El mensaje de los contrabandistas fronterizos a Trump: ¡gracias!

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Foto: Patrick Tombola / The New York Times

Agazapado en un terreno desigual cerca de esta ciudad fronteriza, un contrabandista veterano conocido como Flaco señala la valla de acero de la frontera y describe cómo ha introducido droga en Estados Unidos y ha llevado a personas desde hace más de tres décadas. Sus técnicas de contrabando son muy diversas, desde lanzar las drogas con catapultas gigantes hasta esconderlas en los motores de automóviles de los trenes de carga y construir túneles paralelos al sistema de drenaje transfronterizo.

Sonríe ante la pregunta de si el muro fronterizo que prometió construir el presidente Donald Trump detendrá a los contrabandistas. “Esto nunca se va a detener, ni el narcotráfico ni los ilegales”, dice. “Habrá más túneles. Más hoyos. Si no pasa por arriba, pasa por abajo”.

¿Qué cambiará? Los honorarios de las redes criminales encargadas de transportar gente y contrabando a través de la frontera. Conforme el muro se eleve, sucederá lo mismo con las ganancias del contrabando.

La primera vez que el Flaco trabajó como coyote (quienes pasan a las personas por la frontera) fue en 1984, cuando tenía 15; les mostró un orificio en una barda de malla ciclónica a la salida de Nogales a cambio de una propina de 50 centavos. Hoy, muchos migrantes pagan hasta 5000 dólares a los contrabandistas para dirigirse al norte sin papeles, caminando durante días por el desierto de Sonora. La mayor parte del dinero se destina a los carteles que se han hecho cargo del lucrativo negocio.

“De 50 centavos a 5000”, dice el Flaco. “A medida que los precios suben, la mafia, que es el Cartel de Sinaloa, se queda a cargo de todo, el contrabando de drogas y de personas”. El Cartel de Sinaloa domina el noroeste de México, incluyendo Nogales, mientas que rivales como el Cartel del Golfo y los Zetas controlan el noreste. El Flaco purgó una sentencia de cinco años de prisión aquí por tráfico de drogas en 2009, y ha seguido con sus labores de contrabando desde entonces.

Sus comentarios señalan un problema que ha frustrado a varios gobiernos estadounidenses y probablemente obsesione al presidente Trump, incluso si el muro se vuelve más que una promesa de campaña y logra obtener los miles de millones de dólares que necesita para financiarlo. Fortalecer las defensas no detiene el contrabando. Solo lo encarece, lo cual involuntariamente resulta en más dinero para las redes criminales.

Los carteles han sacado provecho de esto para construir una industria multimillonaria y la protegen con una violencia brutal que desestabiliza a México y obliga a miles de mexicanos a dirigirse al norte en busca de asilo.

Ha sido difícil bloquear la frontera, que se extiende por más de 3000 kilómetros del Pacífico al Golfo de México. Atraviesa un desierto apenas poblado, franjas de tierra blanda en la que se pueden construir túneles con facilidad y el gigantesco río Bravo, que se sale de su cauce, lo que dificulta la colocación de bardas. Además, tiene 52 puntos legales de cruce, por donde cada semana ingresan a Estados Unidos millones de personas, autos, camiones y trenes.

La idea del muro del presidente Trump no es nueva. De manera periódica se colocan tramos de bardas de ladrillo, bardas y cables con púas para detener vehículos, esto sucedió en 1990 y 2006. El 30 de abril, el congreso estadounidense llegó a un acuerdo para repartir el presupuesto federal en septiembre en el que no se logró aprobar la asignación de fondos para extender las barreras, como lo había prometido Trump. Sin embargo, sí asignó varios cientos de millones de dólares para reparar la infraestructura existente y la Casa Blanca ha dicho que usará esto para sustituir algunas vallas con bardas de ladrillo.

Más que detener el contrabando, las bardas solo lo han llevado más allá: a lo más profundo del desierto, hasta las profundidades de la tierra, a sofisticados compartimientos secretos en autos y a las manos de los carteles de las drogas.

Resulta especialmente preocupante cómo los carteles se han quedado a cargo del negocio del contrabando humano. Estos traficantes, a los que se les conoce como coyotes, solían trabajar por su cuenta o en pequeños grupos. Ahora tienen que trabajar para el cartel, que se queda con la mayor parte de las ganancias, dice el Flaco. Si los migrantes tratan de cruzar la frontera sin pagarles, se arriesgan a ser golpeados o asesinados por los matones del cartel.

La cantidad de personas detenidas sin papeles en la frontera sur ha disminuido significativamente en los primeros meses de la administración de Trump; en marzo fueron detenidas menos de 17.000 personas, la cifra más baja desde el año 2000. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con el nuevo muro que todavía no se construye. Podría ser que la retórica antiinmigrante del presidente haya sido un elemento disuasorio, lo cual señala que los tuits tienen un mayor efecto que los ladrillos. Sin embargo, esto podría no durar, y no hay ninguna señal de que hayan disminuido las incautaciones de droga.

El Flaco creció en un barrio pobre de Nogales llamado Buenos Aires, que ha producido varias generaciones de traficantes. Los residentes llaman burros a las personas que llevan mochilas llenas de drogas. “La primera vez que escuché hablar de eso, pensé que usaban burros de verdad para llevar la marihuana”, relató el Flaco. “Después me di cuenta de que los burros éramos nosotros”.

Le pagaron 500 dólares por su primer viaje como burro, cuando estaba en el bachillerato, lo cual lo convenció de dejar la escuela a cambio de lo que parecía dinero fácil.

Las bardas no han detenido a los burros, quienes usan cuerdas o las escalan a mano limpia. Este acto fue capturado en una grabación extraordinaria de un equipo de televisión mexicano, la cual mostraba a los traficantes escalando el muro para ingresar a California. Así que los muros sólidos no son la solución, ya que se pueden escalar y también dificultan que los agentes fronterizos puedan ver hacia el lado mexicano si se acercan los contrabandistas.

