Arturo Murillo ha sido destituido de su rol estelar en el Gobierno transitorio después de haber jugado el triste papel de la derrota. Hoy las redes sociales estaban infestadas de comentarios contra el líder de Creemos Luis Fernando Camacho pero nada dijeron los sectores conservadores que actúan en la red de Murillo y de otros personajes que avivaron desde octubre de 2019 la derrota electoral apabullante.
Fue Murillo quien azuzó en los oídos de la presidenta transitoria el triste papel de Rasputín venido a menos. Sin parecerse al místico ruso que empleaba sus poderes proféticos y de sanación para influir al zar, Murillo en cambio se convirtió en la armadilla perfecta para actuar desde un puesto clave en el Gobierno, el de la seguridad del Estado, para mantener a pique y repique a sus adversarios empleando para cada ocasión la omnívora capacidad de furia articulada con el mismo empeño contra sus rivales políticos.
Se le escuchaba lo que debía contestar la presidenta transitoria en sus intervenciones con la prensa. No cejó de denunciar al anterior Gobierno por sus vínculos con el narcotráfico y en su arremetida atropelló regiones en las que la presencia del partido saliente gozaba de respaldo popular. No contento con eso intentó coartadas poco atinadas para demostrar que ejercía el poder y la razón al mismo tiempo, denunciando fechorías, las mismas que cometía en sus intrépidas acciones.
Se presentó casi siempre temerario vestido de policía y no dejó de exhibir una arrogancia desmedida. Se dice que fue uno de los activos impulsores en la decisión de hacer de Añez candidata en lugar de cumplir la misión de convocar a elecciones -una vez autoproclamada presidenta- para ahuyentar los fantasmas del pasado. Esa diáspora la obligó, faltando pocas semanas para la contienda electoral a renunciar a su candidatura, ya tarde; sin posibilidades de articular la unidad que podría enfrentar al MAS. Murillo uso con desmedida autoridad consignas extremistas: fraude, corrupción y narcotráfico. Estribillos que se convirtieron en el lamento de las campañas que peleaban contra el masismo.
Los resultados del domingo 18 son una lección variopinta de la debacle de sectores políticos y de la propia prensa encasillados en la arremetida contra los candidatos del MAS Luis Arce y David Choquehuanca. Sus consignas bumerán se convirtieron en el faro de la campaña proselitista que los condujo a la derrota.