Donald Rumsfeld (1932 – 2021)
Que no queden dudas que la intervención norteamericana al Medio Oriente ha sido una demostración de fuerza que cimentó y oculta detrás la tragedia de millones de seres humanos reducidos hoy a una vida en condiciones infrahumanas y al sufrimiento. Detrás de esta tragedia existieron personas mal llamada “maestros” en el arte del juego sucio. Uno de ellos fue el secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld que falleció en noviembre de este año.
Rumsfeld fue una de las piezas en la estratégica de la política exterior estadounidense durante tres administraciones, pero su influencia fue más allá en materia internacional sobre todo en decisiones medulares que definieron la intervención militar del país en el Medio Oriente. Sus mentiras, métodos de desinformación y su apoyo a causas violentas de guerra, lo convirtieron a fines de la primera década del siglo pasado en una de las personas más polémicas de EEUU.
Hábil manipulador y estratega en el ámbito público y privado, el exsecretario de Defensa de los Estados Unidos fue durante las administraciones de los presidentes Ford, Reagan y Bush, una de las personas más impopulares del planeta. Tras el fracaso en Vietnam impulsó la teoría que, a pesar de la derrota, el país era fuerte e invencible en el ámbito militar. Por eso denunció y atacó a los funcionarios afines a la “distensión de la carrera armamentista”, mezclando su influencia política en los negocios de armas y en la industria farmacéutica, junto a sus amigos, los también exsecretarios de Defensa, Dick Cheney y Frank Carlucci.
Rumsfeld estuvo comprometido hasta el cuello con la aventura bélica de los Estados Unidos en el Medio Oriente, región devastada por enfrentamientos fratricidas y divididos en facciones armadas que han provocado desolación y pobreza. Hay regiones en esa zona en la que los niños nacen deformes y los que sobreviven a las condiciones adversas no llegan a crecer más del metro debido a la contaminación ambiental fruto de la explotación desmedida de petróleo.
El “talento” de Rumsfeld sirvió para deshacerse de sus rivales más cercanos usando como arma la desinformación para justificar sus decisiones, además de ser evidente su desprecio por los derechos humanos. Junto a su fiel amigo, el vicepresidente, Dick Cheney, Rumsfeld arrinconó y derrotó en 1975 al poderoso Henry Kissinger que entonces ocupaba el puesto de secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional del presidente Richard Gerard Ford (1974-1977), quien sustituyó a Richard Nixon tras su dimisión por el escándalo Watergate.
Hijo de un agente inmobiliario de Chicago, Donald Rumsfeld nació en 1932 y creció mostrando habilidades para destacar. En el Trier High School, se convirtió en la estrella del equipo campeón de lucha. En Princeton fue capitán del equipo de la misma disciplina, puesto ocupado dos años antes por Frank Carlucci, su compañero de habitación, con quien en el futuro conformarían sociedades millonarias.
El controvertido Rumsfeld llegó a ser agregado parlamentario en el Congreso, simultáneamente a su actividad de consultor para el banco inversionista AG Becker, antes de iniciar su carrera política, que comenzó en 1962 como candidato a las primarias del Partido Republicano de Chicago. Gracias a las artimañas y el juego sucio consiguió desprestigiar a sus adversarios lo suficiente como para llegar a ser electo miembro de la Cámara de Representantes, y en 1964, dirigió una rebelión al interior de su partido para colocar a Gerard Ford como presidente de EEUU.
Su cercanía con Ford, le valió varios años de poder y consagración política. Fue enviado a representar a Estados Unidos en la OTAN cuando Richard Nixon ganó la presidencia en 1968, pero retornó triunfante en 1974, tras el escándalo de Watergate, cuando Ford, reemplazó a Nixon en la presidencia y Rumsfeld pasó a ocupar la jefatura de Gabinete para desde allí, tramar la caída del influyente consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger.
