Janis Joplin: una perla blanca con voz de negra que “hacía el amor con 25.000 personas”
Con pasado de bullying y presente de “ninfómana”, la primera estrella femenina del rock coronó con excesos y música celestial una carrera gloriosa, vencida por un secreto talón de Aquiles: la soledad.
Este 19 de enero de este año, Janis Joplin hubiera cumplido 80 años, si no se hubiera quitado la vida con una sobredosis de heroína el 4 de octubre de 1970, cuando sólo tenía 27 años. Curiosidades del destino, su amigo Jimi Hendrix tenía también 27 años cuando eligió para sí el mismo triste final dieciséis días antes. Con él y otras estrellas de la música Janis Joplin integra la controvertida lista de celebridades del “Club de los 27”, la triste membresía de los famosos que murieron o se quitaron la vida a esa edad.
“Cuando doy un concierto hago el amor con 25.000 personas, pero después, cuando vuelvo a casa, estoy sola”, dijo Janis Joplin cuando se enteró de la muerte del guitarrista. “Me pregunto, si yo muriera, ¿qué pasaría? ¿Hablarían de mí tanto como de Jimi (Hendrix)? ¡No es un mal truco para hacerse publicidad!”, cerró Janis Joplin y recordarlo hiela la piel.
Además de ellos dos, Brian Jones, Jim Morrison, Kurt Cobain, Jean-Michel Basquiat y Amy Winehouse son algunos de los compositores que tienen el triste privilegio de integrar esa lista fatídica.
Y a todos les cupo un récord. Jimi Hendrix, por caso, logró el Woodstock mejor pago de la historia del rock con apenas 4 años de carrera. Janis Joplin también fue pionera: la primera estrella femenina de la historia del rock. La primera mujer que se bancó serlo. ¿O no se lo bancó?
Janis Joplin, perla blanca
La “Dama blanca del blues” era una perla blanca en el mundo de la música negra. Fertilizó sus canciones con un rango vocal de tres octavas y tantos sentimientos alejados de su propia cuna que elevó a categorías celestiales los ritmos negros de una cultura que la hizo propia, aunque le fuera ajena.
Su padre empleado de una refinería de petróleo en Texas y su madre, Dorothy, ultra creyentes de la Iglesia de Cristo, habían soñado para su hija mayor otro final más convencional, con título de maestra en mano, pero no pudo ser. “Ella era infeliz e insatisfecha. La relación no era la más adecuada”, juzgó sin más su propia madre, que consideró que sus dos hijos menores, Laura y Michael, a quienes Janis aventajaba en 4 y 10 años respectivamente, se repartieron mejor su propia herencia.
Madre desmemoriada, porque de ella sin embargo Janis heredó la pasión por cantar.
Lo que hoy se llama bullying antes no tenía nombre, aunque fuera lo que Janis Joplin padecía en la escuela. Fofa, con anteojos redondos y pelo indomable, su estereotipo no encajaba en la sociedad tejana y sus compañeros del secundario en Port Arthur se lo hicieron saber.
Fue entonces cuando Janis se refugió en la música y sobre todo en la que no le recordara los valores de su propia comunidad. Comenzó su rally por los bares de Batton Rouge y New Orleans.
Janis Joplin, una blanca con voz de negra
Y a solo cuatro horas de su casa, en la cultura inmigrante de Louisiana, chocó de frente con otro universo. Otros marginados como ella le derramaron miel en los oídos: la música afroamericana de su propio país, con Bessie Smith a la cabeza.
Desde entonces, como Ma(dam) Rainey, sintió que el mundo estaba vacío y había que llenarlo sólo de blues. Tenía 16 años y consiguió primero algunos coros por US$ 5 la presentación y luego algo más en el flamante grupo The Waller Creek Boys. Y así empezó, siempre arrancando melodías de su autoarpa, un instrumento estadounidense bastante complejo y más lejos de un arpa que de una cítara de 37 cuerdas, cuando no más.
