No podemos salvar nuestra privacidad, pero la democracia nunca la ha necesitado

0
332
privacidad, información

El filósofo político Firmin DeBrabander, profesor de Filosofía en el Maryland Institute College of Art (Estados Unidos), empezó a trabajar en su libro sobre la privacidad en el mundo digital con la idea de defender la importancia social de este valor.

Pero a medio camino se dio cuenta de que, en realidad, no era capaz de definir qué es la privacidad ni tampoco de explicar con precisión por qué es tan fundamental.

Y se encontró con la paradoja de que, aunque se suele pensar en ella como un pilar de nuestras sociedades, en la práctica la mayoría de la gente está dispuesta a ceder sus datos en Internet a cambio de un descuento en el supermercado.

Con este punto de partida, se lanzó a examinar si la privacidad es esencial para una sociedad democrática y plasmó sus originales ideas en su libro “Life After Privacy: Reclaiming Democracy in a Surveillance Society” (el libro no ha sido aun traducido al español, pero su título se podría traducir como “La vida después de la privacidad: reclamando la democracia en una sociedad de la vigilancia“).

En él, tras hacer una minucioso repaso de numerosos ejemplos de cómo hemos perdido nuestra privacidad digital -y nuestra capacidad de defendernos de los que recopilan y analizan nuestros datos y metadatos en Internet- concluye que la privacidad no es esencial para la democracia.

Esta es la entrevista que mantuvo con BBC Mundo, editada por razones de longitud y claridad.

Linea

Una de las cosas que me sorprendió al leer su libro es el repaso histórico que hace del concepto de la privacidad, y cómo es algo relativamente nuevo en la civilización humana.

La privacidad no tiene una fecha de nacimiento muy clara y simple. Se puede ver esta idea emergente en la Cristiandad, por ejemplo, en el Evangelio. Hay algunos pasajes que sugieren que es importante para la fe religiosa.

Y luego en los siglos XVII y XVIII se empiezan a ver menciones, aunque no del todo articuladas. Pero creo que lo que realmente explica la creciente apreciación [social] de la privacidad es el desarrollo de la clase media y de la riqueza.

En el contexto europeo, especialmente en el siglo XVIII, empiezas a ver el desarrollo de la ciudad burguesa y [los burgueses] quieren casas con habitaciones especializadas. En las casas de antes, esto no sucedía, las casas tenían una o dos habitaciones y a menudo la gente trabajaba en casa, o sea que ésta era también espacio público.

Y luego, a medida que mejora el nivel de vida, la gente empieza a esperar esto. En Reino Unido el movimiento obrero empieza a decir que el derecho a la vivienda es un derecho humano y de la clase obrera.

Y que tiene que haber un jardín delantero y trasero y tienen que estar vallados. El gran “regalo” al mundo de Estados Unidos, aunque no creo que sea un regalo, son los suburbios, donde viven la mayor parte de los estadounidenses.

Y este desarrollo suburbial prioriza la privacidad. La actividad social ocurre detrás, en el jardín o en el sótano. Muchos suburbios no tienen ni aceras. Pero todo esto sucedió después de la Segunda Guerra Mundial.

Es decir, que va de la mano con el desarrollo económico. Pero ahora pensamos que es algo esencial a quién somos. Y en su libro argumenta que, en realidad, no es algo esencial. Me pregunto si llegó a esa conclusión tras ver que no hay otra salida posible…La primera parte del libro la dedica a explicar todos los ejemplos que ponen de manifiesto que, básicamente, hemos perdido nuestra privacidad en la esfera digital.

Soy un filósofo político. Yo empecé desde la posición de defender la privacidad, iba a escribir un libro en defensa de la privacidad.

El proyecto empezó en diálogo con mis estudiantes, tras el asunto de Edward Snowden cuando reveló que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos llevaba a cabo un espionaje masivo de los ciudadanos estadounidenses. Y yo les decía a mis alumnos: “Es horrible, ¿verdad?”. Pero ellos no lo veían así.

Así que pensé: tengo que escribir un libro para explicar por qué esto es importante. Pero cuanto más veía las investigaciones disponibles, más me daba cuenta de que esto era imposible.

No hay forma en que podamos salvar la privacidad. Así que voy a intentar entender cómo puede sobrevivir sin ella la democracia. Y luego miré un poco más allá y me di cuenta de que la democracia nunca ha necesitado la privacidad.

