Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente: No hay vacuna para el cambio climático

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Foto: Getty Images

 

“La dura verdad es que el cambio climático ya está aquí”.

La economista danesa Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, llamó a los países del mundo a intensificar sus medidas concretas contra el calentamiento global.

A pesar de una breve caída en la emisión de gases de invernadero debido a la pandemia, si no se toman acciones urgentes el planeta se encamina hacia un aumento de temperatura superior a 3 grados centígrados para fin de siglo

“Los impactos del cambio climático se intensificarán y el golpe más duro lo recibirán los países vulnerables, aún si se cumplieran las metas del acuerdo de París de contener el aumento de temperatura del planeta bajo 2 grados”, señaló Andersen en la reciente presentación del “Informe sobre la Brecha de Adaptación 2020” de la ONU.

El informe evalúa cómo los países se están preparando para enfrentar el calentamiento global y advierte que la cuarta parte de las naciones del mundo no tienen ningún plan de adaptación para la nueva realidad.

Inger Andersen habló con BBC Mundo sobre qué nos depara el futuro, qué debemos aprender de los jóvenes y por qué es preciso implementar adaptaciones inteligentes basadas en la propia naturaleza.

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Usted señaló hace unos días que “el cambio climático ya está aquí con nosotros”. ¿Qué nos espera si no se toman acciones urgentes?

A esta altura tenemos que comprender que el cambio climático es real, nuestro clima está cambiando de forma intensa y rápida.

Ya vemos impactos como mayor intensidad de tormentas, mayor derretimiento de glaciares, sequías e inundaciones más frecuentes.

El cambio climático ya se puede ver a simple vista, la gente lo está viviendo, el ciudadano promedio no tiene que ser científico para apreciar esto.

Pero cuando consideramos las proyecciones del IPCC, el panel intergubernamental de cambio climático que está integrado por científicos de todo el mundo, vemos que si solo realizamos las acciones que fueron acordadas en París en 2015, el aumento de temperatura a fin de siglo, 2100, será de 3,5 grados.

Recuerden que el acuerdo de París dice que no debemos ir más allá de un aumento de 2 grados, y deberíamos intentar no pasar de 1,5.

Así que necesitamos una decarbonización mucho más rápida de la economía, porque el cambio climático efectivamente ya está aquí y está afectando nuestras vidas.

En una conferencia de prensa este mes afirmó que “no hay una vacuna para el cambio climático”. ¿A qué se refiere?

Lo que quiero decir al afirmar que “no hay una vacuna para el cambio climático” es lo siguiente. Ahora estamos en medio de una pandemia que está minando nuestras vidas, sacudiendo nuestras economías, que ha causado pérdidas terribles de madres, padres, abuelos, hermanas y hermanos, esposas, esposos. Y aún está causando sufrimiento incalculable, tristeza, penurias económicas.

Ahora estamos vislumbrando alguna luz al final del túnel con la vacuna, además de las otras medidas como el distanciamiento, lavado de manos, etc. Hemos encontrado una solución tecnológica que se puede inyectar y anhelamos hallar un fin a la pandemia. Pero no hay una vacuna para el planeta.

Dar respuesta al cambio climático implica otro nivel de trabajo que debe traer cambios en nuestra forma de consumir, de producir energía, en nuestros sistemas de transporte. Y debemos asegurar al mismo tiempo que nuestros ecosistemas permanezcan intactos para continuar absorbiendo el carbono que emitimos.

Tenemos científicos magníficos que produjeron vacunas en un año, pero el cambio climático no es algo que podamos resolver en un año, es algo en lo que todos necesitamos trabajar y trabajar en forma consistente.

Ahora que Estados Unidos volverá al acuerdo de París muchos creen que “todo estará bien”. Pero usted decía que aún si se cumplen las promesas acordadas en París iremos mucho más allá de 2 grados.

¿Cuál es su evaluación del acuerdo de París?

El acuerdo de París fue un gran, gran avance, porque todos los países se pusieron de acuerdo en algo. ¿Fue tan ambicioso como muchos de nosotros hubiéramos querido? Tal vez no, pero así funcionan las negociaciones multilaterales, se acuerda un punto intermedio desde el cual avanzar.

Si solo implementamos lo que se acordó en París en 2015, como señalé, la temperatura del planeta aumentará 3,5 grados. Pero en París también se acordó que nos reuniríamos cada cinco años y los países presentarían nuevos planes más ambiciosos de reducción de emisiones, lo que se conoce como “contribuciones determinadas a nivel nacional”, nationally determined contributions o ndc.

El primer encuentro cinco años después de París iba a ser en 2020, pero se postergó por la covid y la COP26 (Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático) será en noviembre de 2021 en Glasgow.

Más de 126 países han declarado que llegarán a cero emisiones netas de dióxido de carbono o CO2 para 2050. Si cumplen esas promesas el aumento de temperatura sería a fin de siglo de 2,7 grados.

En cuanto a Estados Unidos, felicito al presidente Biden por anunciar en su primer día de mandato el regreso de su país al acuerdo de París. En su programa electoral, Biden se comprometió a llegar a cero emisiones netas para 2050. Pero aún teniendo en cuenta este cambio en Estados Unidos, el aumento global de temperatura a fin de siglo sería de 2,5 grados.

Claro que 2,5 grados es un grado menos que un aumento de 3,5 si no hacemos nada. Pero la tarea de los países de aquí hasta noviembre es elaborar planes de reducción de emisiones más ambiciosos. Y lo mismo debemos hacer en las conferencias siguientes, porque cada año la tecnología mejora y cada año los precios de la energía renovable bajan, con baterías mejores para almacenar la energía solar, por ejemplo.

