Corea, un alma dividida

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Foto: UE

El portal United Explanations realizó un análisis en dos partes, de la tensa situación que se vive en las dos Coreas y que ha generado preocupación en el mundo entero. Ante la posibilidad de desartarse una guerra con implicaciones mundiales, UE proporciona una “explicación sin ánimo de lucro” como destaca en cada publicación,  con datos que aclaran este panorama y que compartimos en nuestra página.

 

UE.-  10.000 won es lo que cuesta un café y un pedazo de pastel en un Starbucks en el barrio seulense de Gangnam, y también son 10.000 los kilómetros que separan la península ibérica de la península de Corea. Entender el conflicto existente entre el norte y sur del paralelo 38, requiere acortar distancias.

De aquellos barros, estos lodos

Previamente a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Corea vivía bajo dominación japonesa desde 1910. Fueron años en los que el país se convirtió en despensa nipona y fuente de mano de obra barata, mientras que se sometía a su población al hambre y la limpieza de todo rastro cultural e histórico coreano. No fue hasta 1945, cuando EE.UU. puso fin a la Segunda Guerra Mundial marcando para siempre a Hiroshima y Nagasaki, que Japón se rindió y replegó, liberando con ello a Corea de su dominio.

Lamentablemente, los vientos que soplaban de occidente y habían liberado el país no trajeron su independencia, dadas las diferencias entre norte y sur se dividió Corea a través del paralelo 38, lo que dio comienzo a la administración soviética del norte y la estadounidense del sur, estableciéndose en 1948 la República Democrática de Corea (Sur) y la República Democrática Popular de Corea (Norte).

Las dos Coreas y sus amienemigos

Hijas de una misma madre, las dos Coreas no nacieron en tiempos de paz. En 1950 las tropas norcoreanas invadieron Corea del Sur, sus aliados intervinieron rápidamente para liberarla, iniciándose la Guerra de Corea. El  norte contó con  ayuda de la Unión Soviética y fue apoyada por la República Popular China, mientras que el sur contó con el apoyo de Estados Unidos y la ONU. Cuando ambos bandos consiguieron expulsar a sus oponentes al otro lado del paralelo 38 se decidió terminar la guerra, en 1953, con un armisticio que restauró la frontera entre las dos hermanas, creando la zona desmilitarizada de Corea, una franja de unos 4km de anchura entre ambos países que hoy sigue existiendo.

La Guerra de Corea fue corta, pero no solo causó miles de muertos y dejó la península en ruinas, sino que produjo heridas entre norte y sur que hoy día siguen dificultando que haya un verdadero proceso de reunificación o de paz.

La hermana comunista

Primero con Kim Il-Sung, después con Kim Jong-Il y ahora con Kim Jong-Un, la saga familiar de dictadores norcoreanos sobrevive, cogida de la mano de los militares y gobernando el país con mano de hierro. Poco ha cambiado en el norte, una hambruna en los años noventa se cobró una “cifra indeterminada” de almas y una más o menos reciente fiebre nuclear amenaza con incrementar ese número. Mientras tanto, son pocos pero desgarradores los testimonios que cuentan las miserias de su población. Por ejemplo, Hyeonseo Lee, una joven norcoreana que cuenta su particular drama en la huida de lo que un día consideró “el mejor país del planeta” en el que cantaba una canción titulada “nada que envidiar”.

 

La hermana capitalista

Desde el final de la guerra, Corea del Sur ha tenido varios gobiernos, algunos elegidos en las urnas, otros impuestos con golpes militares. Destaca Park Jeong-hee, que ejerció su poder bajo una dictadura que duró 17 años (1963-1979). Durante ese tiempo se le reconoce haber impulsado un importante progreso del país que se encontraba en la miseria, desarrollando la economía y fomentando las exportaciones.

Es por eso que, aún tratándose de un dictador, parte de la población coreana aún hoy reconoce su labor en el ámbito económico como algo positivo, sirviendo de base para lo que hoy es una potencia asiática y mundial. Sin embargo, no hay que olvidar que su mandato se caracterizó por la aplicación de la ley marcial, la persecución política y ausencia de libertades. Además, su mano dura y autoritarismo favoreció a los grandes conglomerados de empresas nacionales (chaebols) que aún hoy siguen teniendo mucho que decir en el gobierno del país.

