Copa América: ¿por qué Chile nunca ha sido tan bueno como ellos creen?
Chile es un país sufridor en términos futbolísticos. Nunca ha ganado nada con su selección y el nivel de expectativa de sus aficionados varía tan drásticamente cada vez que juega que se podría medir en un barómetro tan largo como su propio territorio.
La Roja ha tenido grandes jugadores a lo largo de su historia, generaciones que han ilusionado a todo el país, pero nunca ha podido combinar las variables para conseguir el tan ansiado trofeo que termine de confirmar su creencia de ser la “cuarta” potencia del fútbol sudamericano.
La única razón tangible de este convencimiento popular es que fue uno de los cuatro países fundadores del Campeonato Sudamericano de Naciones hace 99 años, pero la diferencia con las otras tres selecciones es abismal: Uruguay ha conseguido 15 títulos, Argentina 14 y Brasil 8.
Cuando salga este miércoles a la cancha del estadio Nacional en el primer partido de los cuartos de final de la Copa América que juega como local, Chile no sólo tendrá enfrente a Uruguay, sino que también a la historia y a la ansiedad de toda una afición que sueña con que su selección, La Roja de sus amores, consiga, ahora sí, su primer título continental.
Eterna deuda
Chile, junto a Ecuador y Venezuela, son los únicos países que jamás ha podido alzar una Copa América.
Peor aún, jamás ha salido campeón en un torneo de fútbol continental, en ninguna de sus categorías, ni infantil, ni juvenil, ni femenino.
Las razones son varias, desde el desorden interno hasta la falta de una generación excepcional en todos los sectores del campo. Nunca pudo sacar provecho a su condición de local y las escasas oportunidades en las que llegó a una final terminó perdiéndola: frente a Argentina en 1955, contra Paraguay en 1979 (en partido extra de definición en cancha neutral) y ante Uruguay en 1987, en la Copa América de Argentina.
“Es algo que sólo se puede explicar desde la mente. Ni la suerte ni la categoría han sido factores para justificar esas derrotas“, explica Elías Figueroa, uno de los mejores defensas de la historia.
La mente es algo que precisamente parece haber cambiado la actual generación de futbolistas. Son jugadores que están triunfando en el fútbol internacional y reciben elogios en cualquier rincón del planeta.
Alexis Sánchez y Arturo Vidal son los referentes de un grupo que ha crecido ilusionando un país, desde aquel agónico empate contra Brasil en el sudamericano sub20 de Paraguay en 2007, el tercer puesto mundialista en Canadá ese año y las clasificaciones a las Copas del Mundo de Sudáfrica y Brasil.
Si juntamos al hecho de que juegan en su casa y con un sorteo favorable -líderes en un grupo asequible y todos sus partidos en Santiago- el equipo dirigido por el argentino Jorge Sampaoli podría estar tal vez ante la mejor oportunidad de romper el maleficio.
El problema es que Chile ya vivió una situación similar y fue el desenlace de aquel torneo lo que marcó para siempre su fútbol.
La ilusión de 1955
“Sólo una vez antes en su historia Chile llegó a una Copa América con tanta esperanza y estuvo tan cerca de ganar el torneo”, recordó en BBC Mundo el reconocido periodista deportivo Aldo Schiappacasse, quien realizó un trabajo de investigación sobre lo que pasó hace 60 años.
“Fue el 30 de marzo de 1955 cuando, con una de las mejores delanteras de todos los tiempos, la selección chilena llegó al partido final contra la Argentina de Labruna con la ventaja del empate. La euforia que generó ese equipo y el sueño de ganar el Sudamericano terminaron en tragedia“, contó Schiappacasse.
El periodista enumeró a los protagonistas de aquel equipo dirigido por Luis Tirado.
“La Roja tenía un virtuoso centrocampista, Enrique Hormazábal (apodado “el Cuá Cuá”) que abastecía a un habilidoso puntero, Manuel Muñoz, y a dos temibles goleadores, René Orlando Meléndez y Jorge Robledo”
“Con juego ofensivo y espectacular, el equipo no sólo goleó a Ecuador, Perú y Paraguay, sino que tras empatar con Uruguay se perfiló con el favorito para el pleito final”.
