Bueno, ¿y quién va a vender la mariguana?

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A raíz de la discusión de legalizar o no el consumo de drogas en algunos países de latinoamérica,  el columnista Román Revueltas Retes para el portal Milenio de México, plantea como un aspecto que podría marcar diferencia en la lucha contra las drogas, la complicidad de los consumidores de estupefacientes.

 

“(Dicen) que quien compra un manojo de mariguana está costeando la actividad de las organizaciones criminales. Nuestro amigo les llama “financieros”, muy elegantemente, a los despreocupados consumidores de la yerba. Bueno, ¿pues entonces qué podemos decir de quienes esnifan cocaína en polvo? Es una droga mucho menos tolerada que la otra. O sea, que para producirla y comercializarla tienes que desafiar violentamente la autoridad del Estado. Por eso mismo, es más cara y el simple tráfico de la sustancia mueve miles de millones de dólares. Luego entonces, una pregunta: cuando aceptas la porción del polvo blanco que te ofrecen, digamos, en una fiesta elegante, ¿no sólo estás sosteniendo las finanzas de los grandes cárteles de la droga sino que te estás manchando tus propias manos con la sangre que ellos derraman? Pues, sí, eso mismo. El consumidor es cómplice, lo cual debería plantearle un problema moral muy agudo.

Llevadas las cosas al extremo de las suposiciones, si no hubiera consumo no habría venta, así de simple. Imaginen ustedes un mundo donde no existiera apetencia alguna para usar drogas de ningún tipo y donde la gente se contentara de vivir la vida de todos los días así nada más, sin experiencias extraordinarias debidas a una modificación artificial de su percepción del mundo real. En ese universo los individuos no gastarían carretadas de dinero para comprar sustancias estimulantes o euforizantes. Y, no habiendo mercado, no habría ni producción ni tráfico ni venta clandestina. Es decir, no habría, sobre todo, ganancia.

Y es que esto, el tema de la legalización de las drogas -que se deriva, obligadamente, de la realidad del consumo-, no es otra cosa que un tema de dividendos y utilidades. El problema que plantea la posible venta libre de estupefacientes, más allá de las preocupaciones sanitarias y las reservas morales, es el de determinar quién se va a repartir las ganancias: ¿el gobierno? ¿Un (nuevo) sector industrial? ¿Los minoristas? ¿Las farmacias? ¿Los supermercados? Ustedes dirán…”