
En su obra La ideología alemana, Karl Marx dice que la primera característica de su método de análisis, el materialismo histórico, es la asunción de que antes que nada hay personas de carne y hueso, tal y como son, viviendo y, en consecuencia, haciendo la historia. Esto que parece una obviedad, nos devuelve una lección fundamental para tratar de entender los procesos históricos, la política y, en consecuencia, lo que nos pasa como sociedad.
Estos últimos días un ambiente enrarecido ha dejado a la sociedad sin entender que somos de carne y hueso; tomados por el destino en algo tan frágil que enfrentar: la realidad. Las grandes decisiones las toman personas como cualquiera de nosotros, con sus fortalezas y debilidades, con sus límites, obsesiones y miserias. La mayoría de ellos no son genios descomunales, ni grandes estrategas, son simplemente, personas a las que les ha tocado hacer la historia.
Pero, para llegar a hacer historia, hay que intentarlo y de lo que se trata es de que esa historia, la que nos toca contar como sociedad, sea mejor si cambiamos a sus componentes, las personas de carne y hueso que representan una parte de nuestra historia. Alguien decía que, para enfrentar los problemas, el ser humano cuenta con su propia fortaleza para seguir.
En un fin de semana, el que acaba de pasar, una autoridad departamental cae de un segundo piso en un episodio sin explicación, en el que hay implicada una mujer. La autoridad departamental hoy se debate entre la vida y la muerte, con diagnóstico reservado y en coma inducida. En otra muestra de la historia que escriben las personas de carne y hueso, un dignatario de Estado hace declaraciones en estado etílico por la mañana y termina bronco aspirado en la madrugada del día siguiente. La primera autoridad del Estado Plurinacional instruye una investigación creando dudas de que hay algo raro en el deceso. Luego nadie dice nada y el hecho pasa como un anecdotario del nuevo año aimara.
Un ex dignatario de Estado (destituido, él dice que presentó renuncia porque sabe que se trama algo que dañará su reputación) es internado, operado (complicidad clínica) para evitar ir a la cárcel por manosear la justicia de por si manchada como está a seis (?) meses de reclusión en un penal de provincia. En el mismo caso el presidente de la Corte Distrital de Justicia de La Paz es detenido por cuestión de horas, pero igual que el primero se descompensa y acaba internado en otra clínica para evitar su detención. Una abogada no goza de los mismos privilegios y es internada a un centro de reclusión privada de libertad, siempre en el mismo caso. Otros dos abogados del mismo la pasan mejor con detención domiciliaria detenidos (descompensados) y uno está desaparecido.
Los candidatos a la presidencia, los dos que marchan primeros en las encuestan se enfrascan en discusiones surrealistas que opacan su credibilidad para competir por la presidencia. Ambos nos han contado durante los dos últimos meses sus historias de sacrificio, que provienen de familias pobres, son humildes, de padres con dificultades para sostener la vida, pero que, por exitosos modelos de trabajo lograron triunfar. Son capaces, exitosos, pero encima de cualquier consideración pragmática deben responder porque están convencidos que uno de los dos será el nuevo presidente en una sociedad descompensada de seres de carne y hueso.
Hay cambios físicos que sintetizan las transformaciones políticas y personales de un dirigente. El caso más paradigmático de estas últimas semanas es el autoritarismo de Evo Morales que amenaza incendiar el país si le privan participar de las elecciones. Unos se van, otros llegan. Las personas de carne y hueso. Lo que parece una obviedad se convierte en una lección para tratar de entender los procesos históricos, la política y, en consecuencia, lo que nos pasa como sociedad.