Pero la ilusión de todo el país se apagó en pocos minutos.
“Miles llegaron hasta el estadio Nacional de Santiago para ver el duelo. Presionando para ingresar, los aficionados se exaltaron cuando por los altoparlantes se informó que ya no quedaban entradas a la venta y corrieron despavoridos cuando la policía hizo debutar el flamante carro lanza-agua recién adquirido. El resultado fue desastroso: siete personas muertas aplastadas contras las rejas y decenas de heridos de gravedad”.
“Las autoridades decidieron jugar igual la final, que ganó Argentina por uno a cero con gol de Michelli. La tristeza de la derrota fue inmensa, pero no podía compararse con la devastación que provocaron las muertes de los aficionados, en lo que hasta hoy es la peor tragedia ocurrida en un estadio de fútbol en el país”.
Una larga cicatrización
Ese hecho marcaría a fuego la historia de la selección chilena en los torneos continentales, donde transitó siempre entre la ilusión desbordada y el desencanto profundo.
Esta misma escuadra -reforzada con el debutante puntero izquierdo Leonel Sánchez- compartiría el segundo lugar al año siguiente en el Sudamericano de Montevideo.
Una generación brillante que se disolvería en 1957, cuando en Lima incurrió en actos de indisciplina que significaron sanciones para varios jugadores, lo que mermó las posibilidades del equipo en las clasificatorias para el Mundial de Suecia.
La crisis fue necesaria para enmendar rumbos, ya que a partir de ese momento comenzó el proceso encabezado por Fernando Riera que culminaría con el tercer lugar en el Mundial de 1962, jugado en canchas chilenas.
Sin embargo, el fútbol chileno no pudo aprovechar ese resultado para conseguir una regularidad y títulos internacionales.
Desde entonces han surgido grandes jugadores como Elías Figueroa, Carlos Caszely, Patricio Yáñez, Iván Zamorano o Marcelo Salas, pero cada vez que se han acercado a la cima del fútbol sudamericano han vuelto a caer estrepitosamente.
El denominador común en la mayoría de los casos ha sido la falta de disciplina.
Ocurrió tras los subcampeonatos de la Copa América en 1979 y 1987 y tras la clasificación al Mundial de 1998.
“Kamikazes”
En 2002 Chile llegó a ubicarse en el puesto 84 de la clasificación de la FIFA y no fue hasta la aparición de la actual generación de jugadores que pudo ascender y permanecer en la élite del fútbol.
De los últimos siete años, la Roja se ha ubicado en seis entre la 20 mejores selecciones del mundo, gracias primero al trabajo de Marcelo Bielsa y ahora de Sampaoli, quien ha administrado la herencia de su compatriota.
El técnico declaró antes del inicio del torneo que “Chile jugará esta Copa América con 11 kamikazes. 11 fanáticos que se jugarán la vida por la camiseta” en un discurso discordante con su intención de no generar expectativas desmesuradas.
Entre la afición nadie parece dispuesto a moderar el sueño de la Copa América, aun sabiendo el peso que eso significa en los hombros de unos jugadores a quienes sólo les vale ganar y dejar atrás un siglo de frustraciones y derrotas dolorosas.
“No creo que todavía pueda ser considerada la mejor generación. Cuando ganas algo es que puedes ser considerada la mejor”, declaró a la BBC Figueroa.
“En el 62 fuimos terceros. Ellos todavía tienen algo que probar. Es una generación con muy buenos jugadores, todos juegan en Europa, pero deben ganar algo. Yo dejé un legado para todos ya que fui elegido tres veces el mejor jugador en Sudamérica. Si ellos ganan algo, perfecto”.
El siguiente obstáculo para alcanzar el objetivo es Uruguay, el verdugo en la final de 1987, el que ha eliminado a cuatro países anfitriones en los últimos 11 torneos y al que Chile no le ha podido ganar en 32 años en el campeonato sudamericano.
Esta vez, la promesa es que Chile contará con 11 kamikazes para lograr no sólo el triunfo contra la Celeste, sino su primer título continental.