Los dueños de la minería mundial

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Una de las labores más fascinantes del periodismo económico es investigar acerca de la propiedad de las grandes empresas. Revisar la lista de grandes accionistas, de los consejos de administración. Se descubren patrones  y sorpresas, se identifican historias y relatos, mapas del poder.

¿Sabía usted que BlackRock, el gigantesco fondo de inversiones estadounidense, tiene posiciones de más de 5% tanto en BHP Billiton como en la sudafricana Anglo American? Lo mismo que el fondo mutuo británico Legal & General Plc. ¿Y qué decir del accionariado del gigante brasileño Vale, donde conviven el estado laico (BNDES) y familias católicas como los Aguiar, dueños de Bradesco y de la sociedad de inversiones Cidade de Deus?

En el mapa de la propiedad minera mundial (de la gran minería) están también empresas chinas controladas por el Consejo de Estado de la República Popular, y grandes consorcios rusos como Norilsk, cuyos accionistas mayoritarios son los oligarcas Oleg Deripaska y Vladimir Potanin (este último surgido de las entrañas del antiguo régimen y de los turbulentos años de Yeltsin).

Están también los herederos de Marc Rich, un estadounidense que aprovechó la crisis de 1973 para inventar el mercado spot de petróleo y otras materias primas. ¿Qué espera Hollywood para hacer la biopic de self-made-man nacido en Bélgica, salvado del Holocausto, que terminó haciendo negocios con el Fidel Castro, los sandinistas, la Sudáfrica del Apartheid, comprando petróleo iraní y vendiéndoselo a Israel? Negocios que lo pusieron en la mira del FBI y lo transformaron en un fugitivo de la justicia, hasta que Bill Clinton lo amnistió en 2011, a horas de dejarle la presidencia a George W. Bush.

Según el periodista suizo Daniel Ammann, Marc Rich les vendió su participación a los gerentes de su empresa Glencore, después de perder cientos de millones de dólares en una especulación para manipular los precios del zinc. Eso, y un divorcio millonario, le costaron la corona de rey del petróleo y de las materias primas. Hoy, dicen, vive retirado en Suiza, en una mansión llena de grandes obras de arte. Hasta 2011 Glencore era prácticamente un mito en la industria minera. Ese año realizó una IPO en Londres y Hong Kong, y debió abrirse al escrutinio público. Es la clase de empresas que no le teme al riesgo-país. Basta comprobar que tiene negocios en Bolivia y hasta en la República Democrática del Congo. ¿Qué empresa se atreve jugarse en un país donde se libró el conflicto más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial, con nueve beligerantes naciones africanas, más de veinte grupos armados y 5,4 millones de muertos?

Entre sus diversas inversiones y participaciones, Glencore posee 34,5% de la Xstrata, una minera suiza, la quinta más grande del mundo. ¿Ha oído hablar de la mina Collahuasi en Chile? Xstrata es dueña del 44%. ¿Y Las Bambas, en Perú? Xstrata tiene el 100%. Xstrata tiene también el 100% del proyecto El Pachón, ubicado en la provincia argentina de San Juan y a 5 km. de la frontera con Chile. Según estimaciones de la empresa, las reservas minerales de El Pachón ascienden 13,1 millones de toneladas de cobre. Por su ubicación, el proyecto está sujeto al Tratado de Integración y Complementación Minera suscrito en 1997 por Argentina y Chile, además de a un Protocolo Específico complementario que permitirá la salida de concentrados por el Océano Pacífico. Todos estos activos pasarán a propiedad de Glencore, de aprobarse la propuesta de fusión entre esta y Xstrata.

En América Latina la gran minería ha sido siempre un relato dominado por la ingeniería pesada, la productividad, los proveedores de maquinaria y logística. Sin duda que lo es. Pero también es un negocio protagonizado por financistas y grandes estrategas, personas con nombre y apellido, cuyos planes y currículum personal merecen atención. Como dijo Georges Clemenceau, el líder político francés durante la Primera Guerra Mundial, “la guerra es demasiado importante para dejársela solo a los generales”.