Frenar el mortal opioide fentanilo, luchar contra el cambio climático, más control del gasto militar y los riesgos asociados con la inteligencia artificial. Han sido los temas centrales de la cumbre de cuatro horas celebrada el pasado jueves entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping.
La cumbre de la semana pasada entre los presidentes de las superpotencias China y los Estados Unidos para no ir más a las profundidades, lo que se puede saber de un encuentro de esta naturaleza, ha estado impulsada por tónicas en un momento muy particular para la humanidad. El norteamericano le ha pedido al chino un marco de regulaciones adecuado para evitar que los precursores para la fabricación del fentanilo, sigan contribuyendo a un desequilibrio de las relaciones entre los dos países, aunque en este caso se deba insertar a un tercero en potencia: Los “chapitos” mexicanos apuntados como los más grandes fabricantes de esta droga sintética que ha matado más de un millón de jóvenes en EEUU y a cerca de 30 millones en el mundo.
Los ingresos por la fabricación de la droga es la quinta actividad más lucrativa en el país centroamericano. Con los dos Guzmán (padre “chapo” e hijo Ovidio) se cree que se están dando señales al mundo de que la fabricación mortal del opioide debe parar. Habrá que ver.
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En otra dramatización más cercana a la hipocresía los líderes de las dos potencias hablaron de un control del gasto militar en otro – el segundo en este caso- momento especialmente particular para la humanidad con dos guerras que juntas han provocado poco más del 10% por muertes del nuevo coronavirus.
El analista en asuntos diplomáticos, Richard Hass, ha señalado que el encuentro conformó que “la relación bilateral más importante del mundo sigue siendo altamente competitiva. El desafío sigue siendo el mismo que era antes de sus conversaciones: garantizar que la competencia no impida la cooperación selectiva ni dé paso al conflicto. En ese orden. Drogas y Armas juegan un papel crucial.
El mismo Hass apunta que la reunión no resuelve la competencia en la que se encuentran las dos superpotencias. Y refiere que la reunión de cuatro horas no reducirá las tensiones “ya que lo último que podría ocurrir es otra crisis diplomática o, peor aún, militar en un momento en que Estados Unidos, sobrecargado de fuerzas, se enfrenta a la agresión rusa contra Ucrania en Europa y a las secuelas del ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre. ataque en Israel”.
Biden, a un año de las elecciones presidenciales de 2024, también necesitaba demostrar que podía ser duro con China, tanto para defenderse de los ataques republicanos como para demostrar que está centrado en cuestiones que afectan a los estadounidenses y en simultaneo a la especie, esto es; frenar el mortal opioide fentanilo, luchar contra el cambio climático, el intercambio militar y discutir los riesgos asociados con la inteligencia artificial. Pero también fue algo menos que un reinicio de una relación que se ha estado deteriorando durante varios años y que seguirá estando caracterizada por la competencia más que cualquier otra cosa en el futuro previsible.