Colombia hacia la paz, o la paz aparente

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Foto: REUTERS

“Al hermano de mi abuelo lo secuestraron y lo asesinaron las FARC, fue encontrado muerto años después”, cuenta Jorge Ospina, un productor cafetero del centro de Colombia.

Y esa no fue la única calamidad sufrida por los Ospina como parte del conflicto que, tras más de medio siglo, se detuvo esta semana, con la implementación delcese el fuego bilateraly definitivo entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la más antigua y poderosa de las guerrillas colombianas.

“Al hermano de mi abuela lo secuestraron las FARC y le quitaron una fortuna enorme por pago de rescate”, cuenta.

“Una vez, regresando de la finca, hicieron un atentado en el cual murió el conductor del vehículo y mi papá salió ileso; creemos que fue la guerrilla, por no pagar extorsión“, continúa, aunque luego aclara que eso nunca pudo confirmarse.

Antes de eso, su abuelo había tenido que abandonar una finca ganadera en los 80 por las amenazas guerrilleras.

Y, cuando regresó, le tocó pagar extorsión a las FARC y a los paramilitares (los grupos armados de derecha que nacieron en los 80 y se volvieron cada vez más fuertes, dedicándose a la extorsión, narcotráfico y otras actividades ilegales, hasta su desmovilización parcial a mediados de la década del 2000).

“Entre esos dos no había ninguna diferencia, son los mismos bandidos”, le dice Ospina a BBC Mundo, a los pocos días del cierre exitoso de cuatro años de negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC en La Habana.

Cuando murió su abuelo, la curtiembre de la que era propietario pasó a manos de sus herederos. Pero las extorsiones exigidas por las FARC y los paramilitares quebraron la empresa.

Y, en 1998, el propio Jorge Ospina casi se convierte en su víctima. “Salía yo de una de las fincas y me salvé por un segundo, porque me fui rápido: en el momento en que yo salí, la guerrilla llegó a la finca“, cuenta.

Preguntaron por él, pidieron plata. Luego empezaron a llamarlo a la casa, al celular.

“Llamadas totalmente intimidatorias, groseras”, dice. Recuerda que le decían: “O usted colabora con la revolución o se muere”.

Al final vendió todas las fincas de la familia y empezó de cero con un cultivo cafetero de la esposa, en una zona más tranquila del país.

 

Por qué el rechazo a los acuerdos

“Cualquiera dice: ‘Una persona cuya familia ha sido víctima de las FARC podría ser lógico que piense que es mejor esta paz imperfecta que una guerra perfecta‘”, comenta Ospina.

“(Pero) eso va a generar una paz, si la hay, efímera y, prácticamente generar nueva violencia”, argumenta.

Y el productor siente, además, que la justicia que proveen los acuerdos es insuficiente, algo en lo que está de acuerdo la organización internacional de derechos humanos Human Rights Watch.

El punto de justicia de lo pactado en La Habana establece que quienes confiesen sus crímenes y cuenten toda la verdad podrán evitar ir a prisión y recibirán penas de reparación a las víctimas, de entre 5 a 8 años.

Peroquienes confiesen tardíamente o no confiesen pagarán entre 5 y 20 años de cárcel efectiva.

“Castigar a criminales de guerra confesos y condenados con penas de servicio a la comunidad es grotescamente desproporcionado”, dijo sin embargo al respecto José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.

“La comunidad internacional no debería hacer la vista gorda ante esta fachada de justicia en nombre de la paz”, sostiene Vivanco.

La falta de justicia, sin embargo, no es lo único que preocupa a Ospina.

También le preocupa que el gobierno esté atando todas sus obligaciones, en salud, educación, infraestructura, a los acuerdos de paz; y que la guerrilla no pague de su bolsillo la reparación a las víctimas.

Y teme que los problemas que ve en el proceso de paz no se vean todavía, sino hacia 2018, cuando habrá cambio de gobierno.

Pobre presidente el que venga, porque a ese es el que le va a tocar cumplir”, dice.

La campaña por el No

Algunas de las dudas que esgrime Ospina son eco, en ciertos casos, de la posición del Centro Democrático, el partido del ex presidente y actual senador Álvaro Uribe.

El centro Democrático es la principal fuerza de oposición a los acuerdos y lidera la campaña por el No de cara al plebiscito del próximo 2 de octubre, mediante el cual decidirán si aceptan o rechazan los acuerdos de La Habana.

E Iván Duque, senador de ese partido, le indicó a BBC Mundo algunos de los principales cuestionamientos que le hacen a lo pactado.

“Los criminales de lesa humanidad no pueden ser elegibles políticamente”, dice, haciendo referencia al hecho de que los acuerdos no cierran explícitamente la puerta a la participación política de aquellos guerrilleros que eviten la prisión por confesar sus crímenes y contar toda la verdad.

Al igual que HRW, el Centro Democrático cuestiona también que exista la posibilidad de que no se page cárcel por los crímenes más graves.

Y también coincide con Ospina en criticar que en los acuerdos no esté explicitado que la guerrilla destinará fondos a la reparación.

Más dudas

Jorge Ospina es uno de los cerca de 35 millones de colombianos que podrá votar en el plebiscito.

Y el lunes, el día del inicio del cese el fuego definitivo, las etiquetas #VotoNo y #YoNoMeTragoEsteSapo (tragarse un sapo en Colombia quiere decir aceptar algo indeseado) eran tendencia en Twitter.

El rechazo a los acuerdos, sin embargo, no es un fenómeno exclusivo de las redes sociales: son muchos los colombianos que con argumentos -a veces ciertos, a veces debatibles y otras sencillamente equivocados o falsos- cuestionan el acuerdo alcanzado.

Nathalie Peña, de 22 años y estudiante de comunicación social, es una de ellos: va a votar por el no.

“Para mí es una paz negativa”, le dijo a BBC Mundo. “Falta tratar el problema de otros grupos armados (como el Ejército de Liberación Nacional, la segunda guerrilla más grande de Colombia); es una paz a medias“, explica.

“Y para mí o es guerra o es paz, no puede haber una paz a medias”, agrega.

Karen Palacios, estudiante de derecho, le dijo a BBC Mundo que todavía no sabe cómo va a votar.

Por un lado cree que el gobierno está haciendo bien en acabar con la guerra: “Porque muchos son los que han sufrido, los campesinos que ya no tienen hogar, las víctimas de toda esta tragedia que ha durado prácticamente 50 años”.

Pero a la vez argumenta: “El gobierno tuvo que ceder a muchas cosas y la guerrilla no está cediendo a tantas”. (Aunque hay análisis de los acuerdos que desacreditan esta visión).

Robinson Quintero, contratista, de 33 años, tampoco está del todo convencido. Está todavía pensando cómo votará en el plebiscito.

“He visto muchos debates en televisión, he visto que hay cosas a las que todavía no pueden dar unas respuestas concretas”, le dijo a BBC Mundo.

Pero Jorge Ospina siempre lo tuvo claro. “Voy a votar que no“, le dice a BBC Mundo desde su finca.

Pero termina con esta reflexión: “Dios quiera que todas estas palabras me las tenga que tragar algún día“.

 

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