Cuál es el problema en el Nuevo Orden

Por PS con edición dat0s
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desigualdad nuevo orden económico

Este lunes dat0s ofrece a sus lectores la visión de los premios Nobel de Economía que ayudan a comprender el resquebrajamiento de las instituciones.

El Premio Nobel de Economía de este año ha sido otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Las herramientas teóricas de estos académicos explican el deterioro de las instituciones para explicar las enormes diferencias de riqueza entre los países.

Bolivia no está en análisis, pero si uno de estos profesionales ganadores del Premio Nobel de Economía de este año, aguzara la mirada por este contorno sin duda encontraría una explicación del porqué la democracia puede ser en si misma a campo traviesa objeto de denostación y complicidad de los factores de riesgo que han puesto al país a la vera de la descomposición.

El lugar de análisis para los ganadores del Nobel es Afganistán (más de cerca por el objeto de su análisis), ayudan a comprender la incapacidad de los responsables políticos para comprender cómo funciona el complejo entramado de sus instituciones. Como explicó Acemoglu en 2021, el “humillante colapso” del país y la toma del poder por los talibanes tras la caótica retirada estadounidense reflejaron la idea profundamente equivocada de que un “Estado funcional” podía ser “impuesto desde arriba por fuerzas extranjeras”. Como él y Robinson habían demostrado anteriormente, “este enfoque no tiene sentido cuando el punto de partida es una sociedad profundamente heterogénea organizada en torno a costumbres y normas locales, donde las instituciones estatales han estado ausentes o deterioradas durante mucho tiempo”.

Los líderes no deberían cometer los mismos errores durante la reconstrucción de Ucrania. Como observaron Acemoglu y Robinson en 2019, tras el colapso del comunismo, el país “quedó atrapado en instituciones cleptocráticas que generaron una cultura de corrupción y destruyeron la confianza pública”. Si el país quiere prosperar después de que termine la guerra actual, deberá evitar una restauración desde arriba de las “instituciones extractivas” del pasado y, en cambio, involucrar a la sociedad civil para “construir mejores instituciones” desde la base.

Acemoglu y Johnson han sostenido que una mejor comprensión de las instituciones también debería guiar la política estadounidense hacia China. Aunque el auge de la industria china parecía ser un ejemplo perfecto de la famosa “ley de la ventaja comparativa” del economista del siglo XIX David Ricardo, China siempre debió esa ventaja a las instituciones represivas. Así, lejos de beneficiar a todos, como supone la ley de Ricardo, el poderío económico de China “amenaza la estabilidad global.

Y no se trata sólo de China. Como ha demostrado Acemoglu, “el proyecto de globalización posterior a la Guerra Fría también creó las condiciones para el resurgimiento del nacionalismo en todo el mundo”, como en Hungría, India, Rusia y Turquía. En este contexto, Occidente debe repensar su estrategia de compromiso, tanto económico como político, con esos países.

Las ideas de Ricardo también son relevantes para los debates sobre la inteligencia artificial, señalaron Acemoglu y Johnson a principios de este año. El que las máquinas “destruyan o creen empleos depende de cómo las utilicemos y de quién tome esas decisiones”, escriben. Señalan que “fueron necesarias importantes reformas políticas para crear una democracia genuina, legalizar los sindicatos y cambiar la dirección del progreso tecnológico en Gran Bretaña durante la Revolución Industrial”. De la misma manera, construir hoy una IA “a favor de los trabajadores” requerirá que “cambiemos la dirección de la innovación en la industria tecnológica e introduzcamos nuevas regulaciones e instituciones”.

Según Acemoglu, hay tres principios que deben guiar a los responsables de las políticas. En primer lugar, hay que poner en marcha medidas para ayudar a quienes se ven afectados negativamente por la “destrucción creativa” que acompaña al progreso tecnológico. En segundo lugar, “no debemos suponer que la disrupción es inevitable”. Por ejemplo, en lugar de diseñar e implementar la IA “solo con la automatización en mente” –un enfoque que Acemoglu y Johnson han señalado que tendría “consecuencias nefastas para el poder adquisitivo de los estadounidenses”–, deberíamos aprovechar su “inmenso potencial para hacer que los trabajadores sean más productivos”. Por último, hay que dejar atrás la era de los innovadores que se mueven rápido y rompen cosas. Es imperativo que “prestemos mayor atención a cómo la próxima ola de innovación disruptiva podría afectar a nuestras instituciones sociales, democráticas y cívicas”.