América Latina en la disputa por las energías renovables

Franco Stachiotti | Descifrando la guerra
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El antropoceno, término que hace referencia a la irrupción de una nueva era geológica en la que la humanidad o anthropos ha impactado profundamente en las condiciones planetarias, convirtiéndose en una fuerza geológica por derecho propio, ha generado un interés en académicos de las Relaciones Internacionales, convirtiéndose en una cuestión central en recientes años. En este contexto, los debates en torno a las energías renovables han cobrado un peso notable, con especial foco en América Latina.

La geopolítica y las relaciones internacionales han sido centrales en el impulso por asegurar el acceso a recursos globales vitales como el petróleo, el gas y los minerales críticos como el litio, lo cual ha estimulado y dirigido la política internacional en los últimos años. A partir de la década de los años setenta, las preocupaciones ligadas a cuestiones energéticas empezaron a ser vistas cada vez más como parte integral de lo que se denomina la “alta política”. La geopolítica y las relaciones internacionales están íntimamente ligadas a cuestiones energéticas por tres razones principales.

La primera es el hecho físico de que los combustibles fósiles y los minerales están distribuidos de manera desigual en todo el mundo y, como consecuencia, algunos países y regiones son notablemente más ricos en recursos que otros. La segunda razón es que estos recursos son de importancia crítica para el desarrollo y el crecimiento económico global y son valiosas mercancías comercializadas internacionalmente.

El tercer factor es la naturaleza anárquica del ámbito político internacional, donde, debido a la ausencia de un gobierno global, el poder relativo y el comportamiento de los Estados tienden a determinar los resultados políticos y económicos más que las instituciones de gobernanza regional e internacional y el derecho internacional.

En ese sentido, la dinámica de competencia y conflicto actual entre China y Estados Unidos tiene una dimensión asociada a la obtención de recursos y que los tomadores de decisiones en ambos países han expresado claramente. Dicha competencia se basa en el dominio y centralidad de cuatro redes transnacionales interrelacionadas: infraestructura, redes digitales, producción y finanzas.

En lo que respecta a las redes transnacionales de producción, la competencia se centra en el control y centralidad de las cadenas globales de valor de las tecnologías de energías renovables, donde ambas superpotencias pretenden restringir la participación de la otra, buscando limitar el progreso en etapas avanzadas de producción. Empresas de ambos países ambicionan ampliar el control sobre recursos necesarios para los procesos industriales avanzados, como los minerales críticos y las tierras raras. Por ejemplo, las compañías chinas han adquirido derechos sobre algunos de los mayores depósitos de litio del mundo.

América Latina en la disputa

La confrontación entre ambas superpotencias, la cual algunos académicos denominan como una “nueva Guerra Fría”, ofrece a los países del Sur Global y a regiones como América Latina mayores márgenes de maniobra para implementar políticas de desarrollo independientes. En ese sentido, Argentina y la región latinoamericana aparecen en el escenario internacional como importantes productores de minerales críticos, centrales para las transiciones hacia energías limpias.

Para países latinoamericanos como Argentina y el resto de exportadores de minerales críticos, una agudización de la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China por las cadenas globales de valor de tecnologías de energías renovables podría ofrecer mayor relevancia sistémica y estratégica a la región, en tanto exportadores de minerales críticos como el litio.

El orden internacional liberal se enfrenta a un escenario complejo y exigente. Esta dinámica se desarrolla en el contexto más amplio de una competencia estructural en curso por el dominio mundial entre las dos principales potencias en el ámbito internacional. El alcance y la escala combinados de este acontecimiento representa una prueba inmensa y formidable para todos los demás actores del sistema.

Se asiste a un gradual traslado del centro del poder de Occidente a Oriente. Esta tendencia observable y previsible frente a la irrupción de China como nuevo actor dinámico en la economía mundial se ha acelerado y profundizado. En las últimas décadas, empieza a afirmarse una visión de un sistema internacional que tiende hacia una bipolaridad en ascenso, con China y Estados Unidos a la cabeza, que estaría dejando de lado la noción de multipolaridad.

Así, reaparecieron viejas teorías de transición de poder y la inevitable trampa de Tucídides, como los planteos de Graham Allison, de dos superpotencias que compiten por la primacía en el escenario estratégico global, desacoplando sus economías por medio de una guerra comercial y tecnológica.

La rápida y sin precedentes consolidación del poder en forma de recursos materiales que China ha experimentado en el transcurso de los últimos diez años, un fenómeno que carece de paralelismo en comparación con otras potencias emergentes, ha dado como resultado en última instancia el establecimiento de dos polos de poder estatal distintos y claramente delineados, ambos con la capacidad de entregar bienes públicos globales de manera efectiva a nivel mundial.

Las energías renovables

Autores como Richard Haass plantean que gran parte de los mayores desafíos y amenazas que enfrenta el mundo en general son de carácter transnacional y van más allá de la lógica estatal, siendo la cuestión del cambio climático un claro ejemplo de ello. La actual crisis ecológica global pone a la región latinoamericana en un proceso de transición a futuros más sustentables, en un contexto marcado por dinámicas que pugnan en direcciones opuestas.

