Cambiar de economía
“No hay alternativa”, fue el último argumento de Margaret Thatcher cuando sometió a los ingleses al shock de los años ochenta. “No hay alternativa”, fueron repitiendo a coro los neoliberales, liberales, socialdemócratas, populistas arrepentidos, oportunistas y todos aquellos técnicos y políticos que por intereses creados, falta de coraje o carencia de imaginación, fueron aplicando programas deshock desde los ajustes de los ochenta y noventa hasta la crisis de 2008.
Tuvimos que esperar a la crisis de 2008 para que surgieran críticas, cuestionamientos y propuestas. Se abre paso la sensación de que sí hay alternativa.
Un grupo de veintisiete economistas franceses, bajo el nombre de Les Économistes atterrés, lanzó el año pasado un conjunto de propuestas que editaron en el libroChanger d´economie (Cambiar de economía. París: LLL Les liens qui libérent, 2012. Phillipe Asskenazy, director de Investigación del Consejo Nacional de Investigaciones, Philippe Batifoulier, Frédéric Boccara).
Me permito sintetizar algunas ideas que están ampliamente argumentadas enChanger d´economie. Todas ellas están referidas a Europa pero hay algunas que pueden ser valiosas para América Latina.
Una solución durable de la crisis requiere que sea definido un nuevo modelo de desarrollo. Ese modelo ya no debe ser tecnocrático y descendente desde el gobierno a la ciudadanía, como en los años setenta. Tiene que haber control social de la evolución económica. La economía debe ser vigilada y controlada por la sociedad.
El primer objetivo debe ser desinflar el sector financiero, limitar el rol de los mercados de capitales y las actividades especulativas, recentrar el sistema bancario en el financiamiento de las actividades productivas. Esto implica aislar las “actividades casino”; separar las actividades de intermediación (captación de depósitos del público y distribución de crédito) de las de mercado (compra y venta de títulos financieros).
Tiene que haber una política de taxación (imposición tributaria) ecológica y la creación de una agencia mundial del ambiente dotada de poderes importantes. Los que contaminan deben pagar altos impuestos mientras se reconvierte el aparato productivo hacia actividades no contaminantes.
Un Consejo Económico y Financiero bajo el control de los pueblos deberá gobernar la orientación de las políticas económicas.
Se debe denunciar ante el público las estrategias de los países anglosajones que basan su crecimiento en el endeudamiento infinito y las burbujas financieras. Mientras los países emergentes deberán concentrarse sobre su demanda interna, los industrializados deberán apoyar sus empleos industriales.
Michel Devoluy plantea poner en marcha una planificación federal europea con programas de gran amplitud que comprendan una revaloración de la política agrícola común para una producción de alta calidad, fuerte regulación de las finanzas, grandes proyectos industriales y evolución hacia una Europa social. Los proyectos federativos de cooperación multinacional deberán ser de alta tecnología, como el proyecto Galileo de localización por satélite planteado desde 2002. Se deberá impulsar proyectos dirigidos a la reconversión ecológica de la economía europea.
Debemos aceptar de una vez por todas que el crecimiento infinito de la economía es imposible. Hay que bajar al PBI del pedestal en que lo pusieron aquellos que como Walt Whitman Rostow ignoraban las consecuencias que tendría la modernización centrada en el crecimiento material y ciega a sus consecuencias ambientales que plantearon en los años cincuenta del siglo pasado.
La idea de Nicholas Georgescu Roegen (La Décroissance. Paris, Sang de la terre, 1995) es separar desarrollo de crecimiento. Nos propone que tengamos en cuenta que el PBI no solo contiene productos del mercado, sino del no mercado. Una fuerte inversión en educación y salud debe representar una parte cada vez más importante del PBI. Necesitamos un producto inteligente y virtuoso, no un producto bruto y brutal.
Héctor Béjar