Banksy refuerza su lucha por los refugiados

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Banksy es una estrella en el arte callejero, una auténtica leyenda de la cultura popular de la que poco se conoce más allá de su obra, que empezó a aparecer en los muros de Bristol en los años 80. Sus acciones logran hoy una repercusión planetaria, aunque la pieza dure apenas un par de días en la pared, como es el caso de su última intervención. Internet ha dotado de inmortalidad al grafiti, el arte efímero por excelencia. Y la Cosette, protagonista de Los Miserables, que llora a causa de la nube tóxica procedente de un bote de gas lacrimógeno abierto en el suelo, engrosa ya lel mito del artista aunque operarios municipales ocultaran en la mañana del lunes sus lágrimas tras amplios tablones de madera.

La ubicación de la pieza, justo enfrente de la embajada de Francia en Londres, da una idea del mensaje de protesta que ha querido lanzar el misterioso graffitero. Por si había alguna duda, el artista dibujó junto a Cosette un código QR, algo que no había utilizado hasta ahora y que dota a la pieza de un carácter interactivo: escaneado con un smartphone, el código abre el vídeo de una operación policial el pasado 5 de enero en La Jungla, el campo de refugiados junto a la localidad fronteriza francesa de Calais, donde los agentes franceses parecen utilizar gases lacrimógenos contra los buscadores de asilo en Europa.

La acción se produce después de que las autoridades francesas trataran de demoler parte del campo, considerado inseguro, y desalojar un millar y medio de refugiados que allí malviven desde el comienzo de la crisis que ha llevado a miles de migrantes, sobre todo sirios, a huir de sus hogares en busca de asilo en Europa.

 

Se trata de la última pieza, hasta la fecha, de una serie de grafitis de Banksy que denuncian la gestión de la crisis de refugiados por parte de las autoridades europeas. Hace unas semanas, pintó en la pared de un túnel del campo de refugiados un mural en el que aparecía Steve Jobbs, el fundador de Apple, con un petate al hombro y una pantalla de ordenador en la mano. Jobbs, uno de los empresarios más exitosos y respetados de las últimas décadas, era hijo de inmigrantes sirios. Apple, decía Banksy en una declaración que acompañaba a la obra, solo existió “porque permitieron entrar a un joven de Homs”. Las autoridades locales protegieron el grafiti de Jobbs con una plancha de cristal, pero no pudieron evitar que fuera vandalizado la semana pasada y que antes, según cuentaThe Guardian, un hombre instalara su tienda de campaña junto al mural y cobrara cinco euros por verlo.

Banksy, que también ha dejado su huella en el muro que rodea la franja de Gaza o en un edificio destruido por el huracán Katrina en Estados Unidos, dejó más piezas en La Jungla de Calais. Pintó junto a la playa un niño mirando hacia Reino Unido con un buitre posado en su prismático, y reinterpretó La balsa de la Medusa, célebre obra del pintor francés Théodore Géricault, que se expone en el Louvre de París: en la versión de Banksy, la embarcación repleta de migrantes intenta desesperadamente llamar la atención de un lujoso yate. Además, el artista envió al campo refugiados de Calais, para que sirvieran de cobijo, parte de las estructuras de Dismaland, la parodia de los parques de atracciones que mantuvo abierta durante el verano en Weston-super-Mare, en el oeste de Inglaterra

 

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