En el día de la Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, cada 27 de enero, declarado por la UNESCO para rendir tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto y ratificar su compromiso de lucha contra el antisemitismo, el racismo y toda otra forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos, traemos a colación la historia de Moritz Hochschild, uno de los barones del estaño boliviano que, además de su conocida influencia en la economía minera, contribuyó a la migración de más de 8.000 judíos que llegaron al país entre 1938 y 1940 y así se salvaron del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
Moritz Hochschild era uno de los empresarios mineros más famosos en la primera mitad del siglo XX. Junto a Simón I. Patiño y Carlos Aramayo, fue uno de los tres llamados barones bolivianos del estaño. De este trío, Hochschild tenía la peor reputación de los tres. En la historia del país sudamericano es recordado como un hombre cruel y despiadado a la hora de hacer negocios. Nació en 1881 en Biblis (Alemania) y falleció en 1965 en Francia. Tuvieron que pasar casi cuatro décadas para que se diera a conocer su lado más humanitario.
Te puede interesar: Libros | “Simón I. Patiño y Albina Rodríguez. Una pareja fundadora”, un proyecto que contrasta mitos
El archivo documental de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) preserva documentos que dan fe de la labor filantrópica del magnate alemán durante el ascenso del nazismo en Europa. Gracias a sus gestiones, se estima que entre 1938 y 1940 llegaron a Bolivia más de 8.000 judíos que se salvaron del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
Édgar Ramírez, director del archivo de la Comibol, cuenta que en 1999 comenzaron a ordenar los documentos de la empresa minera con relación a las actividades de los tres barones del estaño, cuyas propiedades nacionalizó el Estado boliviano en 1952. Solo los papeles correspondientes a Hochschild comprendían un extensión de 50 metros. Cuando empezó el trabajo de organización encontraron “información fabulosa” con respecto al magnate alemán, explica la jefa de información de la empresa estatal, Carola Campos.
“Mucha de esta documentación está relacionada con el Holocausto. Con el traslado de inmigrantes judíos de Europa central a Bolivia en una especie de red que había armado Hochschild. Esa documentación trae información primaria relevante y única en el mundo”, explica Campos.
Entre los archivos, que son preservados en cajas especiales con PH neutro -ni acidificado ni alcalinizado-, contienen documentos, una carta de niños de origen judío del kínder Miraflores en La Paz, en la que piden que se les amplíe el espacio donde viven; fotografías, documentos de la Embajada británica e incluso una lista negra de personas y negocios en Bolivia señalados por antisemitas, y con los cuales se le indica a Hochschild no establecer ninguna relación comercial. “Nos encontramos con expedientes en inglés, alemán, hebreo. Tuvimos que trabajar con varios profesionales para efectuar la labor de revisión”, afirma Liz Quiñones, una de las responsables de gestión documental de la Comibol.
A raíz del hallazgo, el archivo fue declarado como Memoria del Mundo el pasado año por la Unesco. En octubre de 2016, el registro regional de ese programa había validado la documentación como única y auténtica, según señala Campos. Por lo tanto, todos los archivos deben contar con dos reproducciones, una para la exposición al público y otra para que investigadores puedan trabajar con los registros. El archivo de la Comibol está en proceso de digitalización, una tarea que aún demandará tiempo y presupuesto.
Según León Bieber, historiador boliviano de origen judío, la inmigración a Bolivia se da durante momentos previos y durante la Segunda Guerra Mundial. Dice que es una coincidencia interesante que la nación andina haya abierto sus puertas irrestrictamente mientras en Alemania acontecían sucesos lamentables como la denominada Noche de los cristales rotos, en 1938, cuando se lanzó una revuelta contra ciudadanos y negocios judíos, además de sinagogas y cementerios.
Las buenas relaciones de Hochschild con el entonces presidente boliviano, Germán Busch, permitieron que por medio del Comité Judío Americano de Distribución Conjunta (Joint, por sus siglas en inglés) llegaran al país inmigrantes judíos con visas para realizar trabajos de agricultura, siendo la mayoría de ellos intelectuales, artistas y profesionales de otras áreas. “Lo que hizo Hochschild fue crear dos instituciones básicas: la Sociedad de Protección a los Inmigrantes Israelitas, a través de la cual fueron canalizados los fondos que el Joint ponía a disposición para ayudar a aquella población y la Sociedad Colonizadora de Bolivia. Él fue realmente el artífice para integrar a los judíos en el país”, precisa Bieber vía telefónica desde Alemania.
El Schindler de los Andes
Regina Cymerman de Udler estuvo en tres campos de concentración, de los cuales pudo escapar debido a su nacionalidad francesa y su manejo de cuatro lenguas. Trabajaba como correo y haciendo la guerra de guerrillas para los Maquis, la resistencia francesa, contra los nazis que ya habían invadido el país vecino. Con la Gestapo tras sus talones, llegó a Latinoamérica en los barcos que arribaban a los puertos de Chile y Argentina, para después instalarse en Bolivia. Así recuerda Ricardo Udler, portavoz de la comunidad israelita en el país andino, la historia de su madre y de muchos otros judíos que lograron escapar del Holocausto. “Hemos tenido sobrevivientes de Auschwitz, Majdanek, Bergen-Belsen, Trevlinka. Gente que ha estado marcada, tatuada y una vez que llegaron aquí, nos contaban el Holocausto que ellos habían sobrevivido, para que nosotros podamos transmitir a las nuevas generaciones”, recuerda Udler.
La madre de Udler fue afortunada. Durante el escape, su familia fue separada. Algunos de sus hermanos y hermanas fueron asesinados en campos de concentración. Dice que llegar a Bolivia desde Europa era un trayecto sumamente largo, con muchos cambios culturales, en el orden socioeconómico y de vida que los alemanes y polacos judíos llevaban, pero que llegar a esta tierra era algo “bendito”. “El llegar a un lugar totalmente desconocido la atemorizaba, pero el hecho de ser libre, de sonreír después de todas las penurias que ella pudo vivir durante la época del Holocausto, lo valían”, agrega Udler.
Ramírez tiene el presentimiento que el perfil de “tipo malo” que tenía Hochschild era solo una apariencia. A pesar de ser vilipendiado en su tiempo, cree que en realidad estaba ligado a una red internacional antifascista. Por su humanismo y acciones, cree que la comparación es justa y se le puede atribuir al empresario minero el mote de El Schindler boliviano.
Este artículo fue publicado por El País y compartido por la revista dat0s en enero de 2018 y actualizado en enero de 2023.