Y esto se volvió evidente para mí en dos aspectos. Por un lado, como filósofo, estudié la noción de privacidad: ¿puedes siquiera definirla y defenderla? Y concluí que no, gracias sobre todo al filósofo británico Isaiah Berlin, que me ayudó mucho a entender que no puedes definir la privacidad, es indefinible.

Y, como explico en el libro, es un concepto incoherente. Y te voy a dar un ejemplo. Yo te acabo de argumentar que en la medida en que respetamos la privacidad, es por cuestiones económicas.

Pero para muchos historiadores y pensadores políticos, esto no es del todo aceptable, porque te dirían que la revolución y la democracia estadounidenses se fundaron sobre la defensa de la privacidad.

Y hay un buen argumento: los colonos estaban defendiendo su privacidad frente a los soldados británicos, que estaban invadiendo su propiedad para imponer tasas o estaban acuartelando sus soldados en casas americanas.

Esto es cierto. Pero lo que muchos no saben es que la palabra privacidad no sale mencionada ni una vez en nuestra Constitución. Así que esta institución supuestamente profundamente americana y tradicional no es mencionada ni una sola vez.

[Posteriormente, en 1890, los juristas Samuel Warren y Lous Brandeis escriben en un artículo de revisión de leyes que marcó un hito por su tratamiento de la cuestión: “El derecho a tener privacidad”].

Se vieron incitados por el desarrollo del fotoperiodismo, sentían que las cámaras invadían la privacidad. Y definen la privacidad como el derecho a que te dejen tranquilo. Me di cuenta de que esto es una noción muy ambigua. ¿A quién dejan alguna vez tranquilo, y quién determina si te dejan tranquilo?

El derecho a la privacidad se articula con frecuencia como el derecho a no ser juzgado por los ojos de otros, de estar libre de su coerción.

Pero, cuando caminas solo, todavía llevas el recuerdo de esos juicios contigo. Así que lo que acabé determinando es que la privacidad depende en gran medida de uno mismo, del individuo, si sientes o no el juicio de otra gente. Así que algo objetivo se vuelve subjetivo, varía.

Y pensando en términos de la era digital, sobre los anunciantes, nos siguen online y la preocupación es que nos van a manipular. Bueno, pues alguna gente van a resistir esta manipulación muy fácilmente, y otros no.

¿Y dónde está la frontera entre los esfuerzos extremos por manipularnos y los que son más modestos? Parece imposible decirlo. Si eres o no manipulado tiene poco que ver con los esfuerzos de manipulación y más contigo mismo.

Berlin lo llamaba el área de no interferencia. ¿Y quién permite esta interferencia? Sobre todo, yo mismo.

Lo cual me lleva a otro punto: una de las cosas con las que me enfrenté en el libro es que la privacidad es un valor muy extraño porque la gente parece saber lo que es, parece respetarlo, pero su comportamiento es totalmente el contrario.

Lo cual me hace llegar a la conclusión de que no creo que a la gente le importe mucho la privacidad, para nada.

Lo que es interesante de esta época digital es que nuestros espías no tienen que esforzarse mucho para saber sobre nosotros. Les estamos dando todo. Vivimos nuestras vidas como un libro abierto.

Mucha gente no puede decirme por qué la privacidad es importante. Lo mejor que te dicen es que las invasiones de la privacidad son “creepy”, un término muy ambiguo [en español podría traducirse como horripilante].

No dice nada, no dice que algo esté mal. A la gente la cuesta mucho articular qué es la privacidad. Y creo que se debe a que es una institución muy incoherente.

Sin embargo, en su libro explica el ejemplo de un comercio en Estados Unidos que supo que una adolescente estaba embarazada incluso antes que su familia, por los productos que compraba (y no eran nada obvios, cosas como aceites y algodones), y le empezó a mandar publicidad relacionada. El padre montó en cólera, hasta que se dio cuenta de su hija efectivamente estaba embarazada. Y esto es un ejemplo muy claro de qué es la privacidad: mi derecho a estar embarazada y no decírselo a nadie si yo no quiero.

Sí, yo encuentro este ejemplo muy incómodo. Pero, ¿hay algo malo en él? Exactamente lo que está mal no está nada claro, o es difícil porque la empresa no hizo nada malo.

Este es el tipo de vigilancia que está sucediendo y la mayoría de la gente está contenta de recibir marketing personalizado por parte de estas empresas, ¿sabes? Especialmente si te van a dar promociones y rebajas, o cupones.

