El fracaso de las sanciones y el endurecimiento de la política exterior estadounidense

Adrián Marcelo Herrera Navarro | Animal Político
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Sanciones de EEUU afectan hegemonía dólar

El uso extensivo de sanciones por parte de Estados Unidos ha incentivado a numerosos países a buscar vías de escape del sistema financiero occidental que, no solo reduce la eficacia de las sanciones, sino que acelera la fragmentación del orden financiero internacional.

Estados Unidos impuso un bloqueo a Venezuela. Este es el último desenlace en las tensiones entre Caracas y Washington. Sin embargo, el bloqueo a la exportación de crudo venezolano no es solo una forma de coaccionar al régimen de Nicolas Maduro, sino que demuestra un cambio en la conducción de la política exterior estadounidense que responde a una realidad: las sanciones económicas usadas como arma de guerra económica pierden su eficacia como método de coacción internacional. Por lo que la Casa Blanca se ha visto obligada a recurrir a métodos más directos y peligrosos de presión. Una dinámica que probablemente sea el nuevo estándar en la política exterior estadounidense.

El pasado 10 de diciembre, fuerzas especiales de Estados Unidos abordaron el buque petrolero Skipper frente a las costas de Venezuela y tomaron control de la embarcación, bajo el argumento de que era utilizada por Venezuela e Irán para comerciar hidrocarburos, pese a las sanciones internacionales impuestas a ambos países. De acuerdo con la información disponible, el barco había zarpado de Venezuela con destino a Cuba y posteriormente se dirigiría a Asia con un cargamento de crudo venezolano. No obstante, el Skipper no navegaba en aguas estadounidenses, no enarbolaba la bandera de Estados Unidos ni era operado por una empresa estadounidense, lo que ha abierto un debate sobre la legalidad de la operación, que incluso ha sido calificada por algunos como un acto de piratería.

Esto tiene implicaciones importantes para el comercio marítimo y preocupa que abra la puerta a escenarios de interrupción del comercio marítimo en distintas regiones. Ya lo vimos en el Golfo de Omán hace un par de días con la toma de un buque petrolero por parte de Irán bajo la sospecha de que traficaba hidrocarburos. Sin embargo, más allá de las implicaciones inmediatas en el comercio internacional, con la incautación del Skipper y el bloqueo venezolano vemos un síntoma de un tema más amplio: la pérdida del control hegemónico del sistema financiero internacional, el fracaso de las sanciones como instrumento de política exterior y el retorno a una lógica de control internacional más agresiva.

La captura del Skipper no se puede entender como un hecho aislado, sino que forma parte de un esfuerzo más amplio para presionar económicamente a Caracas mediante una amplia cartera de sanciones financieras y comerciales impulsadas por Washington. Sin embargo, resalta lo agresivo de la acción y del bloqueo a Venezuela como método de coacción. Usualmente las sanciones internacionales impuestas por Washington buscan afectar al contrincante al mismo tiempo que evitan enfrentamientos o acciones como esta. Las sanciones económicas operan a través del control de los nodos centrales del sistema financiero internacional: el acceso al dólar como moneda de intercambio global, el sistema bancario occidental y, sobre todo, al sistema de mensajería financiera SWIFT, indispensable para realizar transferencias internacionales. Estados Unidos sanciona a partir del control de estos mecanismos pues, al quedar excluido de estos, un país y sus empresas enfrentan enormes dificultades para cobrar exportaciones, pagar importaciones o mover recursos a través de canales formales, lo que convierte a las sanciones en una forma de asfixia económica que busca limitar la capacidad operativa de un país sin recurrir, al menos en teoría, al uso abierto de la fuerza.

