La pandemia agranda la brecha en América Latina: ocho nuevos multimillonarios y 50 millones más de pobres

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Marcos Galperín, el fundador de la empresa de comercio electrónico Mercado Libre, ha visto crecer su patrimonio neto un 68% desde 2019 y es hoy la primera fortuna individual de Argentina. Su caso no es el único. En América Latina, el continente más desigual del mundo, la brecha entre ricos y pobres se ha agrandado aún más por la pandemia de la covid-19. Desde marzo, ocho magnates latinoamericanos han superado la barrera de los mil millones y en su conjunto, las élites económicas de la región han ampliado su patrimonio en 48.200 millones de dólares, un 17% más que antes de la aparición del coronavirus, según Oxfam. En el otro extremo, la recesión económica en el continente puede provocar que hasta 52 millones de personas caigan en la pobreza y 40 millones pierdan sus empleos, lo que supondría “un retroceso de 15 años para la región”, advierte la ONG, que propone gravar la riqueza para evitarlo.

“Para la gran mayoría de la ciudadanía, los confinamientos han acabado por ahogar los magros ahorros o mostrado la vulnerabilidad de unos servicios públicos que no alcanzan a garantizar cobertura ni derechos. En cambio, ser extremadamente rico en América Latina y el Caribe te convierte prácticamente en inmune a esta crisis económica”, denuncia Oxfam en su informe ¿Quién paga la cuenta? Gravar la riqueza para enfrentar la crisis de la COVID-19 en América Latina y el Caribe.

Brasil, el país más castigado por el virus SARS-CoV-2 con 2,4 millones de personas contagiadas y más de 87.000 muertos, es también el que ha registrado el mayor salto de las grandes fortunas. Los multimillonarios brasileños han aumentado su riqueza estos meses en 34.000 millones de dólares. En Brasil, como en gran parte del continente -a excepción de Argentina, Colombia y Uruguay-, ni siquiera existe un impuesto al patrimonio, aunque es uno de los países que discute aplicar algún tipo de gravamen extraordinario a los más ricos.

“El 10% más rico de América Latina apenas paga un tipo efectivo del 4,7%”, afirma por teléfono Asier Hernando, director interino de Oxfam para América Latina y el Caribe. Hernando defiende una triple subida de impuestos a los que más tienen para que contribuyan a los gastos extraordinarios de la crisis: un gravamen al patrimonio, a las empresas con ganancias extraordinarias por la pandemia y a las empresas digitales que operan sin tributar casi nada en los países donde generan sus ingresos, detalla Hernando.

“Con el diseño actual de impuesto al patrimonio neto, existente en tan solo tres países, en el mejor de los casos se recaudaría en total un máximo de 281 millones de dólares. Si se aplicara en todos los países un impuesto extraordinario a las grandes fortunas con carácter progresivo, entre el 2% y el 3,5% en cada país, se podría recaudar hasta 14.260 millones de dólares, cincuenta veces más”, señala el documento.

Aún así, esa recaudación es muy inferior a la caída de ingresos estimada por la ONG para Latinoamérica en 2020: 113.000 millones de dólares, equivalente al 2% del PIB regional y el 59% de toda la inversión pública en salud.

“Las élites latinoamericanas no se han destacado por su compromiso por sus países, pero esta es una situación extraordinaria en la que se han de generar las condiciones para que lo hagan”, subraya Hernando. El director regional de Oxfam cree necesario tomar medidas contra la elevada evasión fiscal, equivalente al 6,1% del PIB del continente, según la Cepal, el doble que los paquetes de estímulos económicos puestos en marcha por los gobiernos para paliar las consecuencias de la pandemia.

“Si se agudiza aún más la brecha, de ser una crisis sanitaria pasará no solo a ser una crisis económica y social sino también política”, augura Hernando al recordar que en 2019 hubo grandes movilizaciones sociales en países como Chile, Colombia y Ecuador encabezadas por una clase media defraudada por las expectativas incumplidas. Según el último Latinobarómetro, tres de cada cuatro latinoamericanos cree que sus gobiernos están al servicio de los más poderosos y la desconfianza en las instituciones va en aumento. “Es una situación histórica en la que hay que tener altura política”, advierte Hernando, “Si no vamos a hipotecar a la siguiente generación”.