Arce usa medio discurso para culpar a Añez y el Vice se enfoca en sanar heridas
La mitad del discurso de investidura del presidente Luis Arce (15 de los 29 minutos que duró) fueron destinados a culpar al gobierno transitorio de Jeanine Añez por todos los males ocurridos durante el último año, excepto la pandemia. El flamante mandatario, que ayer juró al cargo en la Asamblea Legislativa, responsabilizó al “gobierno de facto” por haber mutilado la democracia, por haber provocado la crisis en la que se encuentra Bolivia, por haber perseguido a los dirigentes del MAS, por haber provocado la muerte de bolivianos en Sacaba, Senkata y el Pedregal, por haber escamoteado la voluntad popular en las urnas en noviembre del año pasado, por ser un régimen golpista.
Cuando Arce pronunció estas acusaciones apenas habían pasado unos minutos de la finalización del discurso del vicepresidente David Choquehuanca que, a diferencia del Primer Mandatario, se enfocó en la reconciliación. El segundo hombre al mando del país prometía trabajar para superar el odio, el racismo y la persecución, ofrecía garantías para la libertad de expresión, terminar con la judicialización de la política, con el abuso de poder y con la impunidad, para dar paso a una justicia independiente y “sanar las heridas”.
De eso hablaron los mandatarios luego de jurar a sus cargos frente a invitados especiales, entre ellos el rey Felipe y tres jefes de Estado sudamericanos; pero, en ausencia de la oposición. El expresidente Carlos Mesa y su bancada abandonaron el hemiciclo luego de hacer pública una protesta con carteles por la supresión de los dos tercios de votos en los reglamentos legislativos, mientras que la bancada de Creemos prefirió concentrarse en la plaza 24 de Septiembre de Santa Cruz y no asistir a la toma de posesión.
En cambio, de lo que no hablaron Arce y Choquehuanca es de Evo Morales. El nombre del expresidente y principal líder del MAS no fue pronunciado en el hemiciclo, aunque el presidente Arce mencionó que en octubre del año pasado hubo un ganador en las elecciones fallidas.
Los mandatarios tampoco hablaron de la principal demanda de la oposición, es decir, de la restitución de los dos tercios de votos en los reglamentos legislativos, que fueron anulados horas antes de que la vieja Asamblea cesara en sus funciones para que de ahora en adelante los debates parlamentarios se decidan por mayoría absoluta, que es lo que logró el MAS en las elecciones del 18 de octubre.
Los más de 500 años de opresión y colonialismo que solían ser recurrentes en los discursos de Morales, tampoco se escucharon ayer. Y, a diferencia de aquellos años, en los que el expresidente se comparaba con toda la era republicana, ahora Arce se centró en denunciar que la debacle económica y política es responsabilidad del gobierno transitorio, sin mencionar que, cuando el MAS salió del poder, la crisis ya había empezado con un alto índice del déficit, caída de las reservas internacionales, crecimiento de la deuda y aumento del desempleo, entre otros.
“A partir del 10 de noviembre de 2019, después de 21 días en que se escamoteó la voluntad popular expresada en las urnas y que dieron un ganador, Bolivia fue escenario de una guerra interna y sistemática contra el pueblo, especialmente contra los más humildes”. Con esas palabras empezó Arce su discurso.
Dijo que la persecución contra los dirigentes del MAS se tradujo en muertos, heridos, encarcelados, perseguidos, asilados y exiliados y que ” Sacaba, Senkata y El Pedregal son una prueba irrebatible de la brutalidad del régimen”. De esa forma evocó la muerte de más de 30 personas ocurridas en enfrentamientos con la Policía y las Fuerzas Armadas, aunque no dijo nada de los fallecidos del bando de los opositores que cayeron a manos de civiles que defendían al MAS.
Aseguró también que todos los requisitos de un sistema democrático “fueron mutilados en un año de un gobierno de facto”.
