Después de la ruptura de los Beatles, apuntada como la más terrible de la historia del Rock and Roll, la edición número dos de la revista Metro de 2008 relató la tortuosa separación de Pink Floyd que impuso una tendencia posterior al individualismo.
No había razón para que estos hombres volvieran a juntarse. Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright, los cuatro músicos que llevaron adelante a una de las bandas más consagradas de rock, antes de que el líder del grupo, Syd Barrett, perdiera la razón por la esquizofrenia perpetua que padecía por su adicción al LSD al que se le sumaba un desorden bipolar y un espectro de autismo. El caso Barrett es uno de los más estudiados en el mundo de la esquizofrenia.
Pink Floyd no pisaba escenario desde junio de 1981, y parecía altamente improbable que los músicos volvieran a juntarse. Waters y Gilmour nutrieron un gran desprecio público recíproco durante al menos un cuarto de siglo -uno creía que el otro pretendía deshonrar todo lo que habían producido el otro-. Después de que Waters iniciará su carrera solitaria en 1984, comenzaron a escucharse especulaciones que Gilmour, guitarrista y vocalista de la banda, “no conseguía tener una sola idea”.
Además, se cocinaban intrigas a espaldas de sus integrantes. De Mason, el baterista se decía que “no sabía tocar” (y mucho antes, Waters había expulsado de la banda al tecladista Wright).
Las largas y prolongadas desavenencias dieron origen a una de las rupturas más traumáticas que se hayan registrado en la historia del Rock and Roll y casi con seguridad irremediable.
Era una noche caliente de principios de junio de 2005 en Londres cuando se volvieron a reunir en el Hyde Park en el histórico evento Live 8. Ellos tocaron y cantaron esa noche olvidando los malos momentos, pero además para apoyar la causa del evento – intentar convencer a los países ricos en perdonar la deuda a los pobres-. ¿Tenía aquel concierto algo de verdad en la filosofía de Pink Floyd?
Pero, además, había otro motivo superior: Una razón que tenía raíces en la vida misma de todos ellos. El motivo tenía nombre y apellido y era Syd Barrett, que pasó durante décadas metido en la soledad y en un profundo misterio. Él vocalista y guitarrista, había sido el corazón de la banda, escribía las piezas que algún día los hizo famosos. Más allá del detalle fue quien envolvió el estilo que desarrollo el grupo en la escena musical británica.
En 1968 los otros tres integrantes de Pink Floyd, Waters, Manson y Wright lo expulsaron después de que su salud mental comenzaba a desintegrarse. Ninguno de ellos volvió a verlo hasta un encuentro casual que los dejó estupefactos y en lágrimas. Ellos de cierto modo le debían todo a Barrett. La noche de reconciliación del grupo, quizá una reconciliación momentánea, serviría para homenajear a su excompañero delante de todo el mundo, quizá después sería tarde. Es por eso que Pink Floyd dejaría de existir esa noche y talvez sentían que en un futuro próximo lo mismo ocurría con Barrett, que le dio a la banda el nombre y su razón de existir original.
La historia de Pink Floyd es la historia de los temas que obsesionaron a la banda durante casi cuatro décadas. De hecho el álbum Dark Side of The Moon (1973), consiguió reflejar los miedos de una generación que necesitaba lidiar con la pérdida de ideales de los 60, y lo hizo de manera tan eficiente como una de las bandas más amadas y grandes de la historia del Rock and Roll. Siete años después The Wall (1979), ratificó su primer lugar y grandeza. Pero The Wall, la historia de un rockero solitario, cerrado y amargado que no soportaba el mundo a su alrededor se reveló todavía más sombrío de lo que aparentemente se podría creer. Waters, el autor de la obra soportaba cada vez menos a la banda. The Wall era su propia historia. “Si alguno de nosotros se va a llamar Pink Floyd, ese seré yo”, confesó en una entrevista a una revista famosa en 1987. El resto de la banda pensaba completamente diferente.
