El lobo ya está aqui
En el mundo de las predicciones terribles, de las utopías al revés, los críticos del capitalismo del Norte pronosticaron que éste perecería, víctima de una crisis por exceso de producción. La predicción no se cumplió a pesar de crisis sucesivas. Ahora parece que el colapso no podría venir por superproducción sino por superconsumo de bienes innecesarios que dejan una imborrable huella ecológica. La naturaleza, no la clase obrera, castigará los pecados del capitalismo.
Ya están aquí y están tocando la puerta. Trescientos expertos y sesenta científicos acaban de decirle al pueblo de los Estados Unidos de América que el lobo está. Y el lobo se llama cambio climático. El informe Evaluación Nacional del Clima del Comité Nacional Federal de Evaluación y Desarrollo del Clima comisionado por el Congreso está dando la voz de alarma, pero los republicanos no le creen.
Olas de calor cada vez más frecuentes, incendios cada vez más graves, lluvias cada vez más torrenciales, sequías cada vez más extremas, inundaciones en el este, un mar cuya acidez impedirá el crecimiento de las especies marinas haciendo del océano un desierto líquido. Ciudades como Miami en peligro. Es el futuro cuyas avanzadas ya están presentes.
El informe pronostica una temporada sin escarcha cada vez más larga, con efectos malos para la agricultura; y un aumento en el deshielo en Alaska y en la acidez del océano Pacífico que pondrá en peligro los ecosistemas marinos.
Dieciocho huracanes se precipitaron sobre los Estados Unidos en 2012. De ellos el más mortífero fue el Sandy, en octubre de ese año, el mayor de los que se tiene noticia. Pleno de lluvias y tormentas eléctricas y con mil ochocientos kilómetros de diámetro, afectó a veinticuatro de los cincuenta estados de la Unión. Cinco millones de personas sin luz eléctrica en once estados. El mar cuatro metros más alto inundó Manhattan, las estaciones de metro y los túneles. Los transformadores callejeros explotaron por los cortocircuitos causados por el agua, hasta los celulares dejaron de funcionar. Hubo que meterse a las habitaciones más interiores de los departamentos y casas en las zonas asoladas. Diez mil millones de dólares en pérdidas. Y ese ataque de la naturaleza, mayor que cualquier bombardeo terrorista, puede volver.
El mecanismo de un huracán es relativamente sencillo. Es una traslación del calor del mar a la atmósfera.
El devastador huracán Sandy siguió al insoportable verano y la calurosa sequía en el centro de los Estados Unidos de 2012. La temperatura promedio de 2014 es casi un grado mayor que hace cuarenta años. Podrá ser más de cinco grados más alta al fin del siglo. El nivel del mar ha ascendido veinte centímetros desde 1880. A fines del siglo XXI el mar estará un metro más arriba.
El próximo mes la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos presentará una nueva propuesta de regulación para las plantas que emiten gases de efecto invernadero. Pero los intereses que están detrás de la minería del carbón son poderosos.
Donald Webbles, profesor de ciencia atmosférica de la Universidad de Illinois, ha dicho que muchas poblaciones tendrán que mudarse. Daniel Weiss, investigador del Centro del Progreso, llamó a tomar en serio el informe. A pesar de ello, los conservadores continúan afirmando que se exagera y dicen que es necesario seguir con la recuperación económica, cueste lo que cueste. Y costará mucho porque se pretende volver a crecer sin cambiar de tecnología, presos del carbón y el petróleo. Como las viejas combis limeñas, la economía norteamericana echa humo por todos lados.
Mientras la prevención contra el terrorismo está en su apogeo, la prevención contra las catástrofes está en el suelo. Un país desarmado por sus elites empresariales, atado por sus adicciones, esclavo de la codicia, puede ser víctima de un justiciero inesperado: la furia de la naturaleza. Como no deseamos a nadie que eso suceda, despertar y cambiar a tiempo es el mejor consejo. Los dioses ciegan a quienes quieren perder.