Estados Unidos ha recurrido en las últimas dos décadas a las sanciones económicas como una de sus herramientas predilectas de política exterior para castigar y disuadir a gobiernos que considera hostiles, como ocurrió con Irán, Rusia, Cuba o Venezuela. En estos casos, Washington restringió el acceso al dólar, congeló activos, prohibió transacciones mediante el sistema SWIFT y expulsó a bancos y empresas de estos países del sistema financiero internacional. Esto se dio especialmente en sectores como los hidrocarburos y otras materias primas, lo que efectivamente limito el comercio de estas materias utilizando la infraestructura occidental. Todo esto con el objetivo de asfixiar sus economías. Sin embargo, esto dio como resultado que los Estados sancionados busquen otros mercados, así como mecanismos económicos y financieros alternativos ajenos al control estadounidense.

El uso extensivo de sanciones por parte de Estados Unidos ha incentivado a numerosos países a buscar vías de escape del sistema financiero occidental como mecanismo de protección frente a la coerción económica. Países como Rusia, Irán y China, junto con otros miembros de los BRICS han desarrollado mecanismos para eludir las sanciones mediante la diversificación de mercados en el Sur Global, el comercio en monedas nacionales, el uso de sistemas de pago alternativos al SWIFT y la construcción de arquitecturas financieras internacionales paralelas al control de Washington. Esto, al tiempo que refuerzan espacios de coordinación tanto comercial como militar en el Sur Global, como la Organización de Cooperación de Shanghái y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Este desplazamiento gradual hacia arreglos financieros y políticos alternativos e incluso ajenos a Occidente no solo reduce la eficacia de las sanciones, sino que también revela cómo la presión económica estadounidense está acelerando la fragmentación del orden financiero internacional.

Esta situación incrementa la presión en Washington, pues una de las grandes vulnerabilidades del dominio estadounidense es la aparición de mecanismos financieros alternativos que puedan erosionar el papel del dólar como moneda de reserva global y, con ello, la capacidad de Estados Unidos para regular los intercambios comerciales y aplicar sanciones económicas, a la par que generaría mayores costos de endeudamiento, presiones inflacionarias, un menor margen fiscal para sostener gasto público y militar, y un ajuste estructural profundo en su modelo económico basado en un fácil acceso a deuda barata sostenida por el valor y aceptación internacional del dólar como moneda de intercambio global. Washington no puede darse el lujo de perder el control del comercio internacional y el estatus del dólar como moneda central del sistema internacional.
Frente a este escenario critico en donde las sanciones ya no cumplen con sus objetivos, Estados Unidos recurre a las herramientas coercitivas que aún conserva para controlar su entorno estratégico. Esto implica que la política exterior estadounidense está retomando las lógicas propias de la “gunboat diplomacy”, en las que la coerción militar complementa o incluso sustituye completamente a la presión económica como forma de lograr sus objetivos de política exterior. Esto lo plantea en su nueva estrategia de seguridad nacional, en donde Washington deja abierta la posibilidad de adoptar formas de intervención más directas en América Latina. El caso del bloqueo venezolano es un ejemplo de este giro, al combinar sanciones económicas con acciones coercitivas que buscan imponer costos inmediatos en contextos donde los instrumentos financieros han dejado de ser eficaces.

De esta forma, a medida que las sanciones económicas pierden eficacia por la proliferación de redes comerciales ajenas a Estados Unidos, sistemas financieros alternativos y la menor dependencia del dólar, Washington pierde una de sus herramientas centrales de presión al ver reducida su capacidad para imponer costos a sus adversarios sin recurrir a la fuerza. En ese vacío, el bloqueo a Venezuela aparece como un laboratorio de una política exterior más dura y agresiva, donde las sanciones son reemplazadas con acciones más frontales para asfixiar económicamente al adversario y controlar el comercio internacional. Esto indica una forma más agresiva de conducir la política exterior estadounidense en América Latina. En otras palabras, el giro hacia medidas más agresivas como la incautación del Skipper y el bloqueo venezolano no son solo una elección estratégica aislada, sino la reacción estadounidense al desarrollo de un mundo multipolar que cada vez puede comerciar más sin depender de Occidente y al fracaso de las sanciones económicas para producir los resultados que antes garantizaban.

 

* Adrián Marcelo Herrera Navarro (@adrianmarcelo96) es maestro en Ciencia Política por El Colegio de México, con especialización en temas de seguridad nacional y relaciones internacionales.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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