“Biden no está avanzando con lentitud en Latinoamérica, sino con cuidado” Thomas A. Shannon

Iker Seisdedos | El País
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Thomas Shannon, EEUU

Cuando Thomas A. Shannon (Minneapolis, 63 años) se retiró en 2018 como subsecretario de Estado, Washington perdió a uno de sus diplomáticos más versados en los desafíos de Latinoamérica y su resbaladiza relación con Estados Unidos. Alto funcionario en las Administraciones de Bush hijo, Obama y Trump (de cuya accidentada transición estuvo encargado), fue embajador en Brasil, secretario de Estado adjunto para la región y alto representante ante la OEA (Organización de Estados Americanos), además de trabajador sobre el terreno en Guatemala y Venezuela. Esta semana moderó un debate entre los presidentes de Colombia (Iván Duque), Argentina (Alberto Fernández) y Panamá (Laurentino Cortizo) sobre los desafíos del continente, con especial atención al clima, en la conferencia anual de la CAF, banco de desarrollo de América Latina. También atendió a EL PAÍS desde su casa en Alexandria, al otro lado del río Potomac, donde disfruta de su retiro de la primera línea política “leyendo mucho” y entregado a la crianza de su primer nieto.

Pregunta. ¿Cuál es su análisis de la política de Joe Biden para América Latina?

Respuesta. Creo que pretende ampliar el foco. Con Trump, las preocupaciones fueron tres: la inmigración, el tráfico de drogas y mantener la balanza comercial en positivo para Estados Unidos. Y luego un par de asuntos concretos, como Venezuela, Cuba y, en menor medida, Nicaragua. No había una estructura que permitiera una relación fluida con los vecinos del Sur. Biden y, sobre todo, el secretario de Estado [Antony J.] Blinken está intentando cambiar eso. Pero no es fácil lograrlo mientras la región está encarando unos desafíos tremendos, debidos en gran medida a la pandemia, que ha fragmentado la región, afectando a los procesos de integración económica y diálogo político construidos durante décadas.

P. Desde luego, no parece una prioridad.

R. Biden se enfrenta a unos desafíos dramáticos. Ha habido muy pocos presidentes estadounidenses que se hayan visto ante tantos problemas. Para empezar, la pandemia no ha pasado: hemos perdido a más de 700.000 personas, más que la suma de los caídos en las dos guerras mundiales, Corea y Vietnam. Además, está intentando vacunar al país, y tratando con la variante Delta [del coronavirus] en una sociedad en el que algo tan sencillo como el uso de la mascarilla se ha convertido en un asunto político. Y anda reconstruyendo la economía estadounidense, y con problemas serios en la escena internacional, como la relación China y Rusia o las negociaciones con Irán… Podría seguir. Lo que intento sugerir es que Biden necesita tiempo. No creo que Biden esté avanzando con lentitud en Latinoamérica; creo que está avanzando con cuidado y sin prisas.

P. Esta semana hemos sabido que los arrestos en la frontera con México han registrado máximos históricos. ¿A qué lo achaca?

R. Debido la pandemia, durante un tiempo las fronteras estuvieron cerradas, y eso impidió la inmigración. Había una reserva de gente que habría emigrado antes y lo está haciendo ahora. Otra razón es que cuando Biden llegó a la Casa Blanca hizo algunos gestos diseñados para humanizar la gestión policial de las fronteras. Y eso, que juzgo importante y necesario, envió un mensaje erróneo de que de pronto aquel se había convertido en un lugar amigable. El tercer factor: nuestra economía está creciendo, y eso siempre atrae inmigrantes.

