Chomsky & Mujica: Sobreviviendo al siglo XXI

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Chomsky y Mujica
Foto: Debate

En la reseña de esta obra publicada a inicios de septiembre por la editorial Debate, se lee que el libro reúne a dos referentes mundiales del pensamiento contemporáneo para conversar acerca de temas trascendentales que afectan a la humanidad y debatir alternativas de cara al futuro. Por un lado, José Pepe Mujica, un expresidente y exguerrillero que ha logrado una enorme popularidad internacional por su mensaje de austeridad, sabiduría y sentido común. Por otro lado, Noam Chomsky, el intelectual que revolucionó la lingüística para luego abordar una amplia gama de temas humanísticos y filosóficos de profunda actualidad. El documentalista mexicano Saúl Alvídrez logró reunirlos y generar el clima propicio para el intercambio fecundo de ideas.

Del encuentro de estas voces surgen reflexiones que permiten un acercamiento a los grandes temas que el mundo actual está afrontando: las consecuencias del cambio climático, los males de la política, la corrupción, los populismos, la crisis del capitalismo y sus sucesivas mutaciones, la lógica de la economía de mercado y los problemas de la producción, entre muchos otros.

Un extracto de este trabajo fue difundido por El País de España, el mismo que reproducimos a continuación.

Saúl Alvídrez. Don Pepe, con toda esa experiencia que carga a cuestas, y sabiendo del gran amor que usted tiene por la humanidad, ¿qué les diría usted a todos los jóvenes del planeta?

Pepe Mujica. No creas, yo no tengo tanto amor por la humanidad [sonríe]; yo tengo amor por la vida, que es mucho más que la humanidad. La humanidad es solo parte del torrente de la vida. En eso soy casi animista. Pero por amor a la vida, con Nietzsche, pienso que el hombre puede tener una causa para vivir y que eso, el poder darle sentido a la vida, lo distingue un poco del resto de los animales. Estar vivo es un milagro, es el milagro más grande para cada uno de nosotros. Pero se puede vivir simplemente porque se nació, como un vegetal, o bien, luego de haber nacido puede uno darle un sentido a la vida. Es ese el lujo que la consciencia nos da y que nos permite crear civilización: vivir con causa. (…) Vivir es ser libre, y ser libre es sacarse la venda de los ojos. (…) ¡No se dejen, muchachos, no se dejen robar la libertad! ¡No le pueden entregar la libertad al mercado! La libertad debe servir a la vida, y no la vida a la libertad. Porque hay que ser dueño de la propia vida, y no permitir que te la manejen con una pantalla de televisión o un teléfono celular. Por eso la imagen de la venda en los ojos me parece hermosa. El problema es que hay jóvenes que ya son viejos, que están totalmente absorbidos por la dinámica consumista que ha impuesto la sociedad y viven vegetativamente; no cuestionan, solo transcurren. Pero hay, fundamentalmente en la base de las universidades, entre la gente más joven que tiene la oportunidad de empezar a educar su cabeza, un margen de inquietud intelectual, cuestionadora, crítica, que es una palanca prometedora y positiva. Allí es donde veo las reservas más importantes de una esperanza humana en el futuro. Mi generación soñaba con un proletariado independiente, unos hombres fuertes de mameluco y gorra en fábricas gigantescas… Eso pasó. Lo que viene es lo que está entrando al mundo de las universidades de hoy. Pero la batalla es que la idea de cambiar el auto por uno más nuevo o el anhelo del viaje a Miami no los termine absorbiendo, y que puedan tener sentido de responsabilidad con la sociedad a la cual pertenecen. Pero hay que entender también que existe otra humanidad, una que no es ni joven ni vieja, que es la que más duele, la humanidad sobrante, los que no tienen lugar en el mundo, en ninguna parte, y que aparentemente nacieron para ser víctimas. Son esas multitudes de África, esas multitudes de Latinoamérica que quieren emigrar, los que se suben al tren en Centroamérica, todos esos, los desesperados del mundo que crecen. Bueno, no son ni jóvenes ni viejos, son víctimas. La batalla es por eso, por incorporarlos a la existencia humana. Esto no es tarea sencilla, esta civilización de marketing te lleva de la nariz para transformarte en un consumista implacable. Tenés que poner a un costado del consumismo la imagen del hombre feliz, que, según la Biblia, no tenía camisa —tal vez vivía en un país tropical y no pidió tanto—, pero entendamos que la felicidad no está en la riqueza. La felicidad, o la lográs con poco, o no la lográs con nada. Y creo que hay dos maneras de morir: resignándose o luchando. Los jóvenes son los que nos van a suceder, y su aporte fundamental en este mundo y en este momento de la historia es salvar la naturaleza y obligar a los gobiernos a que enmienden este desastre; de lo contrario, solo contribuimos con nuestra resignación a asfaltar el camino del holocausto de la civilización humana. Si la humanidad no se pone a aplacar la guerra y a luchar por revertir el cambio climático, estamos perdidos. Porque esto no lo van a hacer los gobiernos, salvo que los jóvenes cubran las calles y los obliguen.