Ya desde sus primeras presentaciones, cuando no era nadie, su registro vocal desde la gravedad de los sótanos hasta agudos de alturas cósmicas, volaban la cabeza de sus auditorios. Janos cantaba como negra, pero era una fucking blanca llorando sus penas sin campos de algodones. Y con voz desnuda y sin más riquezas que mil pulseras hipponas, pelos de colores y sombreros estrambóticos exorcizaba penas colectivas.
Apenas había comenzado cuando el periódico de la Universidad de Texas, en donde intentaba estudiar Bellas Artes, le dedicó un comentario: “Ella va descalza cuando se siente como ella misma, lleva Levi’s a clase porque son más cómodos, y lleva su Autoharp con ella dondequiera que vaya por lo que, en caso de que tenga el impulso de romper a cantar, le será muy útil. Se llama Janis Joplin”, sintetizaba The Daily Texan, no tanto porque fuera famosa sino porque ya daba que hablar.
“Ella se atreve a ser diferente”, remataba esa semblanza del 27 de julio de 1962. Lo que decorosamente pasaron por alto los editores universitarios es su temprana afición al alcohol.
Janis Joplin y el amor “beat”
Seis meses más tarde, Joplin abandonó Texas y se fue a vivir a North Beach, en San Francisco, el epicentro del Pacífico donde latía la cultura beatnik; la beat, claro, vulgarmente llamada “hippie”.
Desde luego, Janis Joplin se sumó a la moda beat y fue un estandarte tan potente como desconcertante. Sus críticos bautizaron “ninfomanía” sus libertades sexuales e “infelicidad” su vasto mar de soledad.
Fue un periodista de la ciudad de San Francisco, Herb Caen, quien acuñó el término beatnik, uniendo el “beat” del pionero Jack Kerouac (“abatido”) con el sufijo de la flamante nave espacial rusa Sputnik.
Así, con bastante trazo grueso, la cultura beatnik era un manifiesto antiestadounidense plasmado en una simbología icónica que unía las margaritas con la marihuana, los bares con la poesía, los hippies con los vagos, y el descontento con la Guerra de Vietnam. Todo regado con abundantes dosis de drogas y alcohol.
Janis Joplin haciendo el amor
De todo eso probó Janis Joplin hasta el día en que se descubrió pesando 35 kilos. Llamó por teléfono a su madre para decirle que regresaría a su ciudad, retomaría la universidad y se casaría como Dios mandaba con un “buen hombre”, Peter LeBlanc.
Sin embargo, no funcionó. El marido la dejó y ella se refugió otra vez en el alcohol. En 1965, aún en Texas, conoció al productor musical Chet Helms y con él regresó a San Francisco, donde pensaba que debía estar. Janis Joplin alternaba bandas y escenarios presentándose con varios grupos beat de la época en los salones de baile más reconocidos de San Francisco Avalon Ballroom, Fillmore East, Fillmore West, incluso en el Golden Gate Park Festival y en Haight-Ashbury, donde vivía.
Sin embargo, cuando Chet Helms le ofreció integrar la banda que él mismo representaba, Big Brother and the Holding Company, fue un antes y un después no sólo en lo musical sino en el consumo de drogas opioides. Se presentaron en el Festival de Monterey de 1967 y el auditorio quedó embobado con la explosión de energía musical que representaba Janis Joplin.
Por ese mismo escenario ya habían pasado Jimi Hendrix, The Who, The Mamas and The Papas, entre otros consagrados, pero como la actuación del grupo de Joplin no se había grabado, les pidieron repetirla al día siguiente y el escenario explotó cuando Joplin y los Big Brother interpretaron Ball and chain, de The Big Mama Thornton.
Janis Joplin, sola entre 25.000 personas
El grupo continuó unido hasta 1968. Dos años antes, Janis Joplin había ido a una tienda de ropa de diseño que vestía a aspirantes a rockers en sus primeras presentaciones. Su dueña, Peggy Caserta, una ex azafata de Delta Airlines, le regaló unos Levi’s para agradecerle lo que Janis le daba con su música. Joplin revoleó sus jeans rotos, se puso los nuevos y selló así el nacimiento de una amistad, una camaradería inédita en los viajes de heroína y un último amor.