En lo económico, denunció que es culpa del mismos gobierno, la caída del PIB hasta en un 11%, un déficit del 12,1%, una disminución de las reservas hasta los 6.459 millones de dólares. “Hoy nuestra patria enfrenta una triple crisis iniciada en noviembre de 2019 con el golpe de Estado y profundizada con la pandemia”, dijo al calificar éste como el peor momento del país en 40 años.
En la otra mitad de su discurso, Arce dijo que gobernará para todos, que se rectificarán los errores que se hayan cometido en el pasado y se profundizarán los logros.
Mientras Arce daba su discurso mirando el retrovisor, David Choquehuanca sumergía a la audiencia en la filosofía andina del vivir bien y del convivir bien, para dar paso a la reconciliación entre bolivianos.
“Vamos a promover las coincidencias opositoras para buscar soluciones entre la derecha y la izquierda”, empezó su lista de promesas luego de hacer un repaso por las formas de convivencia entre los indígenas.
“Los bolivianos debemos superar la división, el odio, el racismo, la discriminación entre compatriotas, ya no más persecución a la libertad de expresión, ya no más judicialización de la política”, decía Choquehuanca, mientras arrancaba aplausos del hemiciclo.
“Ya no más abuso de poder, el poder tiene que ser para ayudar, el poder tiene que circular, el poder, así como la economía, se tiene que redistribuir, tiene que circular, tiene que fluir”. Aludía así al expresidente Evo Morales quien se había negado a dejar el mando hasta que su presidencia terminó abruptamente.
Continuó afirmando que “la justicia tiene que ser verdaderamente independiente, pongámosle fin a la intolerancia, a la violación de los derechos humanos y de nuestra madre tierra”.
Y remató explicando que esto “significa sanar heridas, mirarnos con respeto, recuperar la patria, soñar juntos, construir hermandad, armonía, integración, esperanza para garantizar la paz y la felicidad de las nuevas generaciones”.
Los tonos usados por los mandatarios también se diferenciaron entre sí. Mientras Choquehuanca parecía un amauta dando lecciones de vida, Arce sacaba enojo y fuerza en cada palabra.
Concluidos los discursos, las redes sociales se llenaron de mensajes marcando las diferencias entre uno y otro y preguntando cuál de las dos visiones y maneras de gobernar se impondrá los próximos cinco años en el país.
“Nos comprometemos a rectificar lo que estuvo mal”
El presidente Luis Arce Caracora, en su discurso de posesión, además de responsabilizar al gobierno de Jeanine Añez por todo lo malo sucedido en el país en el último año, habló de unidad y de gobernar para todos.
En su discurso de 29 minutos, Arce pronunció cuatro veces la palabra “unidad,” siete veces la frase “gobierno de facto” y cinco veces la acepción “golpe”, para acusar al gobierno de Añez de haber mutilado la democracia.
En lo que se puede interpretar como una autocrítica por lo ocurrido durante los casi 14 años de gobierno de Evo Morales dijo: “Nos comprometemos a rectificar lo que estuvo mal y a profundizar lo que estuvo bien”.
En esa misma línea, agregó que él cree en la justicia y en “no en fomentar un ambiente de resentimiento y de venganza, que no respete la diversidad de pensamiento, en donde ser de otro partido o color político te hace ser objeto de odio”.
Decíamos en otra nota que Arce dedicó la mitad de su discurso a criticar a Añez. La otra mitad estuvo destinada a “enviar un mensaje de esperanza” con la promesa de sacar al país de la triple crisis en la que se encuentra: política, económica y de salud.
“Este 8 de noviembre de 2020 iniciamos una nueva etapa en nuestra historia, y queremos hacerlo con un gobierno que sea para todas y para todos, sin discriminación de ninguna naturaleza”, dijo.
En lo económico prometió profundizar las políticas que durante 14 años permitieron “a todos” disfrutar de la riqueza, a través de la redistribución del ingreso, que llega a la ciudadanía en bonos.
