Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB).
Me impresiona y ojo que pocos son los que me impresionan en este mundo desdeñoso de nomeimportismo y falta de atracción intelectual, el presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) Giovanni Ortuño, lo conocí rápidamente cuando construía su casa en Sequoia, sin importar tamaño y ese tipo cosas superfluas de las que se ocupa la gente; sabía que era socio o socio mayoritario, no sé, puede que las cosas hayan cambiado, de AXS. Desde hace 15 años o más no soy cliente de la compañía pese a que lo consigna (el rating) como una de las que mejor servicio de cable o internet ofrece en Bolivia.
Me sorprendió que Ortuño primero haya llegado a ocupar la presidencia de los empresarios (de las tantas que hay) donde si bien no se juega la bolsa de las grandes decisiones (conduce la más grande CEPB), pertenece a ese cuerpo de personas sin afán de protagonismo de aparecer en todo y en nada (lanzamientos, inauguraciones, presentaciones, aniversarios, desayunos, almuerzos, cocteles y otros en los que generalmente presentas ficha de ingreso de pertenencia al ruedo, lo que de hecho desmerece la virtud comparativa del ser o no ser la cuestión que planteaba Shakespeare en su locura fingida; el caso no es el mismo, pero Ortuño (Giovanni), no guarda esa comunión catastrófica por las figuraciones y compromisos adornados siempre o casi de banalidad.
Me impresionó la capacidad de síntesis de Ortuño tras la reunión con el Gobierno del pasado miércoles, pero más la que concluyó el viernes en un ambiente en el que, seguramente, todos acabaron convencidos que no acabó tan mal, como opinan los fatalistas de los que estamos rodeados (por desgracia). Ortuño fue el encargado de medir el impacto de la reconciliación que venía precedida por una tormenta de que nada serviría y que las cartas del rompimiento (Gobierno/Empresarios) estaban echadas.
Ortuño contagio y ¡¡ehh!! aquí la gran virtud de un empresario, que plantea alguna esperanza al anunciar con una serenidad de mención digna, como han logrado acordar un conjunto de medidas que podrían iniciar un nuevo periodo en las decaídas relaciones entre los empresarios y el Gobierno. Bien por su capacidad sintética de gran inteligencia. Dicen que detrás de él hay quien funciona el cerebro –lo que falta que haga el resto- que aplica definiciones precisas. Así que, si es así como dice el presidente de los empresarios de Bolivia, sorprendentemente la crisis parece menos peliaguda de la que planteaban los agoreros del final fatal del que estamos harto cansados de escuchar.