La nueva vida de Ingrid Betancourt

Por Humberto Montesinos
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Ingrid Betancourt

La política y escritorio colombo-francesa reveló detalles sobre su nueva vida en Oxford como estudiante de teología, sus impresiones sobre el proceso de paz en La Habana y su más reciente libro, The blue line, publicado recientemente en Estados Unidos. Esta es su tercera publicación. Los primeros dos libros, La rabia en el corazón (2001) y No hay silencio que no termine (2010), fueron de carácter autobiográfico; The blue Une -publicada el año pasado en francés y recientemente en inglés- es una novela. Esta nueva apuesta, según la propia Ingrid, es una narración épica a través de la vida de dos personajes, Julia y Theo, que pasan por el cataclismo de la historia, por momentos muy duros, enfrentando la dictadura argentina, traumas de cautiverio, maltrato, tortura, abuso y que se forjan como seres humanos de manera diferente.

“Quería hablar de cosas que en primera persona es difícil tocar; son temas que tienen que ver con experiencias, que implican algunas veces a otras personas, pero al mismo tiempo que muestran situaciones complejas sicológicamente  y son interesantes para compartir; experiencias y pensamientos que tienen que ver con el más allá, con la muerte, con la vida; experiencias relacionadas con el tiempo, la felicidad y el amor. Quería poder tener la libertad de entrar a explorar todas estas dimensiones del ser humano sin tener que hacerlo en primera persona”, explica la autora.

“Me siento en paz y habitada por una especie de felicidad y de sosiego. Como una gratitud con la vida por lo que me ha dado, por lo que he podido vivir, el amor que he recibido, por muchas cosas”  Es lo que menciona IB y añade que la novela es un ejercicio de libertad per se. Es decir, la liberación de poder hablar de temas tabú, de dar por sentadas cosas que no son parte de lo que se acepta como real.

“A Oxford para entender quién es Dios”

Hace unos años, IB se trasladó al Reino Unido con una idea en la cabeza y en el corazón: estudiar teología en Oxford “para entender quién es Dios y el porqué de mi particular relación con él”. Pero más allá de los estudios y de la emoción que le dio su reencuentro con la academia, la escritora afirma que su llegada a la ciudad fue la respuesta a su necesidad de tener una vida nueva.  “Cuando salí del cautiverio me encontré con una realidad difícil de administrar: primero, no tener un lugar propio en el mundo, no tener un sitio. ¿Por qué? Porque uno vuelve a un mundo diferente en el que uno ha dejado de ser actor, en el que los hijos ya no lo necesitan a uno porque tienen su vida y son adultos, donde el compañero de vida hizo su vida con otra persona y los sentimientos han cambiado, donde el trabajo no es el que une puede volver a tener, porque el trauma es tan grande que es difícil volver a ponerse en una situación de combate ideológico, teniendo, además, muchas dificultades sicológicas de inseguridades, de miedos, de fragilidad…Había que encontrar una nueva vida”.

Luego de su liberación, la reflexión sobre su situación la llevó a entender dos cosas que en ese momento se convirtieron en su prioridad: sus hijos y Dios, “Lo único que no podía resignarme a haber perdido, y eso que lo había perdido todo -mi padre había muerto, había perdido mi papel en la política, había perdido ser mujer, todo, era ser mamá. Mi decisión cuando volví fue dedicarme y darle prioridad a reconstruir la relación con mis hijos, y eso necesitaba primero una gran disposición de tiempo para estar ahí cuando ellos lo necesitaran, sin ser una presencia pesada que les impidiera vivir su vida, porque ellos se liberaron al mismo tiempo que yo me liberé. Se añadía el deseo de volver a una actividad intelectual; tenía muchas preguntas con respecto a Dios, con el que había descubierto una relación muy fuerte durante la selva sin ningún tipo de cultura teológica; todo lo que pensaba y sentía relacionado con él dependía de emociones personales, de vivencias, pero no sabía cómo podía enmarcar eso en una reflexión racional y objetiva. Por eso decidí estudiar teología”.

“Me volví un peligro para el Gobierno de Uribe”

En cuanto a su nueva relación con Colombia IB señala: Es una relación en dos partes si se quiere: una relación con la entidad abstracta que es Colombia, el país que yo amo, que será mi gran amor por siempre. Y la relación con los colombianos, una relación que ha ido madurando. Durante los años en la selva fue muy difícil porque me sentí muy abandonada, sentí que habían agredido mucho a mi familia y que había sido un combate muy duro para ellos. Después se dio el milagro de la liberación, el momento de la bendición y de la armonía total con el país; fue extraordinario y muy bello, un momento que guardo como un gran tesoro de lo que la vida me ha regalado. Luego hubo una fase de incomprensión cuando empiezo el proceso legal para solicitar las reparaciones, un derecho constitucional que teníamos todas las víctimas del conflicto.

Mis compañeros de secuestro obtuvieron sus reparaciones. Pero a mí casi me matan. Creo que por razones políticas, durante el Gobierno de Uribe me volví un peligro: estaba muy alta en las encuestas y se aproximaban las elecciones presidenciales.

Hubo un momento en que se pensó “aquí la persona que puede ser un problema es Ingrid Betancourt: hay que atacarla”; fue un momento muy injusto, y los colombianos en general fueron duros conmigo. Yo no tenía la capacidad emocional ni de defenderme ni de explicar. Esa es una de las razones por las cuales he mantenido mi distancia con Colombia.