Noam Chomsky. Deberíamos estar avergonzados del hecho de haber impuesto esta carga a los jóvenes. Cuando Greta Thunberg se para en Davos, en las reuniones de los ricos y poderosos, y simplemente dice “nos han traicionado”, tiene razón. Nuestras generaciones los traicionaron a ustedes; les hemos impuesto a los jóvenes la tarea de rescatar la civilización de nuestro fracaso. Nosotros lo destruimos y es su tarea tratar de rescatar algo de este caos que les dejamos. Es feo, pero es cierto. Y los jóvenes están reaccionando; lo vimos dramáticamente en Glasgow, en la reunión internacional para combatir el cambio climático. Ahí sucedieron simultáneamente dos eventos paralelos muy distintos: mientras dentro de los glamurosos recintos llenos de gente elegante se hablaba sobre cómo evitar hacer algo, afuera, en las calles, decenas de miles de jóvenes protestaban demandando que hicieran lo que debe hacerse para salvarnos del desastre. La pregunta es: ¿cuál de estas dos fuerzas será la que prevalezca? Deberíamos estar haciendo lo que ellos dicen. No podemos abandonar la lucha; debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a las generaciones jóvenes a superar los crímenes de nuestras generaciones.

Pepe Mujica. Sin duda. La peor lucha es la que no se da. La vida me enseñó que ningún cordero se salvó vagando solo, y que, como tal, la defensa de la vida nos obliga a unirnos y a impulsar a esos jóvenes que se mueven intentando salvar la vida arriba del planeta. En el fondo, esa es la verdadera causa.

Noam Chomsky. Tenemos que detener esta locura y escuchar a los indígenas del mundo sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza, y tenemos que escuchar a los jóvenes que exigen que escapemos de esta carrera suicida.

Pepe Mujica. Para que el mundo siga existiendo, las generaciones jóvenes tendrán que obligar a los gobiernos a que pongan las barbas en remojo y cambien de actitud. Sé que es muy difícil, pero nada cambiará si la gente no lucha. La historia humana nos enseña que todo lo que se pudo lograr en materia de derechos y de conquistas a favor de la vida humana fue porque hubo gente que tuvo la capacidad de entregar buena parte de su existencia a la lucha por estas cosas. Nada cayó por regalo de los dioses; hay que tenerlo claro. Es muy difícil cambiar el rumbo, pero si no obligamos a los gobiernos a hacerlo, gran parte de nuestra humanidad futura está condenada, y no podemos comportarnos como criminales con el porvenir; por eso tenemos que hablar las cosas con sencillez y claramente. No hay otro camino que el de ganar las calles y luchar por estas cosas, y el mundo universitario y el mundo joven son los que tienen la palabra en este momento. No esperemos del mundo fosilizado que gobierna Europa, el mundo occidental y el mundo oriental; esperemos en todo caso un rayito de esperanza de las nuevas generaciones, particularmente del mundo universitario, del mundo estudiantil y de los trabajadores jóvenes de nuestra tierra. ¡Con ellos y por ellos! No esperemos nada de las Naciones Unidas, de los organismos internacionales; debemos actuar para que la gente obligue a sus propios gobiernos, e impulsar a los pueblos militantes y activistas de los países centrales, que tienen la responsabilidad histórica de lo que está pasando. Eso se llama Europa, eso se llama EE UU, Rusia, China, eso se llama el mundo desarrollado. Mirá, si andás por un monte, dormís de noche y madrugás, te va a sorprender que en la madrugada, a media luz, casi todos los pájaros cantan y hablan… Y te da la impresión de que agradecen que pasó la noche, vino el día y están vivos. No tiene sentido la tristeza eterna, la sumisión eterna; todos los días amanece y hay que empezar de nuevo. El valor de la vida no está en triunfar; no hay ningún triunfo, porque al final nos espera siempre la muerte. El verdadero triunfo es volverse a levantar cada vez que uno cae y volver a empezar, en el sentido más prolífico que se pueda pensar. Volver a empezar es volverse a enamorar cuando uno es joven y ha fracasado, es reponerse de una enfermedad y arrancar de nuevo, es perder un trabajo y conseguir otro, es que te traicione un amigo y seguir cultivando amigos, es tener capacidad de vencer a la desesperanza y no que la desesperanza te venza a ti. Hasta siempre.

 

Saúl Alvídrez Ruiz (Chihuahua, México, 1988) es activista y documentalista. Este texto es un extracto del libro Chomsky y Mujica. Sobreviviendo al siglo XXI, de Debate, que se publica el 28 de septiembre.