Esta nota fue escrita en la edición de mayo de 2014. Sigue siendo actual dada la trascendencia de los tratamientos y técnicas de psicoanálisis.
Sigmund Freud uso, recetó y defendió ardorosamente la cocaína antes de su salida en las farmacias para el mercado clandestino. Nunca fue algo que el padre del psicoanálisis haya escondido, todo lo contrario. El testimonio de Freud contribuyó a la prohibición de la sustancia que, hasta comienzos del Siglo XX, era producida por laboratorios como Merck y Parke-Davis y comercializada como tratamiento para la adicción de la morfina. David Cohen, autor de los más importantes perfiles bibliográficos del Siglo XX, describe en su nuevo libro “Freud on Coke” algunas conclusiones sobre la relación de Freud con la droga. El fracaso de las teorías en defensa de la cocaína en el tratamiento de la histeria, problemas digestivos, asma y como un estimulante genérico, llevó al psicoanalista a quemar decenas de documentos cuando la medicina reconoció su nocividad.
Cohen sugiere que parte de la obra que cambio la forma del tratamiento de enfermedades mentales, fue producida sobre la influencia del polvo blanco; la euforia recurrente de su uso o el sentimiento de derrota que acomete los periodos de abstinencia. “Al examinar a Freud y su legado, debemos recordar que el psicoanálisis, ese extraño ejercicio en el que el paciente cuenta sus sueños y abre su alma echado en un diván, fue inventado por un hombre con un pasado profundamente traumático, un hombre que se volvería usuario habitual de cocaína”, dice el autor. “Freud era celoso en contar su pasado marcado por el dolor, aunque sus seguidores leales no lo juzgaban en relación a su pasado. No acostumbramos juzgar pensando en un Freud vulnerable y un promisor candidato a la dependencia química”, dice Cohen. También formado en psicología, Cohen es posiblemente el periodista que coleccionó la mayor cantidad de entrevistas con los grandes nombres de la ciencia. En decenas de sus entrevistas para la revista “New Scientist” cuenta que Freud se convirtió en el punto de referencia para cualquier charla sobre psicoanálisis. En su libro, Cohen congregó en torno a Freud una platea de pensadores que lo aman y otros que lo odian. O simplemente otros que lo acusaron de asesino como el psicólogo Eric Miller. Durante su carrera, Freud perdió al menos un paciente en su apuesta por la cocaína. Ernst von Fleischl-Marxow, médico amigo de Freud, acabó viciado en heroína gracias al tratamiento contra el dolor por la amputación de uno de sus pulgares. Freud creía que la cocaína era un remedio en el tratamiento de la adicción a los opiáceos y se la recomendó a su amigo. En poco tiempo Fleischl-Marxow acabó adicto a la droga y murió a los 45 años a consecuencia de su uso abusivo.
Para la mayoría de los antifreudianos entrevistados por Cohen, el psicoanálisis era una teoría errática porque Freud era poco confiable, demente y falso. Además de toda la documentación sobre el uso de cocaína que fue destruida cuando la droga fue prohibida en 1914, el psicoanálisis se dio modos para garantizar que el voluminoso material hasta entonces producido, del periodo de prueba, pueda ser accesible después de 2025. Hasta allá, el material permanece, de acuerdo con el periodista, guardado en cajas lacradas de la Biblioteca Nacional del Congreso, en Washington, EEUU. Más que eso: Cohen no es nada complaciente con su biografiado; impedir que Anna Freud, hija y heredera profesional, conversase con otros analistas habría sido una forma de evitar el vaciamiento de mucho de lo que él tendría que ocultar al mundo. Sin embargo, no se trata de un linchamiento. Cohen reafirma la importancia de la obra freudiana sistemáticamente durante el libro, mostrando que, hasta las grandes contradicciones provocadas por sus descubrimientos, tuvieron papel vital en la formación del pensamiento y las terapias que se siguen utilizando hoy en día. El periodista es ostensiblemente contrario, eso sí, a las drogas y la legitimización de experiencias en base a la producción intelectual. Él mismo admite haber fumado marihuana, experimentado con cocaína y es un admirador de lo mucho que se ha escrito sobre los efectos producidos por el consumo de psicotrópicos. Pero muestra con crudeza que es posible la devastación provocada por este tipo de precedentes.
El libro “Freud on Coke” es dedicado a la memoria de William S. Burroughs Junior. No al padre. Cita en el prefacio el abandono y la capacidad intelectual de Freud y la de Burroughs Junior; las aventuras de Burroughs padre con las drogas, el papel definitivo en la dolorosa, corta y no realizada vida del talentoso hijo. Viciado, él no encontró diván que lo salvara de la imagen de la madre con la cabeza destrozada por un tiro disparado por el padre, producto de un accidente durante uno de los rituales que el sumo sacerdote de la heroína proponía a la mujer. Lo que para él, era una investigación, se convirtió en una de las obras más ilustrativas de la beat generation.
Este artículo fue publicado en la edición Nro. 166 de mayo de 2014 y forma parte de nuestra Colección
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