Se pueden tejer cientos de especulaciones en torno a la capacidad de los aliados de la OTAN, tras la cumbre que los reunió en Vilnius, la capital de Lituania, una ciudad más cerca de Moscú que de Estados Unidos (líder visible de tratado); donde los socios han declarado una extremada belicosidad y el poderío que usarían si es necesario para poner en su lugar a Putin, el líder ruso que no parece dar tregua, empeñado en el poderío de su arsenal nuclear.
Muchos puntos de vista confluyen en el artefacto militar de los aliados. Y del que se hace énfasis es un inimaginable despliegue de tropas por aire, mar y tierra para cerrar filas en torno a lo que llaman ellos a su manera “construir un mundo de paz”. Lo cierto es que la OTAN está creciendo a pasos forzados en número de socios y en la consistencia de su edificio institucional. Con los planes de defensa que están en marcha Europa contará con una fuerza aliada de reacción de 40.000 soldados, ampliable hasta 300.000, desplegados o preparados para movilizarse en un mes. Y como si fuera poco han declarado que acrecentarán esfuerzos para cumplir con el mínimo del 2% del PIB dedicado a la defensa, que ahora solo cumplen 11 países. La cumbre ha decidido, además, que ese nivel de gasto sea un suelo, no un techo.
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