Hollywood nazista
Adolf Hitler dice en “Mi Lucha” que los libros no sirven para nada. Que un escritor jamás podrá cambiar la opinión de un hombre común. Para el líder, el cine demandaba menos cerebro ya que exigía la lectura de textos cortos: los créditos de las traducciones que aparecen como leyendas.
Es por este motivo que el séptimo arte fue elegido por Hitler como la más importante arma de propaganda nazista. Lo que el libro “La Colaboración” del investigador de la Universidad de Harvard, Bem Urwand, revela es cómo Hollywood sirvió a los intereses del Tercer Reich, algo que los grandes corporaciones del cine trataron de borrar de su historia.
Jack Warner, de la corporación cinematográfica Warner Brothers, por ejemplo, tomó la iniciativa de invitar al ascendente partido nazista a participar de las decisiones de sus producciones, antes que ellas se estrenen en la tela en diferentes partes del mundo. “Existe un mito que dice que los hermanos Warner luchaban ávidamente contra el nazismo, pero en realidad ellos fueron los primeros en agradar a los nazistas”, describe el autor, con documentos entre cartas, relatos sellados y fotografías de los gobiernos alemán y norteamericano esparcidos en archivos por el mundo, que el mismo autor cotejó con una decena de reportajes de vehículos mediáticos desde el “Washington Post”, pasando por “Variety” hasta “Hollywood Reporter”, que dan cuenta de esta relación.
En los cajones de los escritorios de Hollywood, sin embargo, no se encontró nada sobre los lazos que existieron entre las grandes corporaciones del séptimo arte como MGM, Paramount, Warner Brothers y Fox, con la propaganda nazista.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el mercado alemán representaba un pedazo gordo de los ingresos de la industria cinematográfica norteamericana. Para garantizar la distribución alemana, los estudios alternaban películas a favor de la supremacía de la raza aria, cortaron casi por completo la narrativa de personajes de origen judío, indígena y negra.
Jack Warner, que ordenó que la palabra “judío” fuera retirada de todos los diálogos de sus películas, entró a la historia como uno de los pocos multimillonarios del cine norteamericano resistente al fascismo por producciones como “Confesiones de un espía Nazi”, pero lo que el historiador demuestra es que a pesar de corresponder con películas declaradamente anti-nazis, lo que en realidad mostraban era lo que los alemanes querían que el mundo entendiera sobre sus aspectos negativos.
Urwand esclarece que no procede el argumento de que las atrocidades cometidas por Alemania no eran enteramente reportadas por la prensa. Los noticieros sí transmitían la existencia de exterminios civiles y muchas formas de violencia, además de asesinatos y otras iniquidades cometidas en los campos de concentración. Pero incluso así, la cúpula hollywoodiana – conformada casi en su integridad por judíos- hizo todo lo que la Alemania nazista quería para mantener la distribución de sus productos y quedar bien con el Tercer Reich. Los dueños de los estudios de cine no se sensibilizaron con el deseo de los vencedores de la guerra en pintar la verdad sobre sus enemigos. Ellos guardaban decenas de películas que no se habían estrenado. No tenían porque invertir en nuevas producciones y por muchos años abastecieron las salas de cine alemanas con películas hasta entonces banidas con adjetivos como “nocivas” o “enervantes”.
La investigación asegura que las grandes corporaciones del cine como MGM, Paramount, Warner Brothers y Fox estuvieron comprometidas con la propaganda nazi y hasta promovieron el negocio de la guerra. Es absolutamente novedoso que la industria del cine en la década de los 30 estaba alineada a la propaganda nazista porque Hitler creía que la industria era perfecta para sus intereses.