Al aprovechar la posición geopolítica de Turquía para asegurar la asistencia financiera de otros países, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, pudo mantener su ola de gastos populistas hasta que los turcos votaron en mayo.
“¿La permanencia de 20 años en el poder del presidente turco Recep Tayyip Erdogan tras su reelección el mes pasado será corta, porque su país está al borde de la crisis económica?”, se preguntan analistas económicos que siguen de cerca el devenir de Turquía, fenómeno imparable de nacionalismo dogmático convertido en un régimen autoritario.
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Pero la respuesta parece simple. La economía de Turquía también estaba en crisis cuando el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan llegó al poder por primera vez en 2002. En ese entonces, los turcos querían unirse a la Unión Europea de manera abrumadora, por lo que Erdogan implementó reformas económicas y solicitó la membresía al socio europeo.
Para 2010, esas reformas estaban funcionando según lo previsto. La renta per cápita se había triplicado, lo que llevó al Banco Mundial a clasificar a Turquía como un país de renta media-alta. La tasa de inflación cayó a un solo dígito. Pero a pesar de este progreso, las negociaciones de adhesión a la UE se habían estancado. Con la perspectiva de que la membresía se desvaneciera rápidamente, Erdogan comenzó a darle la espalda a Europa. Su nueva estrategia política fue apelar a la religiosidad de los turcos rurales, un movimiento que implicó un cambio de la competencia tecnocrática al populismo autoritario.
Con una población de 85 millones y un vecindario geopolítico que incluye a la Unión Europea, Rusia y Medio Oriente, Erdogan se atrevió a llevar adelante un complicado juego diplomático. Después de no poder obtener una lista de deseos de aviones de combate y otras armas de los Estados Unidos, en su lugar se alió a Rusia. El año pasado, ayudó a negociar un acuerdo para permitir los envíos de granos desde los puertos ucranianos, y continúa bloqueando la entrada de Suecia en la OTAN, citando el refugio que Suecia brinda a las personas vinculadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán.
Es así como el régimen de AKP se ha convertido en un incordió en la semblanza que la UE y los aliados de la OTAN quieren mostrar al mundo libre.