P. ¿Qué análisis hace de la salud democrática en América Latina?

R. Es muy preocupante en algunos países, como Nicaragua, cuyo presidente, Daniel Ortega, ha decidido detener a cualquier persona de relevancia política en el país para librarse de toda competencia electoral. Ese comportamiento debe ser condenado. Desde luego, está muy dañada en Venezuela, y de Cuba mejor no hablar. Creo que el discurso que dio el otro día Blinken en Ecuador fue muy elocuente. La democracia no es solo el orden constitucional, las leyes y las elecciones, aunque esos tres factores sean muy importantes. Pero lo es también la calidad de la gobernanza y la habilidad de los mandatarios para satisfacer las necesidades de su gente. El desafío es ahora cómo podrán los Gobiernos hacer frente a problemas como la pobreza, la desigualdad o la exclusión social. Lo que la región está intentando es muy interesante: usar sus Gobiernos democráticos para crear sociedades democráticas, donde los ciudadanos no solo dispongan de una voz para decidir sobre el destino de sus naciones sino también sobre su destino como individuos, en temas como la educación o la salud. Cuando Blinken habló en este sentido, estaba indicando el camino: Estados Unidos debe participar en ese proceso de transformación social.

P. Como parte activa del equipo que posibilitó el deshielo con Cuba en los tiempos de Obama. ¿Siente frustración al ver ese proceso en un callejón sin salida?

R. Eso tiene que ver únicamente con la política interna de Estados Unidos. Refleja la importancia del voto cubano-americano y la relevancia de Florida, y es consecuencia de la derrota de los demócratas en ese Estado en la elección del año pasado. Demostró que Cuba sigue siendo un tema muy importante en la política estadounidense.

P. ¿Cabe decir lo mismo de Venezuela?

R. En efecto. La Administración de Biden no ha avanzado demasiado en esos dos temas por cuestiones internas.

P. ¿Cree que la oposición debe participar en las elecciones regionales venezolanas de noviembre?

R. Lo creo. Incluso aunque las elecciones no sean libres y justas.

P. ¿Qué esperanza le otorga al diálogo propiciado en México estos días y que el Gobierno de Maduro ha interrumpido en respuesta por la detención del empresario Alex Saab, hombre fuerte en los negocios del chavismo en los últimos años?

R. El objetivo principal [de esos encuentros] es allanar un camino para que la oposición participe en las próximas elecciones en las mejores condiciones. Maduro ha logrado con éxito dividir a la oposición dentro y fuera de sus fronteras. Y es importante que encuentren la manera de reconciliarse. Suspender el diálogo me parece una señal de debilidad por su parte, porque indica que está muy preocupado por Saab y que puede perjudicar al régimen. Pero él no tiene nada que ver con las negociaciones en México. Deberían volver a la mesa cuanto antes. El caso de Saab, su arresto preventivo en Cabo Verde y la petición de extradición no es político, aunque Venezuela insista en politizarlo. Es la decisión de un jurado de imputarlo por crímenes cometidos en Estados Unidos. No hay nada político en ello.

P. ¿Cómo valora la gestión del presidente colombiano Iván Duque de las protestas en su país?

R. Tiene muchos frentes abiertos: la covid y sus consecuencias económicas, la inmigración de Venezuela, el acuerdo de paz, la reintegración de las FARC en la sociedad… Le pasa lo mismo que a Biden, tiene más desafíos que sus predecesores. Teniendo en cuenta todo eso, creo que lo está haciendo bien.

P. ¿Está la OEA cumpliendo con su misión en la región en estos tiempos tan turbulentos?

R. Como institución, se ha visto atrapada por la enorme polarización de Washington, y también por la que se da en el resto del continente. Se ha convertido menos en un foro de debate, y más en un lugar donde soltar discursos políticos destinados a los propios países. Y eso es una pena, porque la OEA debería desempeñar un papel más decisivo en cohesionar la región en este momento tan complicado, y contribuir a paliar la degradación del diálogo político.

P. ¿Qué es lo que más lamenta no haber conseguido en sus décadas de trabajo en Latinoamérica?

R. Cuando en 2001 promulgamos [en el seno de la OEA] la Carta Interamericana Democrática ya era evidente que la democracia tiene un aspecto social que es importante. Era mi esperanza conseguir a través de la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo y los acuerdos comerciales crear suficiente dinamismo económico y prosperidad para empezar a moldear las sociedades democráticas de las que he estado hablando. Me gustaría haber visto a la región mantener en lo social un diálogo tan fructífero como el que se ha producido en lo político y lo institucional.