Hace una semana, el presidente Trump era acusado de ser una herramienta para los rusos, un agente involuntario de influencia, tan lleno de admiración que defendía al presidente Vladimir Putin de los críticos que lo llamaban asesino.
Ahora, Trump protagoniza un enfrentamiento diplomático con la Rusia de Putin, ya que su gobierno acusa a Moscú de tratar de encubrir un ataque sirio a civiles con armas químicas y el secretario de Estado Rex Tillerson ha declarado que la relación está en un “punto bajo” y ha lanzado un ultimátum en el que exige a Putin elegir entre “ellos o nosotros”.
Incluso en una presidencia marcada por la imprevisibilidad, el cambio radical del amor a la confrontación ha dejado a Washington y a otras capitales ante un caso de aturdimiento geopolítico. Las posibilidades de mejorar las relaciones ruso-estadounidenses ya eran pocas dada la atmósfera de sospecha derivada del presunto entrometimiento del Kremlin en la elección del año pasado, pero la distensión contemplada por Trump en algún momento más bien se deterioró hasta convertirse en la más reciente guerra fría.
Para los que respaldan a Trump, el cambio abrupto solo comprueba que la narrativa de una conspiración rusa a favor de Trump era falsa desde un inicio. “Si algo hizo Siria, fue validar el hecho de que no hay un vínculo con Rusia”, declaró Eric Trump, hijo del presidente.
Para algunos críticos, el giro parece ser una forma cínica de distraer la atención de las múltiples investigaciones sobre los posibles contactos entre los socios de Trump con Rusia mientras Moscú trataba de ayudar a Trump a ganar la presidencia.
En cualquier caso, sugiere que la relación entre las dos potencias podría ser volátil en los meses venideros, sujeta a las reacciones impulsivas de un presidente sin ninguna experiencia en política exterior, las respuestas a menudo estridentes de un líder ruso atribuidas a ciertos momentos de rencor y los intereses nacionales en disputa que ambos países tienen en áreas clave del mundo.
“Desde un inicio dudaba que fuera posible que Estados Unidos y Rusia, después de todo lo que había pasado en los últimos años, lograran restaurar sus relaciones con éxito”, dijo Angela Stent, exfuncionaria de inteligencia nacional en Rusia, quien ahora se encuentra en la Universidad de Georgetown. “Lo sorprendente es lo rápido que regresaron al estado en que estaban al final del gobierno de Obama”.
John Beyrle, exembajador de Moscú, dijo que los extremos de la relación se exageraban y que probablemente volverían a un nivel intermedio. “Los niveles de confianza se han deteriorado tanto que estas reuniones iniciales producirán poco en términos de acuerdos. Las investigaciones sobre la posible interferencia rusa en la elección crean un clima bastante sombrío que ambos lados necesitan reconocer”, dijo.
Trump es el cuarto presidente estadounidense al hilo que asume el cargo determinado a reiniciar la relación con Moscú, una ambición que los otros tres no lograron cumplir. La diferencia es que el hackeo a los correos electrónicos de los demócratas durante la elección del año pasado -que las agencias de inteligencia atribuyeron a Rusia- hizo que la aceptación de Trump hacia Putin fuera problemática en términos políticos.
Su disposición a pasar por alto ciertos actos de Rusia como la anexión de Crimea, la intervención armada en el este de Ucrania y, hasta ahora, el apoyo al gobierno del presidente Bashar al Asad en Siria, desconcertó a muchos expertos. Trump dijo que Putin era “un líder más fuerte” que el presidente Barack Obama, lo alabó por “hacer un gran trabajo” y manifestó su esperanza en que fuera “mi nuevo mejor amigo”. Michael Morell, un exdirector de la CIA, escribió el pasado otoño que Trump parecía ser un “agente involuntario de influencia” para Moscú.
Para el 11 de abril, después de que Trump ordenó un ataque con misiles contra Siria en respuesta al uso de armas químicas en contra de civiles, el secretario de Estado Tillerson llegó a Moscú con la fuerte advertencia de que Rusia debía dejar de apoyar a Asad. Su recepción fue fría; se le negó inicialmente una reunión con Putin, ya que ningún secretario de Estado había ido en una primera visita a Moscú desde los días de Cordell Hull en la Segunda Guerra Mundial. Mientras en Washington, la Casa Blanca celebró una sesión informativa en la que acusó a Rusia de ocultar el ataque de Siria a civiles con armas químicas.
Los rusos, por su parte, también han respondido con un lenguaje áspero. El martes, Putin comparó la acción de Trump en Siria con la invasión a Irak en 2003 del presidente George W. Bush. El primer ministro Dmitri Medvedev sugirió que Trump no era como la persona que había sido durante la campaña del año pasado.
“Eso es todo”, escribió en Facebook la semana pasada. “El último remanente de neblina electoral se fue”. Al final, dijo, a Trump lo “fracturó la máquina de poder existente” en Washington.
Morell comentó que, a pesar de haber dicho que Trump era prácticamente un agente ruso, siempre creyó que el comportamiento ruso llevaría a una encrucijada. “Parece que esto es lo que está ocurriendo ahora”, dijo. Sin embargo, observó que Trump ha dejado que Tillerson y otros sean los que hablen en lugar de hacer un pronunciamiento.
“Aún necesita hacerlo y ser crítico de la gran cantidad de otras acciones agresivas que Putin ha tomado en los últimos dos años”, indicó el exdirector de la CIA.
Jennifer Palmieri, directora de Comunicaciones de la campaña de Hillary Clinton, dijo que el cambio de tono en los días recientes no significaba que no hubiese habido colusión durante la elección. “No hay pruebas de que cambie nada de lo que creo que pasó en la elección ni para que los demócratas detengan las investigaciones. Además, en realidad es muy extraño que el mismo Trump no haya dicho nada”.
Los asesores de Trump se han sentido frustrados ante el énfasis en las investigaciones sobre Rusia y las suposiciones de que los socios del presidente hicieron algo mal, aun cuando varios funcionarios han dicho que no han surgido evidencias que prueben que hubo una colusión con Rusia. Ellos culpan a los medios de crear un falso discurso que consideran ya ha quedado rebatido. Ahora denuncian: ¿podría el equipo de Trump haber pactado en secreto con Rusia si a su propio secretario de Estado inicialmente le cancelan una reunión?
“Es interesante cómo pasamos de todos esos vínculos directos con Rusia a sentirnos decepcionados por no poder siquiera concretar una reunión con él”, dijo Sean Spicer, secretario de Prensa de la Casa Blanca. “No deja de ser un tanto irónico”.
El estira y afloja con Rusia dejó a los legisladores estadounidenses tratando de encontrarle un sentido.
“Habla sobre la gran incongruencia en política exterior de esta administración”, afirmó Chris Murphy, senador demócrata de Connecticut. “El cambio de retórica sobre Rusia es vertiginoso. Me alegra verlo y espero que continúe, pero hasta ahora lo único que sabemos de la política exterior de esta administración es que puede cambiar en una o dos semanas”.