El 11 de enero pasado, Naciones Unidas lanzó el “mayor llamamiento de ayuda para un país en toda su historia“. Solicitó más de 5 mil millones de dólares porque el 95 por ciento de los afganos no tiene para comer y casi nueve millones corren el riesgo de morir de hambre, incluyendo un millón de niños.

La periodista Jane Ferguson denunció que más de 20 millones de afganos están al borde de morirse de hambre, constituyendo la mayor crisis humanitaria del mundo. De forma similar se expresó el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Martin Griffiths, al alertar que “se avecina una catástrofe humanitaria en toda regla”, que para David Miliband, presidente del Comité Internacional de Rescate, “podría matar a muchos más afganos que los últimos 20 años de guerra”.

El ex primer ministro del Reino Unido Gordon Brown exclamó que Afganistán, “una vez estuvo casi en el centro de la atención mundial y ahora es una tierra casi olvidada. Nuestros ojos se han desviado a medida que se desarrolla el mayor desastre humanitario del planeta”. Advirtió que por la escala de la catástrofe se observan “niños muriendo de hambre o congelados frente a nuestros ojos, padres vendiendo sus riñones y madres que venden a sus bebés, todo en un intento desesperado por alimentar a los que aún están vivos“.

Las sanciones de Estados Unidos a Afganistán

Ezra Klein, en su artículo en el New York Times del 20 de febrero, apunta que la situación dramática de Afganistán se agravó cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden congeló más de 7 mil millones de dólares que le pertenecían al gobierno afgano, la gran mayoría de sus reservas de divisas.

Las sanciones originariamente tenían como objeto a los talibanes como grupo terrorista, pero cuando este grupo tomó el poder con la retirada de los países occidentales, las multas comenzaron a aplicarse sobre el país. A continuación, la Unión Europea cortó otros 1400 millones de dólares en asistencia gubernamental y ayuda para el desarrollo. En consecuencia, Afganistán tuvo que cerrar al menos 2 mil centros de salud que atienden a unos 30 millones de personas, sobre la población total de 40 millones, por lo que Vijay Prashad destaca que “la mayoría de los afganos ha perdido el acceso a la atención médica”.

La crisis llevó a que un millón de personas intenten huir a Irán y Pakistán, por lo cual se teme que haya una crisis en toda la región. La Unión Europea está preocupada que se repita la crisis migratoria de 2015, cuando más de un millón de personas, en su mayoría sirios, buscaron asilo en Europa. Ese temor llevó a la UE a prometer más de mil millones de dólares en ayuda humanitaria para Afganistán y para los países vecinos que reciban a los afganos.

Doble vara

La situación afgana se agravó ahora más porque Biden decidió que los cerca de 7 mil millones de dólares congelados se consignaran mitad para los afganos y mitad para compensar a las familias de las víctimas del 11 de septiembre. Pero como la Casa Blanca afirmó que busca “que los fondos lleguen a la gente de Afganistán y no a los talibanes y los actores maliciosos”, incluso la parte correspondiente a los afganos va a demorar hasta que se delinee la forma concreta en que se harán las transferencias.

Joe Biden defiende salida de Afganistán

RTVE.es

El argumento para destinar la mitad de los fondos a familiares de las víctimas del atentado de 2001 es que en 2012 éstos ganaron un juicio en un tribunal de Estados Unidos contra los talibanes y otras organizaciones. Charlie Savage explica que como la decisión judicial no tenía forma de ejecutarse, “el juicio parecía simbólico”. El retorno de los talibanes al poder llevó a que los tribunales decidieran que los activos afganos en Estados Unidos puedan tomarse como pago.

La especialista en derecho internacional Arianna Rafiq cuestionó la lógica de esa decisión porque “los activos del Estado no pasan a ser de los talibanes únicamente porque asumieron el gobierno. Tampoco los bienes del Estado pertenecen a su respectivo gobierno”. Por otro lado, también citó a Andrew Maloney, uno de los abogados que representan a las familias, quien aceptó el argumento de Rafiq, pero luego sostuvo que “como país, como pueblo, tienen cierta responsabilidad por permitir que los talibanes regresen”.

Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios Políticos, denunció la lógica contradictoria detrás de la incautación de activos, porque por un lado se sostiene que los talibanes no son el gobierno legítimo de Afganistán, no permitiendo que retiren los fondos. Por el otro, se los considera lo suficientemente legítimo como para usar ese dinero “para pagar lo que Estados Unidos cree que es la deuda de los talibanes en un fallo dictado en Estados Unidos”.

En esa línea, Samina Akhter destaca en el sitio thegeopolitics que “la noción de que los afganos pueden buscar métodos legales para accionar contra los Estados Unidos por la participación de ese país en la devastación de Afganistán es absurda”. El mensaje es claro: “las vidas de los estadounidenses son más importantes que las vidas de los afganos, y el dolor de los estadounidenses es más grande que el de los afganos”.

Bandidos

El gobierno talibán en Afganistán ha condenado esa medida. Suhail Shaheen, representante ante las Naciones Unidas, requirió que se descongele el dinero y se mantenga bajo el control del Banco Central Afgano.

En Kabul, capital afgana, una manifestación masiva señaló que los afganos no tenían nada que ver con los ataques del 11 de septiembre y pidieron a Estados Unidos una compensación financiera por los cientos de miles de afganos asesinados durante los 20 años de guerra y ocupación.

También en su país Biden recibió fuertes críticas. Barry Amundson, cuyo hermano fue asesinado el 11 de septiembre, reconoció esta injusticia: “Me temo que el resultado final de incautar este dinero será causar más daño a los afganos inocentes que ya han sufrido mucho”. Para Michael Kugelman, subdirector del Programa de Asia en el Centro Wilson, la medida de Biden es “despiadada”.

La diputada Ilhan Omar tuiteó que “no había un solo afgano entre los secuestradores. Mientras tanto, estamos dando billones de dólares a los gobiernos de Arabia Saudita y Egipto que tienen vínculos directos con los terroristas del 11 de septiembre. Castigar a millones de personas hambrientas por estos crímenes es inconcebible.”

H.A. Hellyer, de la Universidad de Cambridge, y Farid Senzai, de la Universidad de Santa Clara en California, denunciaron en el New York Times que “los afganos no fueron responsables del 11 de septiembre. Al menos la mitad de los afganos de hoy ni siquiera había nacido en 2001”.

Esto no es diferente de la conducta de los bandidos”, dijo el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, porque “sin el consentimiento del pueblo afgano, Estados Unidos se hace deliberadamente de activos que pertenecen al pueblo afgano, incluso manteniéndolos como propios”,

Asesinato en masa

Austin Ahlman en The Intercept afirma que un alto asesor de política exterior demócrata en forma anónima sostuvo que la medida de Biden “efectivamente equivale a un asesinato en masa”. Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política, caracterizó la decisión de Biden como generadora de una hambruna masiva.

Ahlman destaca que el anónimo asesor sostuvo que Biden “ha recibido advertencias del Secretario General de la ONU, el Comité Internacional de Rescate y la Cruz Roja, con un consenso unánime de que la liquidez del Banco Central es de suma importancia y que ninguna cantidad de ayuda puede compensar la destrucción del sistema financiero de Afganistán y de toda la macroeconomía”.

 

*PPGEEI/UFRGS-Brasil.