El espacio aéreo de Venezuela el nuevo frente de batalla de Trump

Washington ha creado de facto una zona de exclusión en los cielos venezolanos. El aislamiento alimenta así la presión política.
Su majestad Donald Trump ha pasado a escuchar a pocos asesores, mientras se dedica a pasar el tiempo en sus campos de golf desde donde lanza las batallas elementales de su administración. Esa fecunda devoción por el paseo ray grass inglés alimenta la presión política que ejerce en varios confines del mundo. Nadie osa el papel de la advertencia. Sus principales colaboradores asienten con la cabeza. Lo dice una de las periodistas experimentadas en la cobertura de la Casa Blanca con 30 años de experiencia, Rana Foroohar. Si para el lector el nombre no es familiar tampoco es necesario apearse de otros que tienen como regla verificar sus fuentes de información antes de soltar el ordenador.
El fin de semana pasado ha sido uno de esos a los que el mandatario los tiene acostumbrados a sus asesores que a las corridas mantuvieron contacto con los corresponsales para anunciarles que el campo de acción en la guerra psicológica declarada a Venezuela, se ampliaba en una nueva y vertiginosa fase antropológica. Desde el anunció de prohibir vuelos en el espacio aéreo de Venezuela no hay gestó que merezca más condescendencia con el del jopo amarrillo. Yes, dear president es el acostumbrado asentimiento. Es así que el cielo de Venezuela se ha convertido en otro frente de guerra. Una guerra aún no declarada formalmente por Estados Unidos. Desde hace una semana, lo que parecía un elemento más de la ofensiva híbrida de Washington contra Caracas se ha transformado en un campo de batalla inmenso y silencioso que aísla al país y a los venezolanos que aun circundan sus avenidas plagadas de bocinas de alarma.












