Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes ensamble de jazz y fusión

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Juan Andrés Palacios estaba a punto de finalizar sus estudios en España el año 2012. Decidió entonces convocar por Facebook a varios músicos para una agrupación en formato de Big Band.

 

Su interés por probar arreglos escritos y de ponerlos en marcha fue reuniendo a intérpretes cualificados de distintas áreas. Bastó una reunión para desarrollar una travesía denominada “Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes”. Ensamble de jazz y fusión. Proyecto que en su génesis gestionó un músico llamado de manera semejante. Rodolfo terminó desligándose del ensamble, tras mudarse al extranjero. Aunque bien, quedó de padrino del nombre, bajo la batuta de Palacios, en su honor.

Hoy “Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes” no es una Big Band, es una agrupación de jazz con 5 saxos, 4 trompetas y 6 cuerdas. Actualmente el ensamble responde al formato de una orquesta sinfónica en miniatura. “Seguimos siendo como 20 personas en escenario”, sostiene Palacios, orgulloso además de llevar a cabo un concepto que cada vez adquiere características más enriquecedoras y complejas. Este joven director de Jazz empezó sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música, junto a grandes exponentes como Willy Posadas, Einar Guillen y Oscar García. Posteriormente complementó sus conocimientos en la Escuela Superior de Música de Hamburgo en Alemania, y en la Escuela Superior de Música de Catalunya de Barcelona en España.

Hoy, a siete años del nacimiento del ensamble, se encuentra a las puertas de un nuevo disco, además de tener un cuarteto de música boliviana, Tierra Mojada, trabajar en la Orquesta Ensamble 48, y de haber ya dirigido el proyecto de Kjarkas sinfónico. Por lo que el maestro entusiasta e hiperactivo nos habla de sus inquietudes.

¿Cómo integras la música popular con la académica, en la orquesta? En realidad, es difícil para mí diferenciar las dos cosas. Todo en la música es academizable, pues no soy muy fanático de usar el término “música académica”.

Popular sí, es un término que se aplica a música de masas; termina siendo un sinónimo a la definición de Vega de Mesomúsica. El problema es que la música popular tiene por característica principal ser música de mezcla. Aunque, eso va mucho más allá, y es que puedes no comprar un libro y no leerlo, o cerrar los ojos y no ver algo que no te gusta, pero no puedes cerrar tu oído. Es imposible que algo no te influya sonoramente.

Es interesante cuando te das cuenta que en muchas de las morenadas encuentras patrones armónicos que estaban de moda en 1600. Aunque más impresionante aun es cuando te das cuenta de que muchas de las afinaciones de sikus en la música de nuestra región están posiblemente influenciados por la forma de afinar órganos en la Villa Imperial. Todo es una fusión. Por lo que yo no veo frontera entre músicas.

¿Qué recursos utilizas para generar una familia con Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes? De tocar con otras personas se aprende más que con cualquier libro. En especial cuando tocas con gente muy hábil. En Laruta hay gente que recién está empezando a tocar en vivo, así como músicos de trayectoria como Tincho Castillo, Luis Alarcón, Diana Azero o Alejandro Lobatón. Cuando el ambiente es cómodo y no tienes miedo a equivocarte, aprendes como cuando un niño aprende a caminar. Te caes, te levantas, sigues. Así es la música.

¿Cómo es el procedimiento de componer y transmitir a tu orquesta, para generar arreglos en conjunto, sin resultar ser un tirano o demasiado dócil? Soy un director tirano. Lo que escribo se toca y ellos lo aceptan. También pongo un horario y eso se respeta. El que no puede, ni modo. Hay algunas observaciones técnicas cuando presento partituras nuevas, pero normalmente se toca. Yo tengo en mis manos todas las decisiones creativas de la orquesta. También decido dónde y cuándo presentarnos. No sé si soy buen líder, solo sé que no los maltrato. También soy tranquilo y nadie se queja. A los chicos de la orquesta les dejo la puerta abierta para que escriban su música y que la toquemos con la orquesta. Sin embargo, eso no sucede muy seguido. Creo que todavía hay miedo en escribir para formatos grandes. Una excepción fue un guitarrista a quien admiro mucho, que tocó con nosotros hasta el año pasado: Alfredo Paredes, un músico trotamundos.

