Nada mejor que un accidente dudoso para acrecentar la inmortalidad de un mito, con un pasado sembrado de misterios y una vida entre conventillos y lujos. El Mudo se apagó en 1935.
Nadie muere en la víspera, se dice. Y también podría repetirlo Carlos Gardel. El día en que pisó Colombia, el 14 de junio de 1935, un enjambre humano de fanáticos estaba esperándolo en el aeropuerto de Bogotá.
Cuando aterrizó el avión que lo llevaba en esa, que sería la última gira de su vida, la gente desbordó las vallas de seguridad para invadir la pista de aterrizaje y tenerlo más de cerca. El piloto tuvo que esquivarlos improvisando un viraje brusco para evitar la tragedia. Había salvado de la muerte el cantante de tangos más célebre del mundo.
Entonces no tenía que ser, sino diez días más tarde, el 24 de junio, cuando durante el despegue, el avión que trasladaba al ídolo popular se fue de pista y chocó contra otro que esperaba órdenes para despegar, en el Aeródromo Las Playas (actual aeropuerto Olaya Herrera), en Medellín.
En el momento murieron Carlos Gardel, el letrista Alfredo Le Pera, el guitarrista Guillermo Barbieri el secretario Corpas Moreno. Pero en total sumaron 17 las personas fallecidas a causa del accidente aéreo
Siempre persistieron dudas sobre el carácter “accidental” de la embestida, ya que los aviones pertenecían a dos empresas aéreas de conocida rivalidad en la época, SACO y Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos – SCADTA, que hoy se llama Avianca. Se habló incluso de una pelea a bordo de la aeronave, de un disparo y de recelo entre sendos pilotos.
Sin embargo, el informe oficial atribuyó la tragedia a las irregularidades “topográficas” de la pista y la aparición de “una súbita corriente de aire”; el viento, en suma.
Sin embargo, el artículo publicado por el periodista Carlos Piro en Perfil cita una investigación publicada medio siglo después del accidente, que cierra el caso off the record. En efecto, el periodista colombiano Carlos Bueno Correa, en Punto Final. La verdad sobre la muerte de Carlos Gardel (1985) descarta la explicación meteorológica y apunta al error humano del banderillero en pista, un empleado sin experiencia que dio señales aparentemente confusas a los pilotos de ambos aviones.
Aun así, una investigación muy posterior, realizada por el ingeniero argentino Guillermo Artana (UBA, Conicet, Dr. de la Universidad de Poitiers) se inclinó hacia una falla en el motor del avión Ford Trimotor F-31, piloteado por Ernesto Samper.
Carlos Gardel, el mito
Todavía a 88 años de su desaparición, El Zorzal Criollo, El Morocho del Abasto, El Mudo, El Troesma, Carlitos… el hombre que había llevado el tango a la cima de la admiración mundial, todavía sigue siendo una leyenda que resiste el olvido.
Con 23 años de una carrera siempre ascendente, la estrella de Columbia Records, tenor hasta 1933 y barítono en sus dos últimos años, sigue siendo una leyenda y un enigma sin veredicto.
Ya sea francés, nativo de Toulouse (11 diciembre 1890), prolijo alumno salesiano del Colegio Pio IX de Buenos, compañero de coro de Ceferino Namuncurá, y desprolijo malandra yirando por los inquilinatos con su pobre madre querida (Marie Berta Gardes), a la que le dio al menos dos disgustos de “estafador” (1904 y 1915); o ya sea uruguayo, nativo de Tacuarembó, abandonado a la buena de Dios por sus padres y adoptado por Berta, que lo hizo estudiar en una escuela de Montevideo antes de instalarse a probar suerte en Buenos Aires, lo cierto es que en 1923 Carlos Gardel ya tenía ciudadanía argentina y para el mundo entero lo era.
Entre el Gardel tramoyista del Teatro de la Victoria que comenzó a afinar con un cantante de zarzuela hasta el dandy esbelto de 76 kg que triunfó en la Opera de París y filmó 15 cortometrajes, 4 películas francesas (La luces de Buenos Aires, Espérame, La Casa es seria, Melodía de arrabal) y 4 estadounidenses (Cuesta abajo, El tango en Broadway, El día que me quieras, Tango bar) hubo muchos compases en la melodía del arrabal que protagonizó Carlos Gardel, el favorito de los conservadores roquistas, los hermanos Taverso (dueños del café O’Rondeman, de Agüero y Humahuaca), y del caudillo de Avellaneda, Alberto Barceló, que le dio espaldar político.
Con presentaciones acá y allá y compartiendo micrófonos con Francisco Martino, José Razzano y Saúl Salinas, ya para 1912 Carlos Gardel era un cantante de presencia y con siete discos grabados, en principio con el “estilo campestre”, en una época en que sólo estaban de moda los cantores de payadas.
Apenas dos años después, el dúo de Gardel y Razzano debutó por US$70 la noche en el petitero cabaré Armenonville.
Y enseguida llegaron Pablo Podestá y la puerta grande del Teatro Nacional, los elogios de Enrico Caruso, la grabación de su primer tango (Mi noche triste, 1917), el “tango gardeliano”, melancólico y sentimental; el tango canción; las giras por el mundo; presentaciones en París, Cannes, Montecarlo a veces como gaucho, montado a disgusto en la estela del éxito del “tanguero” Rodolfo Valentino en Los cuatro jinetes del Apocalipsis; los 21 sentidos tangos en los que puso su voz para las letras de Celedonio Flores (un poeta que él mismo descubrió); el tango con micrófono; Bajo Belgrano, Caminito, A media luz, Tiempos Viejos, Esta noche me emborracho, Adiós muchachos….
Las “gringadas” de los años locos y el brillo nuevo y final junto a Alfredo Le Pera. En síntesis 23 años de un carrerón en el que grabó alrededor de 800 temas de diferentes estilos.
El 23 de junio de 1935 Carlos Gardel cantó por última vez, en Colombia. Había llegado a Bogotá con un contrato de exclusividad para presentarse en tres teatros de la cadena Cine Colombia: el Salón Olympia, el Teatro Real y el Teatro Nariño.
En aquella época de furor del cine sonoro, por un plus al final de la función, los cantantes se presentaban al final de una exhibición cinematográfica. En junio de 1935, Gardel dio funciones a sala llena todos los días.
El domingo 23 de junio, Gardel cantó en la emisora de radio La voz de la Victor y cantó varios temas frente a las personas que asistieron para verlo en vivo, mientras otros lo seguían por los altoparlantes que se habían dispuesto en la plaza Bolívar. Así fue la última vez que El Mudo cantó horas antes de que se apagara su voz.