hundir la legitimidad que podía tener el resultado de la votación”, afirmó el analista Gonzalo Mendieta, un destacado columnista boliviano.

En su auditoría de las elecciones, la organización dijo que encontró una “tendencia altamente improbable en el último 5 por ciento del recuento” que empujaba a Morales por encima del umbral para una victoria absoluta, sin una segunda vuelta.

Los autores del nuevo estudio dijeron que no pudieron replicar los hallazgos de la OEA usando las técnicas que probablemente empleó. Dijeron que apareció un cambio súbito en la tendencia solo al excluir los resultados de las cabinas de votación procesadas manualmente y con informes tardíos.

Esto sugiere que la organización usó un conjunto de datos incorrectos para llegar a su conclusión, dijeron los investigadores. La diferencia es significativa: las 1500 cabinas de votación tardías que fueron excluidas representan la mayor parte de los votos finales que el análisis estadístico de la OEA afirmó que eran sospechosos.

Además, los académicos dijeron que la organización usó un método estadístico inapropiado que creó artificialmente la apariencia de una ruptura en la tendencia de la votación.

El consultor de la OEA que realizó su análisis estadístico, el profesor Irfan Nooruddin de la Universidad de Georgetown, dijo que el nuevo estudio tergiversó su trabajo y se equivocó. No proporcionó detalles ni compartió sus métodos o datos con los autores del estudio, a pesar de las reiteradas solicitudes.

Por su parte, De Icaza, de la OEA, dijo que, en términos generales, los datos de las elecciones más recientes de Bolivia eran demasiado defectuosos para extraer conclusiones significativas.

“Estás haciendo un ejercicio estadístico con documentos falsificados”, dijo. “La pregunta no es si los números falsos suman. La pregunta es si son falsos o no, y lo son”.

 

Julie Turkewitz colaboró con reportería desde Bogotá, Colombia.