¿Cuál ha sido el trabajo más desafiante en estos años? Cada proyecto nuevo me parece el más desafiante; años pasados era el mantener las temporadas con invitados especiales. Sacábamos como ocho conciertos por temporada, con invitados especiales. Eso significaba para mí arreglar una pieza por invitado en cada concierto, gratis. Era económicamente insostenible, pero era para mí como ir al gimnasio. Me mantenía en forma. Y para los músicos de Laruta fue también entrenamiento. Ahora el reto es más creativo, qué puede decir y qué alcance mediático tiene. La Laruta se ha vuelto más oscura, ya no es el juego lúdico del comienzo. Ya no son canciones de los amigos, es un concierto conceptual, todo con una estética definida.

¿Que sientes haber aprendido con Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes en estos años? Me ha enseñado a escribir para mis músicos y no para la idea de que algún músico lo va a tocar. Es muy importante conocer las posibilidades de cada uno de ellos. La Laruta me ha convertido en un arreglista solvente. Siento que gracias al entrenamiento de esta orquesta puedo armar lo que me pidan, en cualquier formato. Si bien tengo formación europea, pero aprendí a escribir aquí.

¿Qué exiges y qué resultado buscas lograr al laburar en equipo? Soy muy poco exigente con mis músicos. Sólo he tenido que botar a uno y fue un caso muy excepcional. Normalmente, les pido paciencia porque el material es complejo y toma tiempo digerirlo. La Laruta termina de exprimir a los músicos por sí sola. Es fácil darse cuenta cuando uno hace papelón. Yo solo quiero que mis músicos aprovechen el tiempo que vamos a tocar juntos para abrirse a cosas nuevas.

¿Cómo preparas y organizas la temática, el repertorio en cada temporada? Antes dependía de los invitados disponibles. Veíamos que teníamos a mano y pensábamos en algún leit-motiv. Ahora estamos preparando nuestro segundo disco, así que el leit-motiv es ese. Todo tiene que ver con el material nuevo que estamos sacando con la orquesta.

¿Te motiva escribir música tuya o reinterpretar música en distintos lenguajes? Al principio era un ejercicio técnico. Quería ver qué posibilidades teníamos todos nosotros en hacer sonar nuestra música en formatos grandes, orquestales. El primer disco de la Laruta es un popurrí de canciones del Diego Ballon, mías y del Freddy Mendizabal. Ahora he encontrado una veta que quiero explotar. Tiene un color menos alegre, más hermético. Me gusta harto y no quiero, por el momento, lidiar con otros lenguajes más que el mío, que ya es un lenguaje muy variado.

¿Cómo traduces las expresiones musicales de otros países y del tuyo en los arreglos que compones? Yo tengo más capacidad creativa de síntesis. No me interesa principalmente desarrollar un lenguaje mío, pero sí mezclar lo que se y ver qué pasa. Y pasa también que ya no lo hago de manera consciente. No sé hasta qué punto se más de músicas de otros países más que la del mío. No me molesta no ser un profeta de mi tierra. En la última composición que hice para Laruta uso muchos recursos, aunque no sabría cómo diferenciarlos por origen. Sólo sé que estaban en mi cabeza y los saqué con el fin de decir algo concreto.

¿En qué momentos te llega la creatividad y cómo la organizas durante el proceso de concreción? Para mí el proceso de componer dura en inspiración como unos 20 segundos: tengo una idea y digo “¡Eso es!” o, en su defecto: “¡Eureka!”. Usualmente no pasa nada con eso, pero si tengo algo en vista: un concierto dónde podría presentar algo nuevo o un concurso, me pongo a trabajar sobre eso. El resto es sólo trabajo técnico.

¿Qué artistas, orquestas o géneros influyeron en tu trabajo? En cuanto a recursos técnicos: Andromeda Mega Express Ochestra, Gil Evans, María Schneider, Jacob Collier, Thad Jones, Bob Brookmeyer, Gyorgy Ligeti, Gerard Grisey, George Crumb… Bach, por solo mencionar algo. En cuanto a mi forma de pensar la música, me han influido más bien muchos músicos y etnomusicólogos bolivianos o que trabajaron en Bolivia: Oscar García y Henry Stobart especialmente.

¿Qué consideras que es necesario en la enseñanza musical de los niños y jóvenes, según tu experiencia pedagógica como maestro del conservatorio? Que canten. La única manera de desarrollar tu oído es manipulando material sonoro. Eso no se puede hacer si no cantas. También es necesario hacerles escuchar música con información compleja desde temprano, música de todo tipo. Lo demás se aprende.

 

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