Si van a recibir un beneficio real entonces perdonan más fácil, son más comprensivas.

Así que usted llega a la conclusión de que la privacidad es muy difícil de definir. Y su siguiente conclusión es que, en realidad, no es esencial para la democracia. ¿Cómo llegó a esa conclusión?

Por varias vías. La más fácil para entenderlo es mirar a la historia del movimiento obrero en Estados Unidos y del movimiento por los derechos civiles en la década de 1960, o el movimiento gay en la década de 1980.

Estos movimientos, especialmente el de derechos civiles, operaron bajo graves amenazas de violencia en muchos momentos de su existencia. Y en ningún momento fue la privacidad ni siquiera una posibilidad para ellos.

¿Cuál es el supuesto valor de la privacidad? Quien mejor lo articuló fue John Stuart Mill, quien dijo que necesitábamos el derecho a la privacidad porque hay que proteger el espacio para que el individuo piense lo que quiera, para decir lo que quiera. Se trata de tener libertad de pensamiento y de expresión.

Y no debemos invadir la privacidad si queremos promover un ambiente de libertad audaz.

No sabemos dónde van a venir las ganancias en derechos civiles. No sabemos qué ideas y pensamientos van a ser importantes para el futuro, pero la clave es que siempre van a ser considerados una ofensa.

Y luego, la privacidad es importante para que la gente pueda ser autónoma. Así es como logras la autonomía y la creatividad y la valentía de los votantes individuales en una democracia.

Pero el problema es que cuando miras atrás, al movimiento de derechos civiles, por ejemplo, en los años 50 y 60 [del siglo pasado] en Estados Unidos, estos activistas estaban profundamente amenazados. Y eran tratados con violencia, golpeados, asesinados. Estaban oprimidos.

Nunca tuvieron un espacio de privacidad en el que trabajar cuidadosamente sus ideas y hacer planes y pensar. Solo podían hacer avances políticos a través de la organización y los esfuerzos coordinados con grupos más grandes de personas.

Entonces, a fin de cuentas, el problema con la privacidad es que pone demasiado énfasis en el ciudadano individual, pero no hay garantía de que el ciudadano individual realmente vaya a ser un ciudadano democrático efectivo.

Los ciudadanos democráticos se forman en lo que John Dewey, el filósofo estadounidense, llama asociaciones. Es eso es lo que realmente entrena, envalentona y empodera a los ciudadanos individuales.

Así que lo que yo argumento es que, irónicamente, en lugar de ser la privacidad una de las bases de la democracia, es en realidad su resultado.

Por ejemplo, fue gracias a los esfuerzos coordinados y acciones en la esfera pública del movimiento por el derecho de los homosexuales que pudieron asegurar y proteger los derechos privados de las personas gay.

Pero supongo que el miedo es que si no hacemos nada para defender nuestra privacidad online, podemos acabar en una situación en la que ya no tengamos una democracia que nos permita ejercer nuestros derechos en la esfera pública.

Supongo que como ciudadano, me daría mucho miedo que no hagamos nada ahora, que no seamos capaces de controlar lo que pase en el futuro.

Yo hago esta crítica de la idea de privacidad y soy escéptico sobre ella. Pero admito desde el principio en mi libro que a mí me gusta tener privacidad y la valoro, aunque sea difícil decir qué es exactamente.

Y tienes razón, nos enfrentamos a un dilema muy real. Pero mira, por un lado creo que no hay marcha atrás. Especialmente debido a esta pandemia, tenemos que hacer todo, nuestro trabajo, nuestras compras, la enseñanza…online.

Nos estamos volviendo más dependientes de los medios digitales que hacen que nuestros datos sean vulnerables. Pero nos estamos volviendo cada vez más dependientes, no menos, y no veo que esto vaya a cambiar.

Así que supongo que lo que estoy argumentando es que si no vamos a cambiar ese estado de cosas […] y si ese va a ser el futuro, entonces tenemos que equilibrarlo y protegernos con una verdadera organización y orientación democrática. A través de estas asociaciones como el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos. Creo que es extremadamente importante.

Ya sabes, este tipo de asociación en la calle, en la esfera pública es donde se hace el verdadero poder democrático. Y ahí es donde realmente desafías al gobierno.

No creo que se pueda desafiar al gobierno a través de los medios digitales. Creo que los medios digitales son profundamente debilitantes cuando se trata del poder democrático.

 

EtiquetasDemocracia