El rezago de las ciudades latinoamericanas para atraer inversiones

Por José de la Torre Ugarte | Latinoamérica 21
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la paz, ciudad, inversiones
Foto: Projects in Bolivia

El 50% de la población mundial vive en zonas urbanas. Quizá parezca poco, pero al caer en cuenta de que ese dato del Banco Mundial oculta enormes disparidades regionales, nuestra imagen mental cambia. Países como Perú y México tienen alrededor del 80% de su población congregada en entornos urbanos, mientras que casos extremos como el de Uruguay sobrepasan el 90%.

Conforme nos acercamos al año 2025, en nuestra región, el mundo urbano crecerá a ritmo del 11%, mientras que el rural, al 1%. Estamos en un momento en el que las condiciones de vida en estos entornos, marcados por los profundos procesos de digitalización y cambios en la realidad laboral producidos por la pandemia de la COVID-19, representan una oportunidad para adaptarse a nuevas formas de vida. Se trata de nuevos formatos laborales impulsados por el crecimiento de industrias desterritorializadas, ya sean del tipo start-up o de empresas consolidadas, que buscan talento en todo el mundo.

La competitividad entre ciudades para atraer inversiones

Con procesos electorales municipales en diferentes países de América Latina, un asunto de vital interés para los futuros alcaldes es cómo convertir la ciudad latinoamericana en un hub que atraiga talento y permita impulsar la nueva economía de emprendimiento digital. En este contexto, un asunto clave en la búsqueda de esta transformación son los indicadores de éxito, aspecto muchas veces olvidado en cualquier gestión edil.

Según el city competitiveness index, de la consultora KPMG, una buena forma de comparar las localidades es distribuyendo la competitividad de una ciudad en términos de dimensiones. Salta a la vista que Brasil y México son los únicos países considerados en el estudio, y su principal dimensión sobresaliente es el costo de la mano de obra.

Tijuana, Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México y São Paulo son mucho más baratas al contratar que cualquier otra ciudad de, por ejemplo, Norteamérica, como Quebec, Vancouver o Toronto en Canadá. México y Brasil cuentan, además, con ciudades donde el costo para contratar personal calificado, en promedio, es menos de la mitad.

Las ciudades latinoamericanas, por otro lado, están muy por detrás de Norteamérica en otros aspectos relevantes como el pago de impuestos. En São Paulo, por ejemplo, los impuestos promedio para montar una operación empresarial son incluso superiores a los de Nueva York. Asimismo, las ciudades mexicanas son considerablemente más caras al momento de pagar impuestos que las ciudades canadienses, y están muy igualadas a ciudades de Estados Unidos como Chicago y Portland.

En el costo de la energía y las utilidades, los latinoamericanos tampoco somos competitivos. En São Paulo el costo de la electricidad y el agua es más alto que en Nueva York, por ejemplo, y Guadalajara es más cara que Seattle. En costos de transporte, esta asimetría respecto a ciudades del norte se hace más marcada, debido a los altos costos de transportar bienes en la región.

Este año, México y Perú tuvieron elecciones subnacionales. De estos dos países, solo México figura en el referido ranking de competitividad en ciudades. Sin embargo, llama la atención que una ciudad como Lima, capital de Perú, de más de 11 millones de habitantes, no pueda ofrecer al mundo alguna dimensión específica que le otorgue un ángulo de competitividad. El virtual alcalde elegido, Rafael López Aliaga, se viralizó en campaña por el eslogan “Lima, potencia mundial”. Nada más alejado de la realidad. Habría que consultarle cuáles serán los indicadores que abordará para cumplir con esa visión.

Las ciudades norteamericanas y europeas están entre las más competitivas del mundo en la actualidad y es probable que conserven su ventaja hasta 2025, a pesar de las preocupaciones sobre el envejecimiento de la población, infraestructura, endeudamiento y crecimiento lento.

Es poco probable que América Latina cambie esta situación, más allá del costo de contratación de personal, si es que no emprende proyectos público-privados para obtener mejoras en otros aspectos deseados por empresas para contratar en nuestras ciudades. En este marco, llama la atención que algún alcalde proponga, por ejemplo, un programa ambicioso de capacitación en habilidades de programación u otros afines, junto con la cooperación del Gobierno nacional o con empresas privadas interesadas en generar condiciones para una mejora de las capacidades de la mano de obra local, más allá de un beneficio específico de una de ellas.

Escapar de la trampa de los ingresos medios implica cambiar la base sobre la cual se asienta la economía de nuestras ciudades. Esa base son las habilidades de nuestra población económicamente activa, que debería ser formada en las habilidades que el mundo actual requiere como la programación, la automatización de procesos mediante algoritmos, el desarrollo de inteligencia artificial, entre otras. La tarea es inmensa y el tiempo pasa, lo cual nos aleja de la ventana de oportunidad para mejorar nuestra posición.

 

José de la Torre Ugarte es Licenciado en Comunicación para el Desarrollo por la Pontificia Universidad Católica del Perú. MBA de Pacífico Business School. Ha trabajado como consultor en diversas instituciones del Estado, en agencias de comunicación y organizaciones sin fines de lucro.