De forma que hay un entendimiento de que el acuerdo de París no es estático.

Hablaba de países que se comprometieron a “cero emisiones netas”, es decir, a “compensar” sus emisiones de CO2 con métodos que retiren esos gases de la atmósfera, como bosques, o máquinas que capturan carbono.

¿Pero no hay un riesgo de que estas promesas no contengan soluciones reales? ¿Por ejemplo, que se logre el “cero neto” usando como combustible verde los llamados pellets o cilindros de madera que provienen de bosque cortado en otros países?

Hay una fuerte discusión en torno a esto, y como jefa del Programa de la ONU para el Medio Ambiente yo tengo una opinión fuerte en este tema. Cero emisiones netas significa cero emisiones netas.

Un compromiso de cero emisiones netas significa para los países cambios significativos en sus sistemas de energía y transporte, es lo que la mayoría de las naciones industrializadas deberá hacer.

No deben olvidar que los países del G7, solamente estas siete economías, emiten más del 26%, o sea más de la cuarta parte de todas las emisiones. Si consideramos los países del G20, estas economías producen el 78% de todas las emisiones.

Así que todos estos países ricos tienen una labor por delante y deben además mostrar solidaridad con muchos países que ni siquiera tienen suministro de energía para toda su población. Estos países necesitan energía y deberán hacer un gran salto hacia energías renovables, pero para eso necesitan dinero.

Por eso se deben aportar los US$100.000 millones anuales prometidos en París para un fondo de cambio climático.

ONU Medio Ambiente acaba de lanzar su “Informe sobre la Brecha de Adaptación 2020”, que evalúa cómo los países se están preparando para enfrentar el cambio climático.

El informe señala que un cuarto de los países del mundo no tienen ningún plan de adaptación. ¿Qué es lo que más destacaría de este informe?

El acuerdo de París dice que los fondos destinados a mitigar el cambio climático deben ser equivalentes a los que se invierten en adaptación.

La buena noticia es que el 72% de los países han incluido algo sobre adaptación en sus planes, y cerca de un 50% tiene planes bastante amplios. Pero el problema es que esos planes no están siendo financiados como se había prometido en París.

En 2017 y 2018 más de US$500.000 millones de dólares se destinaron a mitigación, es decir, a reducir las emisiones de CO2 a través de cambios en sistemas de energía y transporte, por ejemplo. Pero en ese mismo período solamente US$30.000 millones fueron hacia planes de adaptación.

Eso no es lo que queremos. Muchos países han emitido muy poco CO2 pero serán golpeados con toda la fuerza del cambio climático. Éstas son las naciones a las que deben mostrar solidaridad los países ricos que causaron este problema.

El informe evaluó unos 1.700 planes de adaptación de diferentes países y concluyó que sólo el 5% de esos planes había tenido algún resultado. ¿Podría darnos ejemplos de qué tipos de medidas efectivas se encuentran en ese 5%?

Las medidas de adaptación dependen de la geografía de cada país, de sus ecosistemas y de cómo el cambio climático está impactando localmente.

Pero sabemos, por ejemplo, que los bosques contribuyen a una mayor humedad del suelo y crean un microclima. Así que promover la agroforestación plantando cultivos bajo la sombra de árboles es beneficioso.

Hemos visto también en el sureste de Asia, por ejemplo, que los manglares reducen el impacto de los vientos y protegen a la población.

Sabemos que los estuarios con algas marinas o arrecifes reducen el impacto de las grandes olas.

Este tipo de adaptaciones en base a proteger la naturaleza son realmente inteligentes.

También hay medidas más modernas en otros sitios como crear microhumedales en las ciudades que absorben el agua durante lluvias intensas. En lugar de acabar en las alcantarillas, el agua va a los humedales.

Rotterdam, por ejemplo, o Copenhague, han introducido estas medidas para recargar sus acuíferos, en lugar de desperdiciar agua que acaba yendo al océano.

Los techos verdes, con plantas, también pueden disminuir la temperatura en una ciudad.

¿Tiene algunos ejemplos de América Latina?

En terrenos empinados son frecuentes terribles deslizamientos de tierra. Esto ocurre en América Latina. Pero sabemos que si hay vegetación en el terreno esta vegetación sujeta la estructura del suelo.

Estos son algunos ejemplos de medidas a las que a veces nos referimos como adaptación basada en ecosistemas, o soluciones basadas en la naturaleza. Se trata de invertir en la propia infraestructura de la naturaleza.

En Curitiba, por ejemplo, se plantaron muchos árboles y la temperatura promedio se redujo varios grados. Esto importa, porque hay una gran diferencia entre 42 y 38 grados durante una ola de calor.

¿Cuál sería su mensaje final para los lectores sobre dónde nos encontramos en la lucha contra el cambio climático?

Creo que debido a la covid en un período muy corto de tiempo el mundo entero, 7.000 millones de personas cambiaron su comportamiento. Debemos pensar en el cambio climático en la misma forma.

Se trata de algo que podemos solucionar pero requerirá que todos lo hagamos, con diferentes niveles de responsabilidad, pero con determinación de hacer cambios en nuestras acciones, en nuestro consumo, y pensar por quién votamos, a quién le damos el poder.

Miremos a la gente joven. Ellos lo entienden. Ellos heredarán nuestro desastre y nos están pidiendo cuentas en las calles, en los diálogos. Ellos exigen que no les dejemos un mundo destruido.

Así que como padres, como abuelos, tenemos esa responsabilidad hacia ellos de cumplir.