Pero no fue hasta 1987 que se eligió un presidente, por iniciativa de la oposición y presión popular, mediante la celebración de unas elecciones. Con el año 1988 llegó la entrada en la ONU y la celebración de los Juegos Olímpicos de Seúl.

El sol se alzaba en el sur, o al menos eso creían, hasta que en 1997 el país vivió lo que hoy es el presente de Europa, una grave crisis de deuda que obligó al tigre asiático a llevar a cabo profundas reformas en su economía para hacer frente a sus deudas con el FMI.

(…)

Hijos de

Juntos, Kim Jong-Un al norte y Park Geun-hye al sur, gobiernan las dos mitades de la península de Corea. No hay duda que las diferencias son abismales: uno no sabe lo que son unas elecciones, mientras que la otra lo tiene muy claro; aun así, los dos tienen algo en común, son hijos de dictadores.

La actual presidenta de Corea del Sur no pisó por primera vez la Casa Azul (residencia del cabeza de Estado) cuando llegó al poder en 2012. Hija del difunto dictador Park Chung-hee, pisaba suelo que ya le resultaba familiar. En su toma de posesión, lejos de dejar en el olvido el legado de su padre, la presidenta recordó el “milagro” económico y el espíritu del “poder hacer” que se creó cuando ‘papá’ tomó las riendas del país.

 

Afortunadamente, los tiempos cambian y la Sra. Park ganó unas elecciones limpiamente y tiene sus propias prioridades. Hoy a los surcoreanos les preocupa más su bienestar y menos cuánto crece su PIB. Ya no les quita el sueño cómo su líder llegó al poder, pero sí en cambio cuánto poder tienen los enormes conglomerados de empresas nacionales y las pocas oportunidades que tiene los jóvenes graduados. Se dice de Park que ha llevado al partido conservador al centro, mientras habla de la “democratización de la economía”.

Por lo que se refiere a su relación con sus vecinos del norte, frente a la propuesta de su oponente en las elecciones, que propuso la vuelta a la cordialidad absoluta y las ayudas económicas, Park propone basar su relación y apoyo al norte en el comportamiento y la confianza que se cultive desde él, lanzando la pelota al tejado del vecino hijo de dictador que nunca ganó unas elecciones.

El conflicto hoy

La firma del armisticio no es una declaración de paz, por lo que técnicamente la guerra entre Coreas no ha cesado nunca. Del mismo modo, la declaración del estado de guerra no significa que se esté en guerra.

Desde que Corea son dos (1948) se han sucedido varios incidentes que podrían haber sido causa suficiente para el fin del armisticio, a destacar se encuentran los siguientes: 1958, secuestro de un avión de pasajeros surcoreano; 1968, norcoreanos cruzan la frontera con la intención de matar al entonces presidente surcoreano Park Chung-hee y atentar en el país, además, un barco de EE.UU. es secuestrado por los norcoreanos; 1969, un avión espía norteamericano es abatido; 1970, agentes norcoreanos son descubiertos en Corea del Sur; 1974, Corea del Norte hunde barcos pesqueros y consigue atentar en un discurso del presidente Park, hiriendo de muerte a su esposa; 1976, dos soldados norteamericanos son asesinados en la zona desmilitarizada (DMZ) por un conflicto en la poda de un árbol; 1987, atentado bomba en un avión de Korean Air; 1995, disparos a pesqueros surcoreanos; 1998, disparo de prueba de misiles balísticos; 1999, conflicto entre ambos ejércitos con un navío norcoreano hundido; 2002, navío surcoreano hundido tras tensiones entre ambos países; 2006, disparo de otro misil balístico; 2008, choque entre barcos norcoreanos y surcoreanos; 2009, lanzamiento de otro misil balístico; 2010, hundimiento de un navío surcoreano y ataque de Corea del Norte a una pequeña isla al sur del paralelo; 2012, lanzamiento de un misil de largo alcance por parte de Corea del Norte.