A pesar de los triunfos y las heridas, los integrantes de la banda no consiguieron escapar de cierta relación: no apenas el odio que alimentaron unos por los otros, pero también la percepción de que, sin la comunidad que habían formado en el pasado, su música jamás sería diferente. La mayor parte de ellos nació en Cambridge o creció en sus alrededores una ciudad universitaria que valoriza la actitud progresiva – y parecía destinada a carrera en artes. Pink Floyd alcanzó el espíritu de la experimentación adquirida en la facultad de arte y la aplicó sobre la forma cruda con resultados que transformaría la cultura a su alrededor.
Waters salió de Cambridge en 1972 para hacer cursos de arquitectura en la Facultad Politécnica de Regent Street, en Londres, donde conoció a su colega Mason. Se juntaron a un grupo que ya existía, Sigma 6, donde conocieron al tecladista Wright. De los tres sólo Waters tenía claro que su carrera no era al lado de la arquitectura. Declaró: “yo podría haber sido arquitecto, pero creo que no sería feliz”.
Barrett – otro joven guitarrista estudiante de arte- llegó a Londres en 1964 para estudiar pintura. Waters y Barrett se habían conocido mucho antes en Cambridge, donde el carismático Barrett era parte del escenario bohemio, estudiaba sobre existencialismo francés y el movimiento beat de los años 50 del que había aprendido a tocar guitarra con su amigo David Gilmour. Barrett era apasionado por la forma melódica de los Beatles y los Rolling Stones, pero también era dado a una técnica, slide, algo extraña de hacer guitarra. Un año después Sigma 6 se transformó en Abdabs después en Tea Set. En el segundo semestre de 1965, se habían decidido completar un grupo de cuatro: Waters en el bajo, Wright en el teclado, Mason en la batería, y Barrett en la guitarra y la voz. Fue Barrett que le dio al grupo su nueva identidad: Pink Floyd Sound, derivado del primer nombre de dos músicos de blues negros, Pink Anderson y Floyd Council (y del nombre de sus gatos).
Después de esa primera fase la historia del grupo se desarrolló vertiginosamente, para bien o para mal. En Londres de 1965, todo se aglomeró en un movimiento conocido como London Underground. Pink Floyd acabó convirtiéndose en la banda central que resumió ese movimiento, incluso más que los propios Beatles. Eso sucedió porque Pink Floyd, que era presentada como la banda menos convencional de Londres, desarrolló su personalidad y su música al vivo, noche tras noche, en eventos formados por un público participativo que incluía experiencias con marihuana y drogas psicodélicas, Pink Floyd se destacaba por el uso de proyecciones de luz complejas y creativas y el estilo abstracto de improvisación sin forma, desordenado, pero sincronizado y perfecto.
El artista Duggie Fields dijo que “Pink Floyd había conseguido seguidores en un tiempo mucho más corto que los Rolling Stones”. A fines de 1966, Pink Floyd ya había firmado un contrato bastante lucrativo para la época. Grabó su primer disco en los estudios Abbey Road. Y acabó grabando un año más tarde en la misma época en que los Beatles producían Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Los estudios entregaron a la banda en bandeja de oro a uno de los técnicos más cotizados en sonido. Norman Smith, tuvo repelencias a un principio, no era muy dado a la experimentación de sonidos electrónicos, pero de igual modo su aporte fue valioso y dio origen al estreno del disco The Piper at the Gates of Dawn (1967) que transformó a Pink Floyd en una fuerza sin competencia potencial dentro del rock británico.
Se debe destacar el papel de Barrett que inspiraba composiciones en un lenguaje novedoso, usando juego de palabras en canciones que hacían alusión a la infancia, la fantasía y el terror. Fue él la razón de ser de la banda que pasó a ser la más celebrada de Gran Bretaña. Jenny Fabian que escribió textos sobre el rock de aquella época dijo que Pink Floyd “fue el primer grupo en desarrollar un sonido auténtico de la conciencia del ácido. Se quedaban en el palco tocando su música ´viajadona´ y el mismo color que explotaba en ellos, explotaba sobre todos nosotros. Era como ser arrebatados de mente, cuerpo y alma”.