Donald y sus amistades siniestras
Rumsfeld, ocupó la Secretaria de Defensa, aliado a Dick Cheney que entonces ocupaba el puesto de secretario general de la Casa Blanca. También reclutó a su amigo Frank Carlucci. A su turno, los tres hombres llegarían a ser secretarios de Defensa de EEUU. Todo este movimiento marcó el contorno de dos clanes: el de Kissinger, favorable a la política de distensión y control de armamentos llevada a cabo en colaboración con la Unión Soviética, y el de Rumsfeld, convencido de que tras la de derrota de Vietnam, la opinión pública humillada soñaba con la grandeza de una revancha.
Rumsfeld prometió a los Estados Unidos que no volvería a conocer la derrota de una guerra; convencido de la inutilidad de los programas de control de armamentos negociados con la exUnión Soviética por el equipo de Kissinger.
En el marco de la campaña presidencial de 1976, aconsejó Gerald Ford a abandonar el término “distensión” por temor a ser derrotado por Ronald Reagan, líder de la facción de extrema derecha del partido Republicano, en las primarias partidarias. Si bien el proyecto de política exterior agresiva propuesto por Rumsfeld neutralizó al actor de Hollywood y le permitió a Ford obtener la victoria en las primarias, no le bastó para derrotar al candidato del Partido Demócrata Jimmy Carter, que accedió a la presidencia el 20 de enero de 1977.
Privado por un tiempo del mandato y las responsabilidades políticas, el incansable Rumsfeld probó suerte en el mundo de los negocios. Vio la oportunidad en la empresa farmacéutica de Chicago G.D. Searle & Company, que se encontraba al borde de la quiebra. Allí, Rumsfeld supo utilizar sus amistades gubernamentales, logrando la aprobación del uso del Aspartame, medicamento que años después fue considerado dañino para la salud. Según varios estudios este remedio provoca ceguera, cáncer, tumores cerebrales, dolores de cabeza, pérdida de la memoria, convulsiones, pérdida de la visión, coma, lupus, fibromialgia, distrofia muscular, Alzheimer, fátiga crónica, diabetes y depresión
Las brutales técnicas de despido y reorganización de la planta laboral del Searle & Company que empleó Rumsfeld para salvarla de la quiebra, lo llevaron a ser mencionado como uno de los “10 patrones más duros” por la revista Forbes, en 1980.
Poco después, Rumsfeld aceptó participar en el consejo de administración de Sears World Trade (SWT), una empresa de comercio internacional dirigida por su amigo Frank Carlucci. SWT fue una compañía especializada en el comercio de armas, encubierta por la CIA.
Un atentado contra la embajada de Estados Unidos en Beirut, en 1983, que cobró la vida de unos 300 norteamericanos, le dio a Rumsfeld la oportunidad de volver a tomar las riendas del poder. Ronald Reagan lo envió como emisario especial al Medio Oriente, para intentar encontrar una salida a la guerra civil en la zona.
Su primera elección fue viajar a Irak para reunirse con Sadam Hussein. En ese entonces Washington trató de utilizar el régimen de Sadam como contrapeso del régimen de Teherán que había escapado totalmente a su control. Rumsfeld arregló con el entonces presidente Hussein un proyecto de oleoducto elaborado por la compañía Bechtel, – empresa de la que el Secretario de Estado de Reagan, George Shultz, había sido director. Rumsfeld, prometió a Hussein la colaboración de los Estados Unidos en la guerra contra Irán.
De regreso a Washington tras su gira diplomática, Rumsfeld intentó convencer a la administración Reagan de que el ataque a la embajada de Estados Unidos en Beirut ofrecía una excelente ocasión para la intervención armada y el control del Golfo Pérsico. La administración Reagan optó por una vía intermedia: no envió tropas, pero aceptó ayudar a Irak a neutralizar la influencia iraní.
Años más tarde se consumaría bajo su influencia la política de intervención militar de EEUU en el Medio Oriente.