Si a toda esta retahíla de rifirrafes le sumamos que en casi todos los incidentes que se enumeran hubo que lamentar víctimas, a menudo cuantiosas, una pregunta nos surge: ¿debemos preocuparnos por lo que está ocurriendo estos días? Y si es así ¿por qué?

 

En 2006 la ONU impuso sanciones a Corea del Norte por su primera prueba nuclear. Dado que el desarrollo nuclear del país continúa, así como los programas de misiles balísticos, el resultado no parece ser el esperado. Más aún cuando los ensayos se repitieron en mayo de 2009.

El problema es que ni las recientes sanciones de la ONU han dado resultado y ni son muchas las opciones que le quedan a occidente para poner freno a al Sr. Kim.

La tercera prueba nuclear tuvo lugar el 12 de febrero de este año, Corea del norte ha declarado el estado de guerra y ha reactivado sus generadores de energía nuclear. Ha vetado el paso a los trabajadores surcoreanos que diariamente se adentraban en territorio norcoreano y (la pasada semana) amenazó a Corea del Sur y Estados Unidos con un ataque. Y sabemos que día a día se suceden movimientos inusuales en sus tropas. Paso a paso nos encontramos más cerca que nunca del borde del precipicio, en el que un pequeño resbalón en la dirección errónea puede acabar con todo atisbo de optimismo.

Pero visto lo visto, lo importante no es tanto lo cerca que estamos de la línea roja que separa una enorme tensión de un guerra, sino si realmente hay o no intención de cruzarla. Cuando Kim Jong-Un llegó al poder tras la muerte de su padre se especuló mucho con las consecuencias de su falta de experiencia y su temprana edad. Se dudó de su capacidad y se especuló con que otros miembros de la familia, sus tíos, fueran los verdaderos líderes en la sombra. Incluso se llegó a especular con que la desaparición de la frontera entre Coreas tenía ya los días contados. Parece, que mantener su puesto exigía dar un golpe en la mesa y dejar claro quién mandaba en casa de los Sres. Kim.

¿Y mañana?

Por algún motivo que se me escapa, ser occidental y coger un taxi por la noche en Itaewon, el barrio de expatriados de Seúl, no es nada fácil. Hace unos meses, tras unos cuantos intentos infructuosos, dos soldados de la base militar estadounidense, que está en ese mismo barrio, se me acercaron y me propusieron compartir el taxi. Si ya era difícil coger taxi entonces, ahora ya sería imposible. Afortunadamente, cogimos taxi y aprovechamos el trayecto para charlar, en mi caso interrogarles. Una frase de uno de los soldados, de unos veinte años, resume todo lo que ahora nos interesa de esa conversación:

“Estamos en una base militar en pleno centro de Seúl para que, en caso de que [los norcoreanos] ataquen la ciudad, tengamos [Estados Unidos] la excusa perfecta para entrar en la guerra”.

Una eventual guerra,  nuclear o no, de Corea de Norte contra Corea del Sur e, inevitablemente, con Estados Unidos, tendría graves consecuencias. La situación económica mundial es enormemente frágil, por lo que una guerra a las puertas de China y en el corazón de Asia acabaría con toda esperanza de recuperación temprana. Además, China tendría que tomar partido, tanto en las decisiones que pudiera tomar el Consejo de Seguridad de la ONU, como ante la propia Corea del Norte. Mientras tanto, ni Europa, Rusia o Japón podrían permitirse mirar a otro lado y esperar que todo pase. Una guerra abierta tendría un potencial destructor devastador, sobretodo porque el número de posibles víctimas se calcula en más de un millón.

En cambio, sí parece tener más sentido, pero similar escasez de juicio, que estemos ante una forma de presión del norte, que quiere mantener su statu quo y a la vez desarrollar su economía, algo que con las sanciones actuales y un líder débil era imposible, pero que ahora, ante las puertas de un conflicto que no interesa a nadie, donde parece más fácil que nunca conseguir concesiones y evitar intromisiones, es plausible. El tiempo dirá.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro

 

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