La legendaria personalidad alucinada del creador
Pero ese efecto psicodélico de la banda comenzaría a deslizarse de manera dolorosa. En el auge de la primera onda creativa, Syd Barrett, se comenzó a desmoronar.
El vocalista parecía cada vez más ausente del escenario. Por entonces Pink Floyd había alcanzado puestos de primer nivel en los rankings y eran invitados a participar en programas de radio y televisión. De ahí en adelante las cosas empeoraron, pues los patrocinadores de la banda tuvieron que suspender un par de giras debido al “agotamiento nervioso” de Barrett y mandaron al cantor de vacaciones en compañía de un médico a una isla española. Meses más tarde durante una gira por los Estados Unidos y escenarios de Gran Bretaña, Barrett enloqueció. Hubo muchas especulaciones sobre lo sucedido. Mucha gente atribuyó su ruina al consumo exagerado y constante de LSD. Él usaba la droga desde los viejos tiempos de Cambridge y en 1966 vivía en un departamento con personas que consumían ácido de manera regular y se aseguraban de que Barrett también ingiriese la droga. “Nunca nos aventuramos a entrar ahí”, confesó Mason. “No era un mundo para frecuentar”. Otras personas incluido Waters creen que las sustancias psicodélicas despertaron una esquizofrenia adormecida en Barrett. Pero en las investigaciones posteriores que realizó el escritor Tim Willis en su libro Madcap: The Half-Life of Syd Barrett, Pink Floyd’s Lost Genius, descubrió que Barrett nunca había sido diagnosticado como esquizofrénico, ni que había tomado remedios para eso. “Él una mente diferente, no enferma”, aseguró.
En 1968, la banda se vio obligada a incorporar a David Gilmour, amigo de Barrett de los tiempos de Cambridge para asumir su lugar en la guitarra y voz. Desde entonces nunca más volverían a tocar con Syd Barrett.
A partir de entonces Pink Floyd se convirtió en la principal preocupación de Waters; en su razón de vivir. Gilmore contó a un diario de Londres que Waters fue quien con mucho coraje había mandado a Barrett fuera del grupo porque percibió que mientras él continuaba en la banda no habría forma de mantenerse, el factor de caos era demasiado pesado. Roger siempre tuvo la máxima consideración por Syd y se sintió bastante afectado por tener que dispensarlo de la banda. A diferencia de Barrett, Gilmour prefería una estructura de composición más clara y melódica. Fue precisamente su contribución en la banda que generó los primeros roces entre ambos. Cuando comenzó tocando en Pink Floyd, Gilmour ya reaccionaba negativamente ante el absorbente carácter de Waters y lo describió como “un tipo de persona abusadora”.
Durante los siguientes años la banda produjo música que se convirtió en la vanguardia del Rock and Roll. “El objetivo de Pink Floyd es abrir caminos y asumir desafíos”, declaró Waters. Las composiciones del grupo debieron dar un serio dolor de cabeza en los estudios de la EMI debido a su tonalidad orquestal para el mercado discográfico de los Estados Unidos. Ummagumma (1969) y Atom Heart Mother (1970) incluían largos experimentos orquestales que fueron muy bien sucedidos entre el público pop británico receptivo a la música post-psicodélica que surgía como rock progresivo.
Descubrir la fuerza de la vida moderna
Años antes Syd Barrett dijo que en el futuro las bandas tendrían que ofrecer mucho más que un simple show pop. “Tendrán que ofrecer una puesta en escena teatral muy bien hecha”. Pink Floyd siguió esa visión de forma incansable con performances a los que seguían efectos de luz cada vez más sofisticados e ideas que definirían su lugar dentro del arte moderno.
