El juicio contra el Chapo se posterga y promete ser épico

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Foto: Associated Press

Cuando un juez federal en Brooklyn decidió este 10 de enero posponer el juicio al narcotraficante mexicano Joaquín “el Chapo” Guzmán, no explicó sus razones.

Pero realmente no tuvo que hacerlo. Los abogados de Guzmán Loera lo hicieron por él cuando presentaron los documentos legales que propiciaron esa decisión: el caso se ha vuelto un leviatán que dificulta su posibilidad de presentar una defensa.

Durante meses ha sido obvio que los procuradores a cargo del caso tienen una montaña de evidencia con la que pretenden comprobar que, antes de su extradición el año pasado, Guzmán era el mayor narcotraficante del mundo, un forajido visto como celebridad que tenía operaciones en cuatro continentes y había acumulado unos 14.000 millones de dólares a lo largo de su carrera como líder del Cartel de Sinaloa. La cantidad de material recopilado por el gobierno es apabullante; la última vez que divulgaron un conteo incluía 300.000 páginas de documentos y miles de conversaciones grabadas en secreto (todo esto, acusa el equipo del Chapo, fue entregado sin siquiera proveerles un índice para la revisión).

Pero ese volumen de evidencia no es la única señal de que el juicio, que fue recorrido de abril hasta septiembre, será un emprendimiento enorme. Los fiscales, en documentos presentados a la corte, han dado indicios de que planean contar una historia épica que incluye no solo el ascenso a la fama y fortuna en el mundo del narcotráfico del Chapo sino la historia reciente del comercio internacional de drogas.

Es un relato que posiblemente comience a principios de los años ochenta cuando capos colombianos como Pablo Escobar controlaban la industria de narcóticos en Nueva York y Miami con lo que el gobierno ha descrito como “una infraestructura de distribución” respaldada por traficantes mexicanos que se las arreglaban para contrabandear el producto desde Colombia hasta la frontera con Estados Unidos.

Los procuradores indican que Guzmán Loera, quien empezó cultivando marihuana, se pudo distinguir de la competencia al mover la cocaína colombiana hacia Texas, Arizona y California con tal velocidad y eficiencia que otro de sus apodos fue en un inicio el Rápido. Para finales de los años ochenta, su éxito fomentó que buscara expandir su territorio; una decisión que, según los fiscales estadounidenses, conllevó una guerra con el entonces Cartel de Tijuana.

Como parte de esa guerra fueron asesinadas figuras como el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, este último en un aeropuerto de Guadalajara en 1993, lo que llevó a una cacería policial por Guzmán Loera. Este eventualmente fue capturado y estuvo ocho años en prisión de alta seguridad, desde donde pudo mantener e incluso aumentar su imperio, de acuerdo con los procuradores. Y en una hazaña que se volvería uno de sus grandes trucos recurrentes se escapó en 2001, supuestamente metido en un carrito de lavandería.

Después de esa fuga, dicen los procuradores, Guzmán Loera se refugió en las montañas de Sinaloa cercanas a Culiacán. Para evitar volver a ser capturado se armó de un “ejército de cientos de guardaespaldas fuertemente armados” y estableció un sistema sofisticado de comunicaciones con aparatos encriptados y “varias capas de intermediarios”.

Su fuga coincidió con una transformación clave en el mundo del narcotráfico. A principios de la década de 2000 se aprobaron nuevas leyes de extradición en Colombia, lo que puso a los traficantes de ahí en peligro de ser enjuiciados en Estados Unidos. Los procuradores afirman que eso los llevó a ceder las rutas de distribución hacia ese país y que Guzmán fue de los primeros en llenar el vacío para terminar creando sus propias rutas hacia Nueva York, Nueva Jersey, Texas, Illinois y Georgia.

Los fiscales afirman que, con ganancias en “niveles exorbitantes”, Guzmán Loera entonces expandió sus operaciones no solo dentro de Estados Unidos y México sino en Honduras, Costa Rica, El Salvador y Panamá, donde tenía pistas de aterrizaje secretas y recurrió al uso de submarinos para mover hasta seis toneladas de cocaína. Poco después, de acuerdo con los documentos presentados ante la corte, estableció a sus lugartenientes en Sudamérica para que cuidaran de la red de suministro y amplió su negocio para que incluyera la marihuana y la heroína. Cuando se interesó en traficar metanfetaminas envió a asociados suyos a India y China, dicen los procuradores, para que consiguieran los ingredientes necesarios para fabricar esa droga.

Para entonces Guzmán Loera ya iba camino a convertirse en la figura mítica de “un Robin Hood moderno”, dicen los documentos, “amado por los oprimidos y enaltecido en canciones populares”. Los procuradores aseguran que se rodeó de asesinos profesionales que mataron y torturaron a sus rivales y que él personalmente portaba una AK-47 bañada en oro y una pistola con diamantes incrustados. De acuerdo con los documentos de la fiscalía, una vez pagó un soborno de 1 millón de dólares en efectivo a autoridades mexicanas para asegurar el flujo de un solo envío de drogas.

Conforme creció la infamia del Chapo lo hicieron también los esfuerzos para apresarlo de nuevo. En el 2014, la Marina mexicana lo encontró en su hogar en Culiacán; se logró escapar por un pasaje construido debajo de una tina que llevaba a una serie de túneles. Después de un mes de búsquedas lo encontraron de nuevo en Mazatlán y fue llevado a otra prisión de alta seguridad. De la cual, en 2015, se escapó de nuevo por medio de otro túnel construido en la ducha de su celda. Un video lo muestra, según recuentan los procuradores, “bajando con calma una escalera hacia el túnel donde lo esperaba una motocicleta”.

La oficina de la fiscalía estadounidense en Brooklyn presentó cargos en contra de Guzmán Loera en 2009, in absentia, y cuando fue capturado de nuevo en el 2016 -con ropa llena de tierra en Los Mochis- le imputó nuevos cargos. Estos fueron usados para solicitar la extradición.

Aunque el Chapo ahora reside en una celda miniatura en una prisión federal de Manhattan, en aislamiento, el gobierno estadounidense lo sigue considerando una amenaza.

“La fama mundial de Guzmán ha llevado a que aparezca en la lista de los más poderosos y ricos de Forbes”, señalan los procuradores. “Estas últimas décadas han demostrado que la influencia de Guzmán no tiene límites”.