Para algunos biógrafos, Peggy fue incluso su gran amor, pese a que ambas, discípulas de la generación beat al fin y al cabo, sostenían otros vínculos paralelos. Cuando Joplin murió de sobredosis, salía desde hacía cuatro meses con el escritor Seth Morgan, adicto a la heroína. En septiembre, anunciaron que se casarían.
El 3 de octubre de 1970, Janis Joplin estaba en Los Angeles, grabando Pearl, el disco que saldría a la venta póstumamente, un año más tarde. Al día siguiente la esperaban en el estudio Sunset Sound Recorders para registrar “Buried Alive in the Blues”, casi un título profético (“Enterrada viva en el blues”).
Esperaba a Seth Morgan, habían quedado en rencontrarse en Los Angeles. En vez de viajar, él estaba jugando billar en la casa de ambos con varias mujeres que acababa de conocer. Más que furiosa, otra flecha venenosa se clavaba en su talón de Aquiles: el despojo emocional.
También esperaba a Peggy Caserta, quien tampoco fue a verla a Los Angeles. Pasada la medianoche Janis Joplin se fue a su cuarto en el Landmark Motor Hotel, en Hollywood Heights.
Janis Joplin y el “Club de los 27”
La investigación policial hizo constar que a las 4:15 de la madrugada, bajó al vestíbulo para comprar un paquete de cigarrillos y se quedó conversando con el conserje, Jack Hagy. Mientras ella se desahogaba contándole sobre Pearl, el hombre, que no tenía la menor idea de quién era, pensó que la insomne era una más del montón de jovencitas soñando con la fama. Luego regresó a su cuarto, dejó sobre la mesa de luz el atado de cigarrillos y cayó muerta en el piso, con las monedas del vuelto encerradas en la palma de su mano.
El informe forense sentenció que murió por sobredosis de heroína, probablemente consumida antes del encuentro con el empleado del hotel. Nunca se aclaró si estaban y dónde las jeringas que habría utilizado.
La encontraron muerta cuando, 18 horas más tarde, su representante, John Cooke, fue a verla al hotel y encontró su Porsche descapotable en el estacionamiento. Su banda creía que Janis había dejado las drogas. En su libro tan implacable como oportunista, Going Down with Janis (1973), la olvidada Peggy Caserta dijo que la cantante tejana no había muerto de sobredosis sino por haberse golpeado la cabeza tras una caída. El huevo y la gallina.
Janis Joplin cumpliría 80 años
Luego de Big Brother había formado otra banda, Kozmic Blues Band, con la que grabó su segundo disco I got dem ol’kozmic blues again mama!, pero la revista Rolling Stones la dilapidó tachándola la “Judy Garland del rock”.
Con ellos hizo una gira por varias ciudades de Europa y brilló en Woodstock en agosto de 1969, pero eran sólo una banda de música y ella necesitaba una familia. Se separaron luego de un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York.
En un intento de desintoxicación de la heroína, en febrero de 1970 viajó al carnaval de Rio de Janeiro con una amiga. Allí conoció a David Niehouse y juntos recorrieron el Amazonas en una experiencia beat de regreso a la naturaleza salvaje. Se lo llevó a su casa de San Francisco.
Cuando ella formó su tercera banda junto a los Full Tilt Boogie Band, Niehouse, sediento de trotamundos, le propuso que la acompañara a recorrer el globo. Con un nudo en la garganta, Janis eligió su banda y se despidieron.
A la fecha, Janis Joplin vendió más de 15,5 millones de álbumes en Estados Unidos. Algunas de sus canciones más populares fueron sus potentes interpretaciones de Piece of my heart, Cry Baby, Down on me, Ball and chain y Summertime.
“Si se siente bien, hazlo”, solía decir Janis Joplin, y así vivió y murió. Y eso que por ahora no nos detuvimos en las botellas del whisky Southern Comfort que varias veces hizo pedazos partiéndolas sobre la cabeza a Jim Morrison.
Desde el año 2013 una estrella la recuerda en el Paseo de la Fama de Hollywood.