En 1971 la banda comenzó a cumplir sus promesas. En diciembre de ese año, Waters que se convirtió en su principal articulador y líder de la banda, informó al resto que quería trabajar con un objetivo en mente: descubrir las fuerzas de la vida moderna que alienan a las personas una detrás de la otra. Juntos elaboraron una lista de temas que incluían violencia, miedo a la muerte religión, guerra, capitalismo, religión, política -los integrantes de la banda tenían visión centro izquierdista-, además de locura. Era una manera de comenzar a reflexionar sobre Barrett.
El álbum Eclipse tardó en elaborarse ya que Waters quería que sea perfecto y las letras directas y concretas. Por su parte Gilmour se concentró en crear melodías que llevarían a los oyentes a meditaciones sombrías. El objetivo era una especie de trance sutil para generar efectos interconectados. Tanta deliberación rindió frutos. En 1973, Pink Floyd lanzó The Dark Side of the Moon, que se convirtió en una obra prima moderna. Entretejiendo pasajes hablados con melodías sinceras por momentos desconcertantes. Él disco estableció nuevos padrones, creando efectos que no habían sido alcanzados desde el tiempo de los Beatles. The Dark Side of The Moon (título en homenaje a Syd Barrett), fue y continúa siendo el momento más amado y duradero de Pink Floyd. Capturó amplió público y no exclusivamente de su época: desde que fue lanzado vendió más de 35 millones de copias y permaneció en la lista de los más vendidos de la revista Billboard, durante 591 semanas consecutivas (el mayor registro para cualquier obra). La aceptación del disco trajo consigo un público enorme al que ellos no estaban preparados.
Luego de ese período, la banda se podría juntar para desarrollar cualquier tipo de proyectos, pero la verdad es que ellos no querían hacer nada. Waters le puso el biombo al asunto al anunciar que “todas nuestras ambiciones se han cumplido”. Luego de varios intentos para comenzar algo nuevo, nuevamente Waters tuvo la genial idea de desarrollar algo que definiera la distancia y el malestar que se estaba interponiendo entre ellos.
En 1975 Pink Floyd estrenó su nuevo álbum Wish You Were que al contrario de Dark Side of the Moon era una especie de introspección: la ausencia de amigos, de inspiración, de noción de comunidad, que en el pasado había servido como fuerza de inspiración, desaparecieron en el nuevo álbum. Después de Wish You Were Here, todo se volvió oscuro y feo. De alguna manera se habla cumplido el objetivo que era el resultado inadvertido de las relaciones internas de la banda.
Con Animals (1977), un conjunto de fabulas sobre opresión y revueltas, Waters garantizó liderazgo en la banda. Se convirtió desde entonces en el responsable de casi todas las composiciones de Pink Floyd. Las diferencias se acentuaron. Gilmour era partidario de ponerle más énfasis al contexto musical, mientras Waters pensaba que lo principal debían ser las letras. Además, Gilmour no estaba seguro de que Waters era lo suficientemente carismático para conducir las presentaciones de la banda en público. “No tenemos un Mick Jagger o un Roger Daltrey”. El guitarrista declaro en el libro Saucerful of Secrets: The Pink Floyd Odyssey: “Tenemos un bajista que anda en el palco de un lugar a otro frunciendo el ceño y haciendo caretas”.
Individualismo rencoroso
Más tarde los problemas de Waters en el palco se tornaron sumamente dolorosos. El prefería un público pasivo en sus conciertos. Y de hecho lo declaró así cuando confesó que detestaba la participación del público en el escenario. Una gira peso en Waters. Fue en Montreal, Canadá, cuando escupió a un espectador que gritaba para que la banda tocará Money.
Ese acto fue uno más de los que marcó la transición del grupo. Waters quedó tan desilusionado con la gira que juró que la banda nunca más se presentaría en grandes shows.
En 1978 Waters presentó a la banda la idea de encerrar esa visión, alejada y hasta cierto punto referencial de los grupos de rock; la interconexión con el público que asistía a los conciertos.