El Flaco pronto aprendió a construir compartimientos secretos en automóviles. Se llaman “clavos”, y se colocan en los tanques de gasolina, sobre los tableros y en los toldos. Los autos, conocidos por los agentes aduanales como autos trampa, luego pasan directo por los puertos de ingreso fronterizo. De hecho, mientras la mayoría de la marihuana se encuentra en el desierto, es más probable que drogas más duras como la heroína pasen por los puentes.

Cuando los agentes aduanales aprendieron cómo buscar botones que abren compartimientos secretos, los traficantes aprendieron cómo arreglárselas sin botones. Algunos de los nuevos autos con trampa solo se pueden abrir con complejos procedimientos, como cuando el conductor está en el asiento, todas las puertas están cerradas, el botón para desempañar los vidrios está encendido y se pasa una tarjeta especial.

En los túneles también se utiliza ingeniería con el mismo grado de sofisticación, que convierte a la frontera en un pedazo de queso gruyere. Entre 1990 y 2016, se descubrieron 224 túneles, algunos con ventilación, rieles y luz eléctrica. Aunque el capo de la droga Joaquin “el Chapo” Guzman se volvió conocido en parte por construir túneles de ese tipo, el Flaco dice que son tan antiguos como la frontera misma, y al principio se usaban los ríos subterráneos naturales.

Los túneles son especialmente populares en Nogales, donde los agentes federales embargan casas cerca que los tienen y se encuentran en la frontera. El Flaco incluso me mostró un pasaje que ahora había sido rellenado y que comenzaba en el interior de una tumba en el cementerio.

“Es porque Nogales es uno de los pocos pueblos fronterizos que está urbanizado hasta la frontera”, explica el alcalde David Cuauhtémoc Galindo. “Hay casas en ambos lados de la frontera, separadas por una distancia muy corta”, lo cual facilita la construcción de túneles de un lado a otro.

Nogales también está conectado con su ciudad vecina al otro lado de la frontera en Arizona, que también se llama Nogales, mediante un sistema de drenaje común. Este no se puede bloquear, ya que la tierra forma una pendiente que va de México hacia Estados Unidos. La policía me llevó al sistema de drenaje y me mostró varios túneles para contrabando que se habían cavado como extensiones del drenaje. Se habían llenado con concreto, pero los oficiales me advirtieron que los traficantes podían andar al acecho para construir otros y que debería salir huyendo si nos encontrábamos con alguno.

Además de los túneles, las catapultas son uno de los métodos de contrabando más espectaculares. “Los llamamos trampolines”, me cuenta el Flaco. “Tienen un resorte que es como un trípode y dos otras personas los operan”. Los agentes fronterizos descubrieron un trampolín cerca de la ciudad de Douglas, Arizona en febrero y me mostraron fotos de lo que parecía un arma medieval de asalto.

Los trenes de carga también cruzan la frontera, con destino a Canadá, desde el sur de México. Aunque los agentes los inspeccionan, es imposible revisar todos los vagones, que llevan desde automóviles hasta chiles enlatados. El Flaco dice que muchas veces los traficantes les pagan a los trabajadores del tren. Una vez, a él lo agarraron con una carga de marihuana en un tren en Arizona, pero logró convencer a la policía de que trabajaba en el tren, y solo pasó un mes en la cárcel.

Si bien la marihuana es menos nociva, los contrabandistas también ingresan heroína, crack, cocaína y metanfetaminas a Estados Unidos, que resultan en la muerte de muchas personas. Las exhortaciones paraa librar una guerra contra estas sustancias pueden ser atractivas a nivel emocional. La forma en la que el presidente Trump vinculó sus promesas de un muro con los problemas de drogas en las zonas rurales de Estados Unidos probablemente fue un factor que contribuyó a su victoria.

Sin embargo, cuatro décadas después de que Richard Nixon declarara una “guerra contra las drogas” y a pesar de los miles de billones de dólares que se han gastado en agentes, soldados y barreras, las drogas siguen siendo adquiridas con facilidad en todo Estados Unidos.

El presidente Trump ha asumido el poder en un punto de inflexión en el debate sobre las políticas en materia de drogas. La mayoría de los estadounidenses ahora están a favor de la legalización de la marihuana, lo cual ha afectado las ganancias de los traficantes mexicanos y lo hará aún más cuando California comience a emitir licencias para la venta de marihuana de uso recreativo el año que viene. El presidente Trump también ha exigido que haya más tratamientos para los adictos. Sería sensato que esto, y no el muro, fuera la piedra angular de su política contra las drogas.

Reducir el financiamiento de los carteles de la droga podría reducir parte de la violencia, así como la cantidad de personas que se dirigen al norte para huir de ella. Sin embrago, para realmente enfrentar el problema del tráfico de personas, Estados Unidos debe proveer un camino para que los miles de trabajadores indocumentados que ya están en el país, y que son fundamentales para industrias como la agricultura, puedan tramitar su residencia, para luego asegurarse de que las empresas solo contraten trabajadores documentados en el futuro, de tal manera que no sigan ingresando al país más personas de manera ilegal. Mientras puedan seguir ganando dinero si cruzan hacia Estados Unidos, los coyotes seguirán haciendo una fortuna llevándolos hacia ese lado.

Detener la demanda de los servicios de los contrabandistas sí afecta sus bolsillos. De lo contrario, seguirán enriqueciéndose a medida que el muro se haga más alto.

 

 

Ioan Grillo es autor de “Gangster Warlords: Drug Dollars, Killing Fields and the New Politics of Latin America” y columnista de opinión.