Colombia, la de Ingrid Betancourt

Por Redacción Dat0s
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INGRID BETANCOURT, Colombia, elecciones

Betancourt decidió postularse nuevamente a la presidencia. Ha fracturado un acuerdo con la coalición del centro “por la falta de una posicion clara”.

No importa a estas alturas quién es quién en Colombia, ni sus candidatos, en unas elecciones que no marcarán como antes el grueso de un problema con el narco y la guerrilla. Si bien los dos males coexisten, las miradas que hoy apuntan los candidatos a la presidencia del país tienen que ver con fórmulas cutáneas de desarrollo y productividad. Colombia, sin decir muchas cosas, no ha dejado de hacerlas para convertirse en un país lleno de deudas, esperanzado en saldarlas cuanto antes, parece una prioridad. Por un lado, se mueve el candidato de izquierda Gustavo Petro, el que mayores opciones parece encontrar en el entramado de las aspiraciones presidencialistas. Es el único que tiene la candidatura asegurada para la primera vuelta de las elecciones que se celebrarán el próximo 29 de mayo. Por otro lado, se encuentra Sergio Fajardo, precandidato con más opciones para liderar la Coalición Centro Esperanza, pero la contienda por la disputa del centro aún continua muy abierta. Y, finalmente Federico Gutiérrez, que se declara independiente, aunque se lo asocia con el expresidente Álvaro Uribe, consciente de que su partido ha perdido el tirón necesario para volver a imponerse en las urnas.

Pero si de sorpresas se trata, esta se llama Ingrid Betancourt que, a sus 60 años, mantiene el sueño de postularse a la presidencia, 20 años después de hacerlo por primera vez, lo que le valió un cautiverio de seis años a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ha dicho, la Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que la decisión de hacerse precandidata no ha sido para nada sencilla. Habló de la posibilidad en familia. A un principio el rechazó fue total, era como repetir la ansiedad de su detención, volver a vivir de nuevo el mismo drama. Los traumas y reflejos posteriores son como bragas que queman. ¿Y si tu candidatura enciende de nuevo la chispa de una violencia en apariencia superada, qué hacemos? ¿Y si te matan? Son preguntas que tuvieron que ponerse en el tapete para definir si era conveniente o no ponerse en la pugna presidencial.

Hasta que finalmente, Betancourt decidió sobreponer sus miedos y una tarde de enero, bajo el abrazador sol de Bogotá, definió que sí vale la pena. Una decisión inesperada que tomó al calor de una precampaña electoral a la que se asomó tímidamente hace apenas unos meses para ganar el liderazgo de la Coalición Centro Esperanza en la que convergen políticos, todos hombres, de varias corrientes centristas, con los que Betancourt rompió, dinamitando la coalición del centro que ella misma contribuyó a crear. “Nos vemos obligados a dar un paso al costado de la Coalición Centro Esperanza, seré candidato independiente”, anunció después de que el bloque, publicó unas reglas para recibir adhesiones que no satisficieron sus exigencias. “Esta falta de posición clara –ha dicho Betancourt- nos obliga a asumir el liderazgo de una campaña que tenemos que dar y ganar por una política justa que no robe las oportunidades a 51 millones de colombianos que estamos secuestrados por la corrupción”.

Su figura se había vuelto clave e imprescindible en la coalición para acercar los egos de los políticos que tardaron en ponerse de acuerdo para unirse bajo una misma sigla. Su decisión de abandonarlos, le pone un matiz especial a la disputa presidencial. Betancourt es considerada un símbolo de la reconciliación en Colombia. Al declararse candidata independiente, abre interrogantes que apuntan a la vieja política y a las luchas intestinas en las que se devoran por alcanzar sus ambiciones.

Durante estos últimos años, Ingrid Betancourt que se ha convertido en toda una personalidad mundial, se refugió en Francia donde además de largos paseos y extenuantes definiciones entre su vida y la política, estudio Teología a manera de darle un marco de espiritualidad a los preconceptos con las que se la suele juzgar. Ella se pondrá la casaca del partido Verde Oxígeno, agrupación conformada por mujeres combativas y ancladas en un horizonte esperanzador, el color que refleja ese orgullo. Tras dinamitar las opciones del centro, está convencida de su claridad y no quiere ni oír hablar de la posibilidad de perder, aunque en las encuestas apenas aparece con el apoyo de un insipiente 4%.

Su candidatura, como ella misma la explica, es la solicitud de mucha gente. “Ya no podía seguir ignorando lo que me estaban pidiendo”. Solucionado el dilema, se prepara para abrir paso -ya no con los ojos vendados cuando viajaba de un lugar de otro en la selva para despistar su paradero-.

La Betancourt de 2022 ha decidido destaparse el velo que le cubrían los ojos e irrumpir con fuerza en un ambiente que para ella no es del todo desconocido.

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