La elaboración de The Wall ocupó al grupo tres largos años y llegaría a cobrar vida con un despliegue de espectáculo asombroso, combinando la extravagancia en la tela y en el palco. The Wall era brillante. Waters se concentró en las ideologías como educación, familia, fuerza militar- que tiene el propósito de amoldar la conciencia. The Wall tuvo éxito, pero algunos críticos lo calificaron como desequilibrado en exceso, tanto en el disco como en el palco. Luego llegó la separación, aunque no definitiva.
Las composiciones personales de Waters generaron susceptibilidades en el resto de sus integrantes y condicionó que de seguir juntos el resto de sus proyectos deberían salir exclusivamente como de su propia autoría. Inmediatamente Gilmour removió su nombre de la función de productor. “Estamos peleando como perro y gato”, confesó. Más tarde el propio Waters diría que “finalmente estamos reconociendo o aceptando como ustedes quieran, que la banda no existe”. Meses después del lanzamiento de The Final Cut, a partir de noviembre de 1983 Waters canceló los conciertos programados y volvió a decir que el “futuro de Pink Floyd depende mucho de mí”.
Gilmour y Mason no estaban de acuerdo con la filosofía de Waters y en 1986 resolvieron hacer un nuevo álbum de Pink Floyd, pero esta vez sin Waters. Gilmore declaro: “Pase 20 años construyendo el nombre de Pink Floyd, no pase 20 años de mi vida construyendo mi nombre”. Waters enloqueció con la noticia. Entró con un proceso para acabar con la banda, pero perdió. Gilmour y Mason lo enfrentaron. Al final el guitarrista y el baterista se quedaron con los derechos y el nombre de Pink Floyd y Waters con los derechos de The Wall y del cerdo flotante que aparecía en sus conciertos.
El primer álbum del nuevo Pink Floyd fue un éxito. A Momentary Lapse of Reason, llegó al puesto número 1 de los más escuchados y vendidos en Inglaterra y en los Estados Unidos y la gira de 198889 fue la mayor en la historia de la banda, llegando a recaudar 135 millones de dólares. Waters quedó desconsolado con el éxito. Sin embargo, tenía razón en una cosa: la importancia de la música de Pink Floyd sin él no era la misma. A Momentary Lapse of Reason (1987), The Division Bell (1994) y los dos álbums al vivo de Pink Floyd “restaurado” Delicate Sound of Thunder (1988) y Pulse (1995) no tenían la secuencia musical de sus primeros trabajos. Tampoco las producciones individuales de Waters alcanzaron la misma estructura. Pink Floyd necesitaba del punto de vista ido de Waters y Waters necesitaba de la sutileza sonora de Pink Floyd. Y por supuesto de la locura de Barrett.
En 2005 Bob Geldof llamó a Waters para solicitarle una invitación para que Pink Floyd pudiera participar del Live 8. Pink Floyd fue claramente la presentación más esperada del concierto. La expectativa fue bien reconocida, después de 24 años que el grupo no participaba en presentaciones conjuntas. Pero lo que hizo del evento algo tan importante, no fue sólo el hecho de haber superado una historia de rencor, fue el momento de hacer honra a quien no se encontraba allí. En la mitad de show, Roger Waters dijo: “En verdad es muy emocionante estar aquí con estos tres cuates después de tantos años y junto a ustedes. Bien, estamos haciendo esto por todos los que están aquí y especialmente, claro, por Syd”.
Desearía que estuvieras aquí
Pink Floyd tocó una de sus mejores composiciones. “Wish You Were Here”, uniendo la voz en armonía Waters y Gilmour cantaron:
How I wish, how I wish you were here /
We’re just two lost souls /
Swimming in a fishbowl /
Year after year /
Running over the same old ground /
What have the found? /
The same old fears /
Wish you were here”.
Desearía que estuvieras aquí /
Somos apenas unas almas perdidas /
Nadando en un acuario /
Año tras año /
Recorriendo el mismo viejo suelo /
¿Qué encontramos? /
Los mismos viejos miedos /
Desearía que estuvieras aquí.
Podrían estar cantando el uno para el otro, pero no. El efecto trascendente fue reconocer una ausencia mayor que las propias heridas que se hablan infringido durante tan largos años.
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