Juan Conitzer y su amor por la cultura

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Tal vez, pocos conocieron el “don” y el amor que Juan Conitzer tenía por la música y por varios instrumentos musicales que a su modo y dentro de su mágico mundo escuchaba y tocaba ¿Era una simple afición a los sonidos armoniosos o por el contrario, tenía que ver con una “conducta artística” que acompañó su personalidad y su obra? La “música” para Juan, no fue una simple diversión, sino por el contrario, era una sentida necesidad no solo de escucharla, sino de interpretarla, componer e improvisar aleatoriamente como lo hacen los grandes músicos en el jazz o como la ejecutan números compositores modernos de tendencias contemporáneas.

Desde la primera vez que vi a Juan Contizer en su improvisado garaje-taller de pintura, siempre lo vi acompañado de un instrumento musical. Recuerdo que la vez primera, rasgueaba una vieja guitarra que sabe Dios de dónde la habría sacado. Al pulsearla daba la impresión de que no sabía nada de ese instrumento. Hoy me encuentro con una gran duda. Sí verdaderamente no conocía nada de guitarra o comenzaba a experimentar “extraños” acordes que resultaban chocantes a los patrones establecidos. Aunque ya en otros países numerosos músicos comenzaban a investigar nuevas formas de entender y de crear música contemporánea.

Tal es el caso de Schoemberg en Alemania y Stockhausen que exploraban nuevos planos de lo que llegaría a ser la Música Contemporánea. Otro ejemplo es Peter Maxwell en los Estados Unidos que incursionó en la “música concreta”; del polaco Penderecki “en música conceptual”, o el “dodecafónico” Ianni Xenakís en Grecia por nombrar algunos. Músicos experimentados a quienes se los criticaba por las extrañas formas sonoras que presentaban. El caso más notable es Astor Piazzola quien emigró de su país natal, Argentina, ante el rechazo generalizado por las formas “raras” de componer el tango. Hoy no se puede entender la música contemporánea Argentina y menos el tango, sin Piazzola. La misma historia se repite dramáticamente en Brasil con el “grande” Heitor Villa-Lobos.

Gracias al amor de su padre, el profesor Gert Conitzer, que como buen judío apreciaba y sentía gran admiración por la “música clásica”. Fue así que Juan conoció a los grandes compositores y estilos de la música universal. Son los sonidos del barroco, del  romanticismo y de las composiciones de Bach, Mozart, Beethoven, Handel, Hayden, Vivaldi y muchos otros que acompañaron su infancia. Su formación se completó con clases de piano y comenzó a reconocer técnicamente los acordes y las notas musicales que le servirían tiempo después cuando con su pequeña armónica creó melodías que a la mayoría de los que las hemos escuchado nos parecían mal ejecutadas.

Su adolescencia y juventud, es acompañada con las nuevas tendencias sonoras de los geniales Beatles, Pink Floyd, The Doors y de muchos otros músicos que con sus estridentes bandas ahuyentaban al público de las épocas acostumbrados a ritmos melifluos como el bolero, los valses o las baladas. Como siempre, hoy la música popular y en especial casi todas las tendencias del rock n´ roll moderno sin los antecedentes musicales de esos creadores, no podrían haber surgido tantas bandas musicales, con tantas variaciones sonoras y mucho menos, evolucionar musicalmente.

La rica tradición musical que pose nuestro país, es ancestral y en los tiempos modernos se han destacado numerosos músicos como son Adrian Patiño, Simeón Roncal y otros, pasando por Don Atiliano Auza, hasta llegar al Maestro Alberto Villalpando creador de música electroacústica con instrumentos modernos como el sintetizador. Cergio Prudencio y sus composiciones conceptuales para films o las composiciones para instrumentos nativos de  Alejandro Rivas por citar algunos y solamente para dar un referente de los compositores nacionales que se preocupan de crear nuevos acordes, aunque la lista es mucho mas larga.

Recuerdo claramente, hace muchos años atrás, cuando viajamos con Juan al Lago Titicaca. En esa ocasión presenciamos una ceremonia de música ancestral andina. Los músicos eran un grupo de campesinos que bajaban de los cerros interpretando cantos armoniosos al estilo de los Sicuris de Italaque. Las melodías que ejecutaban eran para agradecer a la Pachamama por la buena cosecha que habían recibido. Sus sonoros sonidos de ritmos marcados y variaciones improvisadas eran fascinantes, pero lo que más nos agradó era la manera de interpretar los sonidos de forma pentafónica, que rompía con lo cotidiano de la música monótona de las ciudades. Sistema peculiar de interpretar las tonalidades, porque eran consideradas por los campesinos andinos, como sagradas. Hoy recordando a Juanito, pienso que fue uno de los conciertos más bellos que he escuchado en mi vida.

No cabe la menor duda que la armónica que pulsaba Juan entre sus labios, era su instrumento preferido, pero cuando encontraba un piano, ya sea en su casa o donde su hermana Connie, como atraído por una luz mágica comenzaba a tocar. Cada interpretación estaba llena de sonidos que resultaban extraños para la mayoría de las personas próximas como ya expliqué. Aunque conozco muy poco sobre las líneas de música moderna, sumado a mi pobre formación musical y mis escasos conocimientos sobre música “contemporánea”, me inducían a pensar que, de repente, él, incursionaba en sonidos conceptuales, dodecafónicos, atonales, especialmente arrítmicos y aleatorios y que no seguía los pentagramas de nadie. Fue una gran pena que nadie hubiera grabado sus interpretaciones para estudiarlas.

Yo, varías veces me escondí detrás de la puerta para escucharlo, ya que Juan, odiaba los auditorios y mucho más las exhibiciones públicas. Si por casualidad alguien lo interrumpía o le pedía que toque algo conocido o que explicara de qué se trataba los sonidos que ejecutaba, dejaba de tocar y se retiraba a jugar con los niños. Que no resulte pedante, pero él tocaba sólo para él y creo que era una dulce terapia que lo transformaba y renovaba espiritual y anímicamente.

Finalmente, tengo que aclarar que Juanito nunca quiso o pretendió ser un músico o un compositor musical. Eso sí se divertía componiendo sonidos musicales que no sólo lo reconfortaban a él, sino a las personas que gustamos la genialidad de los grandes artistas.