Dijo que todas sus promesas de campaña serán cumplidas, entre esas figuran la dotación de un bono de mil bolivianos antes de que termine el año, la suspensión del pago de la deuda externa por dos años, el impuesto a la riqueza y la reducción del IVA para compras electrónicas y para los más pobres. Si bien esas medidas no fueron mencionadas en el discurso, constituyen promesas de campaña.
Estando en presencia de delegaciones de diferentes partes del mundo, particularmente la de Estados Unidos, Arce aprovechó para delinear su política exterior. Dijo que Bolivia es una nación soberana y que su voluntad es trabajar en un mundo multipolar, “en el que no exista la supremacía de ninguna potencia”.
Reivindicó la cooperación sur-sur, afirmó que la mejor vía para la unidad de América Latina y el Caribe es la Celac y planteó la recuperación de Unasur, un proyecto de integración que quedó congelado tras la salida de varios de sus miembros que acusaron al bloque bolivariano de haber ideologizado las relaciones internacionales.
“Asumo la Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia con mucha humildad, con mucha honra y con mucho agradecimiento por la confianza depositada en nosotros”; dijo en la parte final de su discurso.
Señaló que su aspiración es ser recordado “como el Gobierno en el que el pueblo boliviano se levantó para recuperar la democracia, la dignidad, la paz, el crecimiento y la justicia social”.
Y su promesa de cierre fue: “Venceremos la pandemia, triunfaremos sobre la crisis, como ya lo hicimos en años anteriores, porque somos un pueblo luchador, perseverante y valiente que mira sin miedos y con optimismo, y con la fuerza de saber que nosotros somos capaces de conseguir”.
Arce Catacora es el presidente número 67 de la historia de Bolivia.
Choquehuanca expone filosofía indígena
No sin antes pedir permiso a los dioses, a la Pachamama, a los achachilas y los ancestros, el vicepresidente David Choquehuanca inició su discurso explicando el “pensasiento” (pensamiento y sentimiento) de los indígenas.
Empezó diciendo que “es obligación de comunicarnos, obligación de dialogar, es un principio del vivir bien”.
“Los hijos hemos heredado una cultura milenaria que comprende que todo está interrelacionado, que nada está dividido y que nada está fuera”, dijo para explicar que por eso dicen que “todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todos tengan todo y que a nadie le falte nada”. Y luego pasó a enumerar todas las categorías que implican la colaboración mutua, como el ayni, la minka y otras.
En un discurso quiso integrar a las tierras altas y bajas haciendo mención a los símbolos y modos de vida de las culturas de ambas partes del país. No faltaron el patujú, el jenecherú y el Iyambae en su alocución.
Según Choquehuanca, Bolivia está en una transición que se repite cada 2.000 años “dando inicio al nuevo amanecer, al nuevo Pachakuti en nuestra historia”.
En este nuevo tiempo, dijo, “los bolivianos nos miramos todos iguales y sabemos que unidos valemos más, estamos en tiempos de volver a ser Jiwasa, no soy yo, somos nosotros”. Explicó que Jiwasa es la muerte del egocentrismo, del antropocentrismo y del teocentrismo.
“Estamos en tiempos de recuperar nuestra identidad, nuestra raíz cultural, nuestro sake, tenemos raíz cultural, tenemos filosofía, historia, tenemos todo, somos personas, y tenemos derechos”, enfatizó.
Habló de saber administrar las energías complementarias, la cósmica que viene del cielo con la de la tierra, que emerge de debajo de la tierra”. Explicó que estas dos fuerzas cósmicas interactúan, creando la vida con la totalidad visible que es la Pachamama y la espiritual que es la Pachakama.
“Nuestra revolución es la revolución de ideas, es la revolución de equilibrios, porque estamos convencidos que para transformar la sociedad, el gobierno, la burocracia y las leyes y el sistema político debemos cambiar como individuos”, dijo.
Vaticinó que el país volverá “a nuestro Qhapaq Ñan”, el camino noble de la integración, de la verdad, de la hermandad, el camino de la unidad”. Y, de inmediato enlazó con su propuesta de diálogo, de no odio, no persecución, no abuso de poder.