El alto nivel de endeudamiento externo de las economías latinoamericanas, sumado a la persistencia de perfiles productivos primarios basados en actividades de corte extractivista, convive con una creciente politización de demandas socioambientales. Dicho proceso se expresa en la esfera pública como un debate acerca de las contradicciones o complementariedades entre desarrollo y ambiente. Según informes de la Agencia Internacional de la Energía:

“La aspiración de que el sector energético mundial logre cero emisiones negras de dióxido de carbono en 2050 requiere que la inversión en la producción de nuevos combustibles fósiles y en la producción de energía a partir de carbón termine inmediatamente, además de una transformación sin precedentes en los modos de producción, transporte y consumo de la energía a escala mundial”.

Más allá de lo apremiante que pueda resultar la transición energética, América Latina se encuentra tensionada por necesidades económicas y por un proceso de endeudamiento externo, ambos factores que desalientan las decisiones de poder abandonar la explotación de sus recursos hidrocarburíferos. Esto se traduce en una trayectoria más lenta y muchas veces contradictoria en sus procesos de transición energética.

Así, se fue consolidando en América Latina la participación de inversiones de capitales chinos en proyectos estratégicos como el litio, pero no sin controversias sobre los efectos socioambientales, confrontando con comunidades indígenas, autoridades públicas y empresas. Cabe mencionar que el litio aparece como un mineral clave para el desarrollo de la industria de baterías destinadas a paneles solares, tecnologías electrónicas y vehículos eléctricos, por eso es considerado como un mercado clave para la transición energética.

La necesidad de asumir el control público por parte de los gobiernos latinoamericanos adquiere especial relevancia en un contexto de competencia global entre China y Estados Unidos por acceder al control de este tipo de recursos y de otros minerales claves para la transición energética. El desafío que presenta la transición energética y poder ir hacia economías con energías renovables y no fósiles es equiparable a lograr salir de esa misma matriz extractivista de los modelos de producción regionales.

En la actualidad, la región aporta el 35% del litio del mundo, liderada por Chile (26%) y Argentina (6%), el segundo y el cuarto mayor productor mundial, respectivamente. La región posee más de la mitad del litio mundial, reservas ubicadas principalmente en Argentina (21%) y Chile (11%). Bolivia también posee enormes reservas de litio sin explotar, casi comparables al tamaño de las reservas mundiales de litio de la actualidad, aunque la falta de infraestructura les impide ser económicamente viables.

Por lo tanto, América Latina podría tener un papel aún más importante que desempeñar para satisfacer la creciente demanda mundial de litio. El gasto en exploración de litio de la región se duplicó con creces en la última década, de 44 millones de dólares en 2010 a 91 millones de dólares en 2021, y hay margen para intensificar aún más las actividades dado que la participación de la región en el gasto mundial en exploración cayó del 52% al 36% durante el mismo período.

En lo que respecta a la Argentina, durante la administración Fernandez, se apoyó de manera proactiva estrategias como la del gobierno jujeño, considerando al litio como un potencial motor de crecimiento orientado a la exportación. En 2021, el gobierno nacional firmó un memorándum de entendimiento con la empresa china especializada en baterías de iones de litio, Guoxuan Hi-tech, para fabricar baterías y autos eléctricos en el país. De esta forma, la extracción de minerales críticos como el litio con participación de capitales de origen chino se convirtió en un componente central de la estrategia industrial del ejecutivo argentino.

Además, Buenos Aires planeaba introducir una ley de electromovilidad diseñada para atraer inversiones y fomentar el crecimiento industrial, convirtiendo así a Argentina en un líder regional en las cadenas de valor de vehículos eléctricos. Aun así, la explotación de litio en el país tiene costes ambientales considerables y los gobiernos regionales han subordinado estas preocupaciones en nombre de un declarado desarrollo y progreso.

Aunque hasta ahora la rivalidad entre Estados Unidos y China no ha influido en la estrategia de Argentina con respecto a la extracción y procesamiento de litio, la geopolítica de la extracción del mismo influyó en los acontecimientos en otros países de la región como Bolivia. El país andino tiene las mayores reservas conocidas de litio del mundo y, según el expresidente Evo Morales, el apoyo norteamericano al golpe de Estado de 2019 fue una forma de represalia por la alineación del país con actores globales como China y Rusia en el sector del litio.

La influencia de China sobre las cadenas globales de suministro de litio preocupó a los responsables políticos estadounidenses, que temen las aplicaciones militares de las baterías de iones de litio, lo que podría significar una creciente dependencia de Pekín para adquirir un recurso tan estratégico.

Frente a un posible escenario de agudización de esta disputa, los países exportadores de minerales críticos quedarán expuestos a las tensiones geopolíticas que se derivan de la misma, y la intensificación de esa competencia le daría a América Latina y a los países exportadores de litio mayor relevancia sistémica y estratégica. Este contexto externo permisivo podría brindarle a dichos países un margen de maniobra necesario para poder superar la matriz extractivista que presentan sus modelos productivos.