El recuerdo de una época que parece llegar a su fin

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Hablando de nostalgia, para los ingleses, claro, que mejor argumento que el funeral de Felipe con gigantes carteles en las calles y avenidas de Londres con miles de ciudadanos interpuestos entre ellos y la nomenclatura santo devocional de su realeza. Basta ser un “sir” para sentirse más vivo que nunca o simplemente ser un británico para poseer la máxima, que no es un diminutivo por más lejos que uno encuentres del Reino. Hace mucho que no se veía nada igual, un reinado que parece decadente pero que ni bien tiene la oportunidad -como en este caso- para mostrar su tradición y el tamaño de sus medallas y emblemas surge interpuesto de recuerdos imborrables para que no quepa duda quienes somos.

El cortejo partió del Castillo de Windsor a la cabeza del heredero del trono Carlos y su hermana Ana, en la tercera fila los príncipes Enrique y Guillermo han puesto el gran tamaño de la osadía al nacer del vientre de Lady Di que de tanto remar en aguas saladas al menos se permitió transgredir e inspirar a sus hijos. Los príncipes n sucesión del reino podrán interponer sus ya osadas cualidades por haber roto la tradición. Ninguna de sus esposas se encontraba en el desfile mortuorio que recorrió hasta la Catedral San George donde la Reina Isabel II de barbijo fue recibida en solitario por la vieja tradición cristiana, el arzobispo de Canterbury.

Bastaron 50 minutos en el que no hubo sermones ni alabanzas a Felipe de Edimburgo. Los 30 miembros de la familia real se repartieron asiento en la Catedral. Culminada la ceremonia la Reina Isabel II se retiró en solitario que tras las siete décadas de estabilidad de la segunda era isabeliana. El recuerdo de una época que parece llegar a su fin

 


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