
Quienes piensan que el signo de exclamación inicial (¡) es una prerrogativa de la lengua española, se equivocan. En 1668, John Wilkins sugirió emplear ese mismo signo para marcar cualquier afirmación que no se debía interpretar de forma literal, que, para resumir, definió como el signo de puntuación de la ironía.
Quizá parezca paradójico que, dos siglos después, Alcanter de Brahm propusiera utilizar una especie de signo de interrogación invertido (⸮), llamado point d’ironie, con el mismo fin. Y en 1982, Scott Fahlman, investigador de la universidad estadounidense Carnegie Mellon, sugirió añadir a las conversaciones electrónicas los signos 🙂 para marcar afirmaciones que no había que interpretar literalmente, después de que una broma ocasionara serios problemas en el foro de la institución.
Llama la atención que la necesidad de indicar la ironía por escrito sea una de las motivaciones recurrentes para la introducción de signos especiales. Señalar significados no literales es también una de las funciones principales de los emojis en la actualidad. Al contrario de lo que solemos pensar, los emojis ayudan a que la interacción digital se comprenda mejor y el destinatario capte más claramente qué queremos expresar.
¿Qué son los emojis?
El término “emoji” proviene del japonés 絵文字, una palabra compuesta de e (imagen) y moji (carácter); una transliteración adecuada podría ser la de “pictograma”. Hasta hace unos años, se creía que el creador de los emojis había sido Shigetaka Kurita, empleado de la empresa japonesa DoCoMo, que añadió un conjunto de caracteres en color en el modelo de teléfonos móviles i-mode, puesto a la venta en 1999.
Sin embargo, hallazgos posteriores identificaron que el de Kurita es simplemente el primer conjunto en color. Se han encontrado emojis en blanco y negro incluso en los antepasados de los teléfonos móviles, los buscapersonas.
En concreto, Matt Stephton (@gingerbeardman) descubrió en 2024 que en el modelo japonés Sharp PA-8500, lanzado en 1988, ya había un conjunto de 102 pictogramas en blanco y negro, entre los que se encontraban un corazón partido, un avión, un regalo y una carita sonriente, entre otros.
No consuma noticias, entiéndalas.
No debe extrañar que los emojis surgieran tan pronto en Japón. En primer lugar, uno de los sistemas de escrituras del japonés es ideográfico, es decir, representa ideas o conceptos mediante símbolos gráficos (ideogramas). Además, de Japón son también el manga y el anime (de cuyo diseño los primeros emojis se nutren mucho) y el fenómeno cultural kawaii, término utilizado para describir elementos que evocan una sensación de ternura y dulzura, y que se aplica a una gran variedad de personajes, animales y objetos.
Los emojis aparecieron en los teléfonos occidentales alrededor del año 2009, cuando Apple quiso comercializar sus dispositivos en Japón. En ese país ya no se podían vender móviles sin emojis.
¿Qué aportan los emojis a la interacción digital?
Como los primeros emojis (y los más empleados) son las reconocidas caritas amarillas, por ejemplo 😊, es inevitable pensar que su función principal sea la de indicar emociones. En parte es verdad: los emojis muestran la “actitud” emocional con la que se debe leer un mensaje; por ejemplo, no es lo mismo decir “ya lo veo 😊” (y me alegro) que “ya lo veo 😢” (y me apena). En la interacción oral, esas pequeñas diferencias se pueden expresar con el tono de voz o los gestos, que no están disponibles por escrito.
Estudios llevados a cabo por lingüistas sobre conversaciones reales indican que estos pictogramas pueden desempeñar también otras funciones en la interacción.
Los emojis pueden mostrar informalidad, marcar cuándo termina una conversación (“nos vemos 😘”) o un turno (“¿qué tal? 😊”), reforzar lo escrito (“mil gracias 🥰”), contextualizar (“felicidades 🎂”) y marcar el humor. Por ejemplo, el uso del emoji 😂 (cara con lágrimas de alegría ) al final de un mensaje suele ser una forma de indicar que lo que precede debe entenderse de forma no literal. Si escribo “qué pena 😂”, el emoji ayuda a mi interlocutor a entender que, en realidad, quiero decir todo lo contrario.
El emoji 😂 es especialmente relevante, no solo por su asociación con el humor, sino también por su éxito. Fue nombrado Palabra del Año 2015 por el diccionario Oxford y es el emoji más utilizado en todas las plataformas, si exceptuamos un breve paréntesis en el año 2021, cuando fue superado por 😭 (cara llorando profusamente) en Twitter (ahora X). Con todo, y al margen de estos logros, el uso de la carita con lágrimas de alegría no es universal.
Por ejemplo, muchos lectores se sorprenderán al enterarse de que los más jóvenes utilizan el emoji de la calavera 💀 para reproducir la risa. Este uso surgió en TikTok hace unos años; en esa red social, 💀 ha sustituido a 😂 en los comentarios a los vídeos. La calavera alude metafóricamente a la expresión “morirse de la risa”, que existe también en inglés, primera lengua en la que este uso se difundió.
El empleo de 💀 no está limitado a TikTok, sino que se ha expandido a otras plataformas y, desde el punto de vista lingüístico, puede considerarse una muestra del desarrollo de jergas juveniles de carácter visual.
Una identidad propia
Usamos la lengua para muchos fines; uno de ellos es el de marcar la pertenencia a un grupo. Los jóvenes utilizan la lengua de forma específica para diferenciarse de los mayores. En el caso de los emojis, si todo el mundo utiliza la cara con lágrimas de alegría para marcar la risa, los jóvenes elegirán otros emojis o incluso otros modos de expresión, como los stickers, para diferenciarse.
Marcar la pertenencia a un grupo es también la función de algunos de los emojis de la serie Adolescencia de Netflix, que ha sido objeto de debate últimamente. Los miembros del colectivo incel (acrónimo del inglés involuntary celibates, célibes involuntarios), por ejemplo, utilizan el emoji de las alubias rojas 🫘 para señalar la pertenencia a ese grupo.
Estos usos específicos de los emojis han generado cierta preocupación y se han visto como signos de la brecha generacional entre adolescentes y mayores. Sin embargo, los jóvenes, grandes motores del cambio lingüístico, siempre han buscado maneras propias de comunicarse. Es parte de su búsqueda de identidad en el paso a la edad adulta. Si nos preocupan las terribles consecuencias de la radicalización de los colectivos misóginos en las redes, cambiemos la sociedad, no los emojis.
Los emojis nos ayudan a entendernos mejor en la interacción digital, en la que faltan muchas de las pequeñas señales que utilizamos cara a cara para que se nos entienda. Su uso está en auge y su catálogo no para de crecer. Llegará un día en que se volverán obsoletos y dejaremos de usarlos, pero, ahora mismo, disfrutemos de su uso, conscientes de que son la solución moderna al antiguo problema de la incomunicación por escrito.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation.