Elecciones: ¿por qué la obsesión de Argentina con los años 90?

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Foto: AP

En Argentina, la década de los 90 no es como cualquier otra.

Fueron los años en los que un peso argentino equivalía a un dólar, el presidente recibía en su casa a la farándula internacional y se pregonaba que el neoliberalismo era la solución a los problemas económicos del país.

Y todavía están muy presentes en la vida de los argentinos. En la televisión siguen reinando las mismas estrellas que entonces, las mujeres todavía lucen largas melenas y visten zapatos con plataforma.

Pero donde más se nota la fascinación por los 90 es en la campaña para elegir a un nuevo presidente, donde las políticas de aquella década parecen tener tanto protagonismo como las de 2015.

El tema volvió a la agenda tras los sorprendentes resultados de la primera vuelta de los comicios el pasado 25 de octubre: el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri, quedó a menos de tres puntos de distancia del hasta ahora considerado favorito, el oficialista Daniel Scioli.

Macri, el alcalde de Buenos Aires que lidera una coalición de partidos no peronistas, se ve ahora -y contra todo pronóstico- como un candidato con grandes posibilidades de ganar la segunda vuelta o balotaje del próximo 22 de noviembre.

Así que los esfuerzos del oficialista Frente Para la Victoria (FPV) se han enfocado en este último tramo de la campaña en vincular al candidato opositor, líder del partido de centro-derecha Propuesta Republicana (PRO), con las políticas de libre mercado de los años 90.

Pero, ¿por qué?

Pizza y champagne

La década de los 90 se recuerda a menudo en argentina como la época menemista, haciendo referencia al hombre que gobernó el país entre 1989 y 1999: Carlos Saúl Menem, del Partido Justicialista o peronista.

Fueron tiempos en los que el mandatario recorría el país a bordo de autos deportivos, se abrazaba con los Rolling Stones y aplicaba unas políticas económicas que acabaron definiendo el futuro de Argentina.

De la mano de su ministro de Economía, Domingo Cavallo, impulsó una ley de convertibilidad que supuso la paridad del peso y el dólar, fomentó la privatización de empresas estatales y facilitó la importación de productos del exterior.

Aquellos años, que entonces parecían un sueño, se tornaron para muchos argentinos en una pesadilla. Y aquellas políticas económicas se interpretan hoy como la causa de la gran crisis que hundió al país en 2001.

En un abrir y cerrar de ojos se pasó de los viajes a Miami y el “champagne con pizza“, como se conoció al despilfarrador y extravagante estilo de vida de la élite de la época, al default de la deuda argentina y el caos social.

De ahí que los 90, hoy en día, se recuerden también como la década de la desindustrialización, la pérdida de empresas públicas clave y el desempleo.

¡Hay quien cree incluso que el sólo hecho de citar a Carlos Menem es causa de mala suerte!

Por eso, ya en 2015, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, no se cansa de advertir en sus discursos sobre los “nostálgicos” y “los que quieren volver a los 90“, en velada referencia a su némesis política en Cambiemos.

“Campaña sucia”

Para el kirchnerismo, que en unas semanas podría perder el control de la Casa Rosada tras 12 años de gobierno, el rostro de los 90 tiene nombre y apellidos: Mauricio Macri.

Si Cambiemos gobierna vuelve el ajuste, vuelven los 90“, es el mantra del oficialismo en las últimas semanas para evitar la victoria de Macri y sus aliados.

Funcionarios, militantes y simpatizantes del kirchnerismo repiten que un triunfo de Cambiemos supondría regresar a los años del neoliberalismo y el fin de algunas de las políticas insignia del gobierno de los Kirchner, como los programas sociales, la re-estatización de empresas nacionales y el proteccionismo económico.

En redes sociales, en gremios cercanos al gobierno o en actos proselitistas del FPV se anuncia que un gabinete macrista privatizaría la educación y la sanidad públicas, que se despedirá a trabajadores del Estado y que habrá una estrepitosa devaluación de la moneda.

Y en las calles, algunos carteles presentan a Macri como el candidato de Estados Unidos, con el lema “Patria o Macri“, igual que antes empapelaban las paredes los afiches del “Patria o Buitres”.

“El progreso no es irreversible. Puede cambiar si cambian las condiciones macroeconómicas y el proyecto político”, dijo la presidenta ante sus seguidores desde la Casa Rosada, en su última aparición pública ante una multitud.

“No estamos en un partido de fútbol. Estamos ante la disyuntiva de elegir un modelo de país. El barco necesita a los 40 millones de argentinos adentro para que el motor siga andando porque si no nos hundimos todos”, añadió.

Recientemente en el perfil de Twitter del ministro de Salud de la Nación, Daniel Gollán, se podía leer el siguiente mensaje, que luego el político kirchnerista atribuyó a un hackeo de su cuenta: “Los 12 nuevos centros de radioterapia para tratamiento del cáncer continuarán adelante si Scioli es presidente. Pensá bien tu voto”.

Desde Cambiemos -que agrupa al partido de Macri, Propuesta Republicana PRO pero también a la Unión Cívica Radical y a Coalición Cívica- denuncian una “campaña sucia” oficialista para atemorizar a los argentinos, para quienes la crisis de 2001 es todavía un episodio demasiado reciente.

Mientras, en redes sociales y grupos de amigos brotan las bromas sobre los pesimistas vaticinios del Frente Para la Victoria:

“Si gana Macri, los Kinder ya no traerán sorpresas. Si gana Macri, el Coyote atrapa al Correcaminos. Macri mató a la madre de Bambi”, bromean algunos en Argentina.

Memoria

Pero para el candidato oficialista, Daniel Scioli, no es un tema de mofa.

Asegura que “no es un problema de miedo sino de memoria“, y compara la coalición de Cambiemos con la Alianza que gobernó el país a partir de 1999 y que terminó con la renuncia de su presidente, Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001.

“Ha calado profundamente en los trabajadores, en las organizaciones gremiales, las definiciones de la nueva versión de la Alianzas 2015; de dejar librado todo al mercado, de quita de subsidios y políticas que han hecho estragos”, dice Scioli.

Una de las obsesiones de Macri en esta campaña ha sido convencer de que su lugar político está más en el centro que en la derecha, donde lo ubica el partido de la presidenta.

El jefe de gobierno de la capital ha prometido que si gana las elecciones conservará la empresa petrolera YPF o Aerolíneas Argentinas en manos del Estado. Y que el programa social de la Asignación Universal por Hijo o la titularidad pública de las pensiones jubilatorias se mantendrán.

Pero entre los sectores más humildes de Argentina, semillero tradicional del peronismo, existenrecelos por el origen privilegiado de Macri, su relación con el empresariado y la historia de su partido, el PRO, en el que abundan los profesionales técnicos y líderes que llegaron desde el sector privado.

Antes de entrar en política en 2003, el candidato del PRO fue un exitoso hombre de negocios, hijo de una familia acaudalada y residente de uno de los barrios más caros de Buenos Aires.

En el Congreso, su partido votó en los últimos años en contra de proyectos que hoy defiende, como la renacionalización de YPF y de Aerolíneas Argentinas, así como de la eliminación del sistema privado de jubilaciones.

“Si bien Macri ha crecido de manera importante, en el conjunto de la población hay un componente pro-Estado muy importante porque se ve a los 90 como una década perdida“, le explica a BBC Mundo la socióloga Graciela Römer.

“En todo balotaje las posiciones tienden a extremarse. El oficialismo tiende a ubicar a Cambiemos hacia el centro-derecha para orientar para sí el electorado peronista que tiene prejuicios muy marcados hacia lo que significa la economía de mercado y el anti-Estado”, añade.

¿Dónde estaban en los 90?

Desde la campaña candidato opositor se apresuran a calmar los ánimos y recuerdan que quien gobernaba en los años 90 no era el PRO -que se creó tras la crisis de 2001-, sino el Peronismo.

“Es increíble que quieran convencer que somos protagonistas de algo que solo ellos fueron protagonistas, defendiendo la re-reelección de Menem”, asegura Macri.

Ellos son los que gobernaron en los 90, los Kirchner, Parrilli, Picheto, Scioli. Yo esa época estaba en la actividad privada, en Boca Juniors”, dice quien fue presidente de este club de fútbol entre 1995 y 2007.

En 1997, Daniel Scioli entró al Congreso argentino con Menem como padrino político.

Por su parte, Cristina Fernández era legisladora por Santa Cruz, la provincia gobernada por su marido, Néstor Kirchner, quien en aquella época alabó al mandatario en una visita a su región.

Y si bien Mauricio Macri se movía en el ámbito del fútbol y los negocios en ese entonces, no falta quien le recuerda que en su equipo se encuentran figuras que jugaron un papel destacado en el pasado.

Desde su asesor Carlos Melconian, un economista que había sido propuesto como ministro de Carlos Menem si éste ganaba las elecciones de 2003.

Hasta la legisladora Patricia Bullrich, exministra del tumultuoso gobierno de De la Rúa que ahora es la mujer fuerte de Cambiemos en el Congreso.

Así las cosas, en pleno 2015, los argentinos eligen su futuro mientras se habla de los 90.

Según el kirchnerismo, Macri es la versión actualizada del neoliberalismo. Según la oposición, Scioli es quien representa al hijo pródigo de Menem.

Y según la izquierda, gane quien gane, el próximo presidente hará un ajuste económico propio de épocas pasadas.