El pedido histriónico de Vargas Llosa para votar por Keiko
Nadie desde el lugar de intelectual puede negarle méritos a Mario Vargas Llosa, una prosa exquisita que regala en cada palabra una emoción de la grandeza del lenguaje. Se ha criticado a quienes siendo especialistas en un arte ingresan a otros. Ha ocurrido con periodistas, ejemplos hay muchos, que han incursionado en política y acabaron desarraigados de la profesión. En 1990 el premio Nobel (2010) se postuló con amplio favoritismo; quizá ese fue el motivo de lanzarse a la arena reservada para las fieras, aunque su elección no fue afortunada porque perdió y se retiró del ruedo, aunque como presa devoradora de los avatares de la política de su país y de Latinoamérica jamás perdió el gusto amargo que le quedó por su derrota y siguió de tanto en tanto haciendo alarde de su categoría política.
Vargas Llosa fue derrotado por Alberto Fujimori, un novel en la política peruana, descendiente japonés de primera generación que pudo más que el escritor. Lo que pasó en la década fujimorista está ampliamente contada en los libros de historia y Vargas Llosa, aunque derrotado jamás dejó de denunciar los abusos de su Gobierno. Hasta que hace poco saltó de su lugar cómodo europeo para apoyar decididamente a Keiko, la hija de Alberto Fujimori que hace dos elecciones pelea ardorosamente para lograr la presidencia peruana la que ve cada vez más lejana más por la herencia maldita de su padre, detenido por corrupción, que por ella misma.
Vargas Llosa llama al elector peruano a votar por Keiko en la segunda vuelta que se celebrará en poco menos de dos semanas para evitar el acenso al poder del maestro rural de izquierda Pedro Castillo. Dice Vargas Llosa para “salvar al país de un peligro enorme que es caer en manos del totalitarismo”. El Partenón peruano me lleva al recuento de un caso parecido en Bolivia. Cuando un abusivo poderoso embajador de EEUU pidió en Bolivia no votar por Evo en las elecciones de 2005 ya que hacerlo era, indirectamente apoyar al narcotráfico y recortar la ayuda que su Gobierno destinaba a Bolivia. Hay paralelos históricos e otros muy histriónicos.