A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas, se dieron cuenta de que estaban, y el narrador también, cogidos en la misma red y que había que arreglárselas”. Lo escribió Albert Camus en La peste, publicado en 1947, terroríficamente vigente hoy, cuando subsistimos a la crisis de la Covid-19. Pero lo peor, en nuestra realidad, eclipsada por la erosión de la pandemia; personas desvanecidas, ya sin vida, en las puertas de los hospitales mal llamados Covid-19. Dramáticos videos, mujeres pidiendo socorro para no ver morir a un ser querido en la puerta de algún nosocomio indistintamente en La Paz, Santa Cruz o en el Beni; mientras en Cochabamba como para querer llamar la atención, los muertos son velados en plena calle. “Así se conmoverán las autoridades de que necesitamos donde enterrar a nuestros muertos”, dicen los familiares cubiertos de mascarillas. Los rastrillajes en casas particulares también generaron sus propios dramas. “Cogidos en la misma red y que había que arreglárselas”, parafraseando de nuevo a Camus.
A los pocos días decretada la cuarentena, constatamos que el Hospital Obrero, el más importante servicio de la red pública, seguía atendiendo sin normas de cuidado a los enfermos pacientes que ingresaban por la misma puerta, tocaban el mismo mármol frío de la recepción, los pasamanos de las gradas y usaban los mismos baños ensuciados. Y ya adentro, las enfermeras y los auxiliares de enfermería cumplían sus turnos sin los cuidados de bioseguridad que recomendaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), sentada en el banquillo de los acusados por no haber alertado a tiempo sobre la expansión de la pandemia cuando brotó en un mercado de Wuhan (China). Luego de 100 días el 60% de los trabajadores en salud de ese centro se han contagiado con la Covid – 19, generando un singular drama para sustituir con personal capacitado de enfrentar la pandemia.
Hace apenas unos días el presidente de los Estados Unidos reivindicó sus amenazas retirando a modo de castigo la asistencia financiera al organismo. Donald Trump recibió a cambio embestidas de intelectuales y expertos en salud que no aceptan que la potencia mundial le dé las espaldas al organismo como queriendo señalar a un culpable. Entretanto, la pandemia avanzaba descontrolada por esta parte del planeta a un ritmo alucinado.
“Lo peor está por venir”. La frase de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, seis meses después de la primera notificación sobre la aparición del nuevo coronavirus ya era una voz tardía ante la amenaza de más contagios en América Latina.
La declaración profética de la máxima autoridad de la OMS, llegó semanas después con desgracias. En La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, aparecieron de forma recurrente ataúdes con cadáveres envueltos en bolsas negras, sobre carretillas, encima de ladrillos apilados en las calles y avenidas. Para aislar los sitios infectados, los vecinos crearon un perímetro de seguridad para evitar más contagios. Un dirigente vecinal relató que algunos cadáveres en Cochabamba no hallaron un depósito seguro y permanecieron por varios días junto a sus seres queridos dentro de sus mismas casas.
Estos escenarios dantescos son testimonios de los dramáticos momentos que están viviendo miles de familias en medio de la pandemia. A pesar de esta cruda realidad, las autoridades insisten que los sistemas sanitario y funerario aún no colapsaron sino solo se hallan saturados. Juego de palabras que en los hechos no tienen ninguna credibilidad en la población. “Yo llamé a las ambulancias para que nos ayuden porque le faltaba oxígeno a mi papá y no les dio la gana de venir. ¿Qué puedo hacer? Soy menor de edad (…) Si las autoridades no hacen nada, las familias van a sufrir más”, la historia es recurrente en cualquier ciudad de Bolivia.
Seis meses después de la alarma de la OMS, dejan 13 millones de casos confirmados, más de 700 000 muertos y tocadas las economías de prácticamente todos los países. Como si fuera poco, la OMS avisa que la transmisión se está acelerando y no se ha alcanzado el pico.
La ministra de Salud de Bolivia Eidy Roca dio también razones al respecto. Dijo que el contagio comunitario ahora llegó al seno familiar. Es decir, la peste rebasó el umbral de cada casa en Bolivia lo que podría generar más enfermos y, por lo tanto, un desborde y descontrol. En este sentido, el director general de la OMS comentó que, si bien parece que se ha estabilizado el número de muertes a nivel global, algunos países han logrado un progreso significativo en la reducción de la mortalidad y otros la están aumentando. El país camina hacia éste horizonte.
Bolivia comienza a padecer por el virus
En Bolivia la peste del coronavirus (Covid-19) puso al descubierto el raquítico control sanitario del Estado, frente a la impotencia del Gobierno de responder con eficacia la contención de la pandemia cinco meses después. La frase “lo peor está por venir”, agrega motivos al dramatismo. La pandemia arrecia en Latinoamérica y Caribe, que ha pasado de 40 000 casos diarios a primeros de junio a más de 60 000 a primeros de julio. Con Brasil, México, Perú y Chile como los países que más casos confirmados aportan.
Contra todo pronóstico, en Bolivia hasta fines de agosto la proyección es que la cantidad de bolivianos infectados superaría los 170 000 mientras que el reporte de decesos podría superar los 10 000, señalan informes internacionales recabados por dat0s de centros de monitoreo internacional como la Universidad Johns Hopkins de los EEUU. En la estadística mundial, Bolivia ya llegó al puesto número 40, con más de 50 000 casos de la Covid-19, y al parecer no deja de subir, según la misma universidad.
En un mensaje de twitter la presidenta transitoria Jeanine Añez, aislada por haber dado positivo a la Covid-19, puso al descubierto el lastre que está generando la pandemia en el Estado y la urgencia que existe de contener el virus, que no solo bajo el telón a un precario sistema de salud público y privado, sino, el olvido y postración al que dejaron al sector los gobiernos subnacionales (Gobernaciones y Alcaldías) los últimos 14 años. La ministra de Salud también contagiada dijo en un mensaje grabado que “si el Gobierno no hubiera dispuesto la cuarentena rígida en los meses de marzo, abril y mayo, además de parte de junio, se hubiera llegado al millón de contagios”. Pero más allá de que las cifras sigan subiendo hasta que alcance el pico, el desconcierto impacta en lo íntimo de todos los hogares de bolivianos por la falta de criterio de quienes han tenido en sus manos el poder, desatendiendo la salud a niveles infrahumanos.
Estadísticas
Según reporte diario de la Alcaldía de La Paz de los 2 483 casos positivos acumulados de coronavirus Covid-19, 1 083 corresponden a la población de entre 20 y 39 años.
En el grupo de entre 0 a 19 años existen 151 personas que dieron positivo al coronavirus; de 20 a 39 años, 1 083; de 40 a 59 años, 909 casos; y de 60 a más años, 340; de todo estos el 47% son mujeres y el 53% varones, todos en el municipio de La Paz.
El Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) en Cochabamba reporta a diario al Sedes entre 14 y 23 levantamientos por lo que propuso habilitar camiones frigoríferos para guardar, momentáneamente cadáveres frente al colapso de los cementerios.
En Cochabamba en un solo día las brigadas identificaron 24 personas sospechosas, siete aislados, 20 confirmados que hacen su manejo en domicilio y 15 que no quisieron ser atendidas, informó el Sedes.
En Santa Cruz los rastrillajes se inician al despuntar el alba hasta que el sol cae. Son 250 voluntarios que se suman a esta tarde que alcanza en el mejor de los casos a 20